lunes, septiembre 17, 2007


Sábado, 15 de septiembre 2007

Del Faro Camarinal a Bolonia bordeando la costa (Parque Nat. del Estrecho, Cádiz)

Precioso paseo de poco mas de 5 km. que nos brinda la posibilidad de disfrutar de preciosas playas de fina arena blanca y aguas azul turquesa, intercalándose con pequeños acantilados que de vez en cuando nos obligan a realizar algunos tramos por los pinares del interior y que en una futura ocasión plantearemos como ruta circular de unos 10 km. valiéndonos para ello del sendero oficial de 4,2 km. que comunica el Faro Camarinal con Bolonia por el interior pasando cerca de la cueva de Ranchiles, al norte del arroyo del Cañuelo.

Pero la ruta se planteó desde un principio como familiar, razón por la cual Fernando y Ana (organizadores de la ruta) venían con su hijo Dani que ese día celebraba su 4º cumpleaños, acompañado de su primo Juanma. Mientras que “Mariluz Pies de Gato” venía con sus hijos Antonio y Lucía, a los que nos unimos: Santa Claus Per Johan, Sean El Canadiense Errante y el Comandante. De manera que una vez reunidos en el parking de la Playa de Bolonia, confirmadas las bajas de última hora y sin recibir ninguna llamada de aviso de llegada (con retraso), dejamos dos coches en Bolonia y nos fuimos con los otros dos para comenzar desde las cercanías del Faro Camarinal, teniendo que desandar los 5 km. aprox. desde Bolonia hasta la N-340, para tomar dirección Vejer, volverse a desviar hacia Zahara de los Atunes, atravesando todo el pueblo siguiendo las indicaciones del Hotel y urbanización Atlanterra, hasta llegar por fin a las cercanías del Faro Camarinal, demasiado rodeo, especialmente a la hora de volver a por los coches, una vez finalizada la ruta.

En cualquier caso, el día prometía y las sensaciones eran muy buenas, a pesar de que el cielo se había ido llenando de nubes conforme nos acercábamos al Estrecho, después de haber dejado atrás la provincia de Málaga bajo un cielo azul radiante, curiosamente el fenómeno se iría invirtiendo a lo largo de la jornada. Una deliciosa brisa de levante que estuvo soplando durante todo el día, nos hizo muy llevadera la subida desde donde habíamos dejado los coches hasta la parte alta del “Cabo de Gracia” donde se encuentra situado el “Faro Camarinal” con magníficas vistas de la costa, si bien es cierto que la nubosidad litoral provocó una especie de calima a lo largo del día que a penas nos permitió disfrutar de las vistas hacia el otro lado del Estrecho, lo que no dejamos de ver en todo el día fueron patrulleras de la Guardia Civil y salvamento marítimo trabajando conjuntamente con un buque de rastreo, apoyados por un avión para intentar localizar los cuerpos de los marineros desaparecidos días antes tras el hundimiento del “Nuevo Aurora Pepita” que tras un tremendo golpe de mar quedó completamente boca abajo, con la quilla cara al sol. Último apunte en la larga lista de naufragios en las bravas aguas del Estrecho, que junto con la “Costa de la Muerte” (en La Coruña) es el lugar donde la fuerza del mar actúa con mayor virulencia cuando hay temporal.

Tras disfrutar de las vistas comenzamos el descenso hacia la playa que se encuentra debajo del faro disfrutando de una vista preciosa con el magnífico manto verde de pinos que se extendía delante nuestra hacia la “Sierra de la Plata” al nordeste en contraste con el blanco de la arena de de la playa hacia la que íbamos bajando, mientras nos recreábamos en las distintas tonalidades de azul, celeste y turquesa de las aguas, al tiempo que los primeros mensajes de “wellcome to Morocco Telecom y Meditel” quedaban reflejados en el móvil.

Al final de esta primera playa y siempre avanzando en dirección a Bolonia, nos encontramos con unos pequeños acantilados que nos obligaron a caminar un poquito hacia el interior, intentando en todo momento no alejarnos de la orilla, de manera que en pocos minutos nos adentramos en un pinar que nos llevó directamente al área militar de “Punta Camarinal” que intentamos esquivar volviéndonos a acercar a los acantilados por donde tampoco era factible el paso, lo cual nos obligaba o bien a rodear todo el área militar o bien a saltarnos la valla de “estrangis” esperando que hicieran la vista gorda si alguien nos veía. Y como el que no quiere la cosa pasamos casi de puntillas junto a lo que parecían bunquers y obsoletas baterías de cañones que apuntaban hacia la costa, hasta que llegamos a las cercanías de un puesto de vigilancia donde se encontraban dos soldados observándonos con total indiferencia, no obstante, por si las moscas y aprovechando que la zona de acantilados daba paso a un tramo del litoral relativamente llanito, aunque siempre rocoso, abandonamos el recinto por una pequeña abertura en la valla y seguimos caminando entre el agua y la alambrada, aprovechando la bajada de la marea. Tan pronto como los pequeños solicitaron parar para comer y teniendo en cuenta que ya era una hora prudencial, nos detuvimos para hacer el almuerzo junto a los restos de una pequeña embarcación que sería la primera de varias que veríamos hasta llegar a Bolonia, desde callucos, hasta pequeñas embarcaciones de pesca y hasta un velero recientemente estampado contra un acantilado a juzgar por el buen estado de su casco, como bien dijo Per Johan el fin de un sueño, aunque nada en comparación con el auténtico drama de las pateras, cuyos restos nos íbamos encontrando aquí y allá .

