domingo, junio 03, 2012

Barriada Pelayo-puerto de La Higuera-LLanos del Juncal-tajo de Las Escobas-río Guadalmesí-área recreativa del Bujeo


Ruta: Barriada de Pelayo-puerto de La Higuera- Llanos del Juncal-tajo de Las Escobas-río Gudalmesí, pág. 188, -sector Tarifa-
Entorno: Parque natural de Los Alcornocales (CÁDIZ-MÁLAGA)
Localidades de referencia: Algeciras-Tarifa
Cómo llegar al punto de encuentro: pocos kilómetros después de dejar atrás Algeciras con sus rotondas y semáforos, incluida la salida que nos llevaría hacia la barriada del Cobre (clásico punto de partida para la ruta del río de la Miel). Continuamos dirección Tarifa, por la N-340 que comienza a subir tal y como nos vamos acercando al puerto del Bujeo, poco antes de llegar al puerto, pasamos por la barriada del Pelayo (anunciada en la carretera) y al ver un puente de hierro peatonal, que pasa por encima de la carretera, , mas o menos a la altura del km 97, reduciremos la velocidad, poniendo el intermitente a la derecha, para aparcar en una suave pendiente, que hay unos 50 m mas allá del mencionado puente peatonal. Lugar ideal para dejar los vehículos e iniciar la caminata.
Distancia aprox.  15 km
Desnivel aprox.  subida 648 m
Desnivel aprox.  bajada 555 m
Punto de partida: barriada de Pelayo (aprox. 220 m)
Punto mas elevado: tajo de Las Escobas (834 m)
Tiempo aprox. 6-7 horas (en plan tranquilo)
Nivel dificultad: medio-bajo
Tipo suelo: pista y sendero.
Tipo de recorrido: en forma de herradura (conviene dejar un coche en el final previsto de recorrido).
Fecha: viernes 1 de junio de 2012
4 Participantes: Valentín “El Rey de la Montañaa”, pepe Guerrero “El Maestro Geobotánico”, Carlitos “El Poeta de las Cumbres” y un servidor: Juan Ignacio Amador.
Mapa: Parque natural de Los Alcornocales “guía del excursionista” (edit. La Serranía)
Bibliografía: Parque natural de Los Alcornocales “guía del excursionista” (edit. La Serranía), el blog de Manuel y el de Sendeando y viajando.

A tener en cuenta:
1º) Esta ruta tiene forma de herradura, en este caso el inicio y final, distan algo mas de dos kilómetros que para convertir la ruta en circular, habría que completar con algo mas de dos kilómetros de insulso y peligroso discurrir junto a la carretera N-340, por lo que conviene dejar previamente un vehículo en el área recreativa del Bujeo, o tener la suerte de contar con un amigo que viva por la zona y nos venga a recoger como hizo Juanlukita con nosotros.

Existen varias versiones para realizar esta ruta la clásica suele ser la lineal o circular paralela, usando algunos tramos del carril cicloturista que discurre paralelo al río Guadalmesí. Nosotros escogimos una versión que incluía el ascenso por el puerto de la Higuera, desde la barriada del Pelayo, para abarcar algo mas de territorio por esta auténtico paraíso que es el parque natural de Los Alcornocales.

Los puntos clave del recorrido se pueden unir a través del carril cicloturista, como ocurre en otras zonas del parque natural de Los Alcornocales como por ejemplo en La Sauceda.

Descripción de la ruta:

Tomando como referencia la explanada donde hemos dejado los coches, unos 50 m después de cruzar el puente peatonal tal y como venimos de Algeciras. Comenzamos a caminar, dirección hacia el puerto del Bujeo, es decir, dirección Tarifa, por una carretera de servicio, paralela a la N-340 y tomamos por la primera calle que nos encontramos a la derecha: calle Sierra de Lucena, 
dejando a derecha e izquierda casas diseminadas a modo de destartalados chalets y alguna que otra casa prefabricada, a unos 100 m del inicio, nos encontraremos con una casa color morado a nuestra izquierda, 
el muro de esta casa hace esquina con la calle Peña Prieta, que es por donde debemos tirar tomando esta a nuestra izquierda, manteniéndonos a partir de ahora por el camino principal.
Al poco de iniciar la caminata, la pendiente de la pista comienza a empinarse, al tiempo que podemos comprobar la gran variedad de florecillas que nos vamos encontrando a ambos lados del camino, sobre cuyas características nos iba ilustrando el Maestro Geobotánico Pepe Guerrero, todo un lujo como compañero de ruta. 
Quejigos y alcornoques forman improvisadas galerías que con su sombra ayudan a mitigar el esfuerzo de estas primeras rampas, pronto nos encontraremos con un chorro de agua, que al menos a mí me supo a gloria. 
Pocos metros después nos encontramos con un rododendro en flor a la izquierda del camino. Y aunque todavía no llevamos un kilómetro recorrido, la frondosidad y el frescor que nos envuelve es tal, que sólo por esto ya ha merecido la pena venir. Pero aún no hemos visto nada de lo que nos depara este interesante itinerario.
Conforme vamos ganando altura las casas van quedando atrás y creo recordar que la última junto a la cual vamos a pasar, es una que se llama “la emisora” y que queda a nuestra derecha, unos metros mas adelante existe una cancela en el camino, que normalmente siempre está abierta. Hasta aquí la pista está hormigonada y a partir de ahora transitamos por pista terriza con predominio de alcornoques, el carril se cruza con el modesto arroyo Marchenilla, al fondo ya podemos ver la loma sobre la que se encuentra el puerto de La Higuera. Unos 50 m después de que la pista describa una cerrada curva a la derecha, estaremos atentos a un tenue sendero, habitualmente señalado por hitos de piedra, que se adentra en la espesura del alcornocal ladera arriba. 
Si por casualidad, pasáramos de largo y continuáramos pista arriba, llegaríamos igualmente al puerto, pero dando un mayor rodeo y lo que es peor perdiéndonos el encanto de este precioso tramo de sendero donde se alternan mares de helechos y corredores de jóvenes y espigados alcornoques de tronco fino entre los que vamos pasando hasta llegar al puerto de La Higuera, donde existe una de esas plazoletas que se usan para almacenar el corcho, llamadas patio de corchas. Ni que decir tiene que al llegar al puerto de la Higuera volvemos a enlazar con la pista que en dirección noroeste se dirige hacia la cabecera del arroyo de La Miel.
Pero una vez en el mencionado puerto, dirigimos nuestros pasos dirección suroeste, ladera arriba, a través del antiguo cortafuegos, actualmente cubierto casi en su totalidad de pequeño quejigos, un mar de helechos, gamones, abundante jara prieta y otras especies entre las que se va abriendo paso un tenue sendero, que aparece y desaparece entre la frondosidad que nos rodea por todas partes. Al ir echando la vista atrás se irá ampliando nuestro campo de visión sobre la bahía de Algeciras, aunque aquel día la calima provocada por los vientos de levante, nos impidió disfrutar con mayor nitidez del paisaje en la distancia, como por ejemplo del peñón de Gibraltar, que comenzaba a aparecer por lo alto de una loma al sureste. El sendero se pierde con facilidad en muchos momentos, pero sirva como referencia la alambrada oxidada que llevamos en paralelo a nuestra derecha, a la cual se acerca el sendero varias veces en su caprichoso zigzageo, hasta llevarnos a la zona mas alta de la loma, donde nos encontraremos con la solitaria antena de una pequeña estación militar, que quedará a la izquierda de otro cortafuegos, esta vez perfectamente limpio y muy ancho al que vamos a acceder a través de una angarilla, que como siempre volvimos a dejar cerrada a nuestro paso.