Tal y como íbamos terminando de almorzar nos fuimos acercando a la orilla para explorar las pequeñas bañeras que se forman en el fondo de los erosionados arrecifes con la bajada de la marea, a modo de pequeños ecosistemas con multitud de conchas por todas partes y pequeños crustáceos que hicieron las delicias de pequeños y mayores en aquellas aguas absolutamente cristalinas con un intenso olor a mar, que nada tiene que ver con el Mediterráneo cada vez mas muerto y castigado. Antes de darnos cuenta dejamos definitivamente atrás la valla del recinto militar y nos adentramos en una zona de pequeños acantilados con algún que otro paso de trepada o destrepe, atravesando incluso una pequeña cantera que en un principio creímos se trataba de un desprendimiento por la acción erosiva del mar en días de temporal con mar de fondo. Por la línea de acantilados nos fuimos asomando en numerosas ocasiones a impresionantes balconadas con el mar a nuestros pies, mientras nos acercábamos a cada paso a la inconfundible silueta de “Los Riscos de Bolonia” y su idílica playa hasta que por fin la pudimos contemplar ya muy cercana a un kilómetro escaso desde el mismo lugar donde me encontré un fardo de “hachís” parcialmente vacío. Poco después, llegábamos a un tramo de la senda que se dirigía ya sin perdida hasta la misma playa de Bolonia recortando el borde de los acantilados.

Pero para hacerlo mas bonito decidimos adentrarnos en pleno pinar para llegar directamente a la zona alta de la duna, desde que nos sumergimos en el pinar, mil sendas aparecían y desaparecer poco después entre tupidos tramos de matorral que daban paso de forma intermitente a pequeñas placitas junto a los troncos de los pinos encontrándonos con innumerables restos de ropa, zapatos, envases y objetos varios abandonados en plena persecución de las patrullas costeras tras los desembarcos de las pateras. Llegó un momento en que a pesar de que sabíamos que estábamos muy cerca de la gran duna, la tupida vegetación de matorral hacía imposible continuar por donde queríamos y fue precisamente en aquel instante cuando Fernando, Duque de Juanar, se puso el cuchillo entre los dientes para realizar una trepidante exploración que encontró su recompensa a los pocos minutos, resultando decisiva para salir del mar de pinos en el que estábamos inmersos justo donde los primeros metros de duna empiezan a enterrar lenta pero inexorablemente cada uno de los pinos que el gigante de arena se va encontrando a su paso.

Resultaba curioso comenzar a subir trabajosamente por las empinadas rampas de la duna hasta la misma cresta, a la vez que el tupido bosque de pinos que hacía unos instantes habíamos tenido sobre nuestra cabeza, pasaba a estar cada vez mas por debajo de nuestros pies, deleitándonos con el impresionante contraste de luz y color: de la umbría del bosque a la deslumbrante luminosidad del sol que se hacía especialmente intensa en la superficie de la duna por donde finísimas capas de arena eran arrastradas caprichosamente por el viento de levante. El colorido era impresionante por un lado: la blancura de la arena, digna de paradisíacas costas tropicales, por otro el verde intenso de los pinares, y como remate las distintas tonalidades de azul, y celeste del agua que contemplábamos desde la zona alta de la duna disfrutando de unas vistas inmejorables de la espectacular playa de Bolonia, junto a las ruinas de Baelo Claudia, que también visitamos, vestigios de una época de esplendor cuya sociedad contaba con unos políticos infinitamente mejores que los que hoy nos gobiernan. Para finalizar con un reconfortante baño, casi terapéutico en tan cristalinas aguas que supuso el colofón a esta preciosa jornada por las playas mas bonitas, no ya solo de España, sino de Europa.

¡Por cierto! que al llegar a la playa nos encontramos con Manu “El Hombre Tranquilo” y su novia Carmen que se quedaron pasando el día en la idílica playa de Bolonia, disfrutando también de sus alrededores.

NOTA: Hemos creido oportuno escanear este mapita del cuadernillo correspondiente a la colección de "Parques naturales de Andalucía" editada por la Junta, que se puede comprar en las oficina principales de Turismo de nuestra comunidad.