Al fondo en dirección oeste-noroeste se nos antoja aún lejano el tajo de Las Escobas asaeteado por numerosas antenas. Mientras que nosotros comenzamos a caminar dirección noroeste, a través de este ancho cortafuegos que discurre por la divisoria de la sierra de La Luna, mas concretamente sobre lo que por aquí llaman peñón del Fraile (no confundir con el de los tajos del río Sábar). Esta loma hace las veces de límite entre los términos municipales de Algeciras a nuestra derecha y Tarifa a nuestra izquierda. Se trata del único tramo monótono que tiene este itinerario. 
No obstante, el caminante que sepa saborear las pequeñas maravillas del camino, disfrutará con las curiosas moles de arenisca que caprichosamente esculpidas por el viento y la lluvia, nos sorprenderán con formaciones imitativas que desafiarán nuestra imaginación, merece la pena acercarnos a las mismas. Por otro lado, los amantes de la botánica no dejarán de sorprenderse con la belleza de las dedaleras que buscan su refugio del azote de los vientos entre abrigos rocosos a ambos márgenes del camino o extrañas florecillas endémicas que no vienen en ningún manual de botánica tradicional.
Afortunadamente el tramo que discurre por el cortafuegos lo cubrimos en un breve espacio de tiempo, ya que mantiene un ondulante perfil muy cómodo que nos permite llegar en escasos minutos a los Llanos del Juncal, también conocios como los Bosques de Niebla, que reciben este nombre porque se estima que de los 365 días que tiene el año, unos 200  días, permanece durante el manos varias horas inmerso en ese mar de nubes que con frecuencia se posa sobre la zona del Estrecho y gracias al cual se establece una especia de microclima, que ha favorecido en gran medida el hecho de que a día de hoy el parque natural de los Alcornocales esté considerado como una auténtica joya botánica, no sólo a nivel de Andalucía, sino al nivel de España.
Conforme nos vamos adentrando en los Llanos del Juncal, la sensación de estar adentrándonos en un bosque encantado es cada vez mayor. No por casualidad se trata de una de las joyas de la corona del parque natural de Los Alcornocales, formada por un singular bosque de quejigos cuyos troncos están cubiertos de esas capas de musgo popularmente conocidas como barbas de fraile, los líquenes, las yedras que trepan alrededor de los troncos y los mares de helecho, forman un ecosistema de laurisilva, que nos hacen recordar paisajes de otras latitudes como por ejemplo el parque nacional de Garajonay en la isla de La Gomera. 
Estos bosques de laurisilva, formaron parte del hábitat donde vivían los dinosaurios en la era terciaria. Se han llegado a catalogar hasta mas de 40 especies de helechos, siendo la especie predominante el quejigo andaluz o moruno (quercus canariensis), que en los Llanos del Juncal alcanza la mayor concentración en toda la península ibérica.
Bajo los quejigos se ha desarrollado un denso sotobosque formado por rododendros, laurel, acebos, helechos, torvisco, zarzas, ojaranzos, etc…
El mágico tramo de bosque de galería correspondiente a los Llanos del Juncal, finaliza con una cancela, que impide el acceso de vehículos, pero no así el de cualquier caminante, pudiéndola esquivar fácilmente por su izquierda enlazando directamente con el carril cicloturista que comienza en el área recreativa del Bujeo y sube hasta el tajo de las Escobas o de las Corzas, hacia donde nos vamos a encaminar a continuación, tomando esta pista a nuestra derecha, es decir, en sentido ascendente.
Aunque ya hemos dejado atrás la magia de los Llanos del Juncal, éste último kilómetro de pista, se abre paso por un denso quejigal, con algún que otro roble y alcornoque de gran porte que inundan de verdor el paisaje que nos rodea, hasta que unos 300 m antes de llegar a la cumbre asaeteada de antenas de radio, televisión y telefonía, 
la arboleda es sustituida por un paisaje colonizado por el matorral, sobre todo de brezo y de jara y salpicado por un buen número de rocas y grandes lascas calizas, que nos van a acompañar hasta la vieja caseta ubicada en el punto mas alto del cerro, mientras que el vértice geodésico, de unos 3 m de altura, se encuentra a sus pies.
Sobre la denominación de “tajo” de Las Escobas o de Las Corzas (824 m), habría que aclarar que allí no existe ningún tajo y que por lo tanto sería mucho mas correcto denominarlo “cerro”. No obstante, a pesar de su modesta altitud, dada su estratégica situación las vistas 360º alrededor son muy amplias, si bien, a nosotros nos tocó calima aquel día y el horizonte quedaba difuminado en la distancia. No obstante, en un día claro resultan fáciles de identificar al NORTE: la sierra del Niño, en primer plano, mas allá: El Picacho y El Aljibe y al fondo la crestería del Pinar con el Torreón y el San Cristóbal. Al NORESTE: la sierra de Las Nieves, Crestellina y Los Reales. Al ESTE: la bahía de Algeciras, con La Línea y el Peñón al fondo. Al SUR: Tarifa, con la playa de Los Lances y en frente al otro lado del Estrecho el carismático Jbel Musa y parte de la cordillera del Rif, en la orilla africana podemos distinguir la ciudades de Ceuta y Tanger. Y al oeste las sierras de Fates y Ojén (no confundir con la malagueña sierra de Ojén, también denominada Negra o Alpujata).