En el mapa podemos observar el sendero de uso público que va por el interior entre el Faro Camarinal y Bolonia, completando lo que sería una entretenida ruta circular de unos 10 km. si se bordea toda la costa tal y como hicimos en esta ocasión. Ahorrándonos el siempre engorroso tema del traslado de los coches entre el comienzo y final de ruta y disfrutando aún mas del paisaje y su entorno. Queda pendiente para una futura ocasión.

domingo, septiembre 02, 2007

La Esquela del Schalke 04
Por ANTONIO BURGOS
No es muerte todo lo que reluce entre los lutos tipográficos de una esquela de defunción. Hay mucha vida en las esquelas mortuorias. La esquela es un género literario, aunque ningún aspirante a crítico literario le haya dedicado una tesis doctoral. Un género con miles de lectores. Dime cuántas esquelas trae tu periódico y te diré cuál es su penetración en el mercado. Una buena esquela no sólo te dice qué señor se ha quitado del tabaco o qué señora no tiene que ir más a la peluquería. Delata el bollo de los que metieron al muerto en el hoyo de la esquela. Los lectores de esquelas tienen algo de seguidores de Agatha Christie o de Simenon. En cuanto leen la esquela, como una novela policiaca, por cómo figuran las nueras y los yernos, saben por dónde se va a armar la de Troya en el reparto de la herencia. Por no hablar de la esquela de la otra, la otra, que pone fecha por dentro a la muerte del querindongo. O de la legítima, que sigue proclamando en la esquela que ella es la verdadera esposa ante los ojos de Dios. O las esquelas de algunos diarios que las regalan, donde vienen las papeletas de quienes literalmente no tienen dónde caerse muertos. Lo que en vez de atraer lectores, como pretenden, los aleja. Se lo oí a una gran lectora de esquelas de toda la vida, de toda la muerte:
-Vamos a dejar de comprar ese periódico, porque trae las esquelas de unos muertos a los que no conocemos de nada.
Como empedernido lector de esquelas y zahorí de las novelas que llevan dentro, estoy encantado con el último servicio que el ya mítico Antonio Puerta ha hecho al enriquecimiento de este género obituario de peaje. Dije que Puerta tenía planta de capitán de los Tercios de Flandes en una novela de Pérez Reverte. La esquela del Schalke lo confirma. Puerta era grande en la España donde su muerte ha unido al Sevilla con el Betis y ha vestido con su camiseta del 16 al Barsa. Y era también, como el emperador Carlos, quinto de Alemania. Con el gol que cambió la historia del club, Puerta metió al Sevilla en su primera Copa de la UEFA. Hazaña mítica que merecía un Velázquez que la pintara, en plan cuadro de las lanzas. Tal pintura ha llegado. No con pinceles españoles, sino con el generoso brochazo de los germanos derrotados. Puerta, el vencedor del Schalke 04, ha merecido hasta los honores de aquellos a los que derrotó. Como nadie se muere hasta que su esquela viene en el ABC, ahora es cuando de verdad ha muerto Puerta y nacido su leyenda. Leyenda germana, que requiere música de Wagner.
El FC Schalke 04 le ha puesto a la mítica Zurda de Diamante una esquela en el ABC y es como si el cuadro de las lanzas hubiera sido pintado no por el paisano de Puerta, sino por los vencidos en Breda, mojando la punta de sus picas en los tinteros del honor del campo de batalla. Los alemanes son tan cuadriculados y perfectos que cuando se ponen a hacer coches, sacan el Mercedes. Cuando les da por dictadores, no se andan con chiquitas de Mussolini, sacan a Hitler. Metidos en la globalización, inventan y mangonean el Banco Central Europeo. Y puestos a redactar esquelas, chapó, les sale la esquela de Puerta: "La noticia del fallecimiento de Antonio Puerta ha afectado al Consejo de Administración, Cuerpo Técnico, Jugadores y Seguidores del Schalke 04 profundamente. De una manera entristecedora apreciamos que hay cosas mucho más importantes que un partido de fútbol. Antonio Puerta ha dejado huellas en la historia de nuestro Club. En 2006 nuestros equipos jugaron la semifinal de la copa de la UEFA. A pesar de la derrota, el Schalke 04 quedó realmente impresionado por el ambiente y la hospitalidad que vivió en Sevilla y que todavía hoy se recuerda. Este duelo apasionante se decidió sólo por un gol formidable. Antonio Puerta fue su autor. El Consejo de Administración, Cuerpo Técnico, Jugadores, Empleados y Seguidores del Schalke 04 ruegan una oración".
¿Cómo se dice oooooooooole en alemán? Es lo que se merece la esquela del Schalke, la estela funeraria del gol de Puerta al Schalke. Un ole de grande como aquel gol del Mito Puerta que cambió la historia del Sevilla F.C. y que ahora, tras unir en el dolor a béticos y sevillistas, ha hecho que los alemanes pinten en una esquela el más noble cuadro futbolístico de las lanzas.