Una vez finalizados el reportaje y la parada de rigor en la cumbre, descendimos sobre nuestros pasos, dejando a nuestra izquierda la cancela metálica por donde finalizamos el tramo de los Llanos del Juncal y continuando ahora por el carril cicloturista hacia abajo. 
A la izquierda del camino disfrutamos de una bonita estampa con cuatro caballos pastando tranquilamente en un pequeño prado. Robles y quejigos flanquean el camino proporcionando bastante sombra, la abundancia de yedras, helechos, rododendros, ojaranzos, etc. 
Aportan al paisaje un aspecto casi selvático, mientras en todo momento nos acompaña la melodía de una gran variedad de pequeñas aves del bosque, que en repetidas ocasiones nos hará sentir como en un cuento de hadas.
Unos 1.200 m después de haber pasado junto a la cancela de los Llanos del Juncal, la pista es atravesada por unas barras de hierro en el suelo y a su izquierda nos encontramos con una angarilla por la que vamos a abandonar la pista para adentrarnos en un mágico bosque de quejigos, cuyo suelo ha sido colonizado por un mar de helechos, que vamos cruzando a través de un sendero, tapizado de hojarasca. 
El abundante musgo sobre rocas y troncos, denota la abundante humedad en este lugar, así como la pureza del aire que respiramos.
Conforme vamos descendiendo ladera abajo hacia la cabecera del río Guadalmesí, los quejigos le van cediendo el protagonismo a los alcornoques, cada vez mas abundantes. Buen momento para hacer la parada del almuerzo sobre un tapiz de hojarasca, bajo la sombra de un gran quejigo, donde dimos buena cuenta de nuestras viandas, mientras divagábamos de lo humano y lo divino.
Al poco de reiniciar la marcha, la presencia de rododendros era un claro indicador de la presencia de un cauce acuático, llegando inmediatamente después al vado del río o mas bien arroyo Guadalmesí, que a partir de aquí llevaremos en todo momento a nuestra derecha. 
Algunos hitos de piedra laboriosamente levantados certifican que vamos por buen camino, a pesar de lo recóndito de algunos parajes y el hecho de no encontrarnos con nadie, tal vez por ser viernes. Después de dejar atrás majestuosos alcornoques de altos y gruesos troncos, llegamos a una angarilla, que atravesamos sin dificultad y que nos anuncia la cercana presencia del carril cicloturista que se cruza en nuestro camino y que nos llevaría hasta el área recreativa del Bujeo.
Pero para seguir disfrutando de la magia del sendero por el que vamos, abandonamos inmediatamente la pista, que simplemente atravesamos para continuar ladera abajo, dirigiendo nuestros pasos hacia un panel informativo que nos habla sobre los alisos del río Guadalmesí, situado junto a su orilla. A partir de este punto el sendero discurre mucho mas cerca del cauce del Guadalmesí, que a penas hemos visto hasta ahora, bien por la vegetación, bien por pequeñas laderas que se interponían entre nosotros. El caso es que estos arroyos que discurren por pendientes muy escalonadas tipo río de la Miel, canuto del Risco Blanco o el Guadalmesí, quedan muy mermados de caudal, tras inviernos o primaveras muy poco lluviosas como la que hemos padecido este año. 
Por sus pequeñas cascadas y saltos de aguas, a penas cae un chorrillo, como si hubieran cortado un grifo y sus pozas se vuelven algo siniestras con esas aguas estancadas de un color casi negro por el fondo fangoso y la abundante hojarasca caída sobre la superficie en proceso de putrefacción. 
No obstante, la exuberancia de la vegetación que nos rodea, donde a partir de ahora comienzan a abundar los alisos es realmente espectacular.
La aliseda que da lugar al bosque de galería por el que vamos descendiendo, rebosa vida por cada rincón. 
A partir de aquí nos encontramos con las primeras balizas del sendero local: SL-A 113, sorprendiéndonos con zonas de umbría de gran belleza, que poco a poco irán desapareciendo, conforme vamos dejando atrás la angostura del valle, que poco a poco se va ensanchando, mientras el sendero dibuja un perfil en pequeño diente de sierra, donde se alternan subidas y bajadas, mientras nos vamos alejando cada vez mas del río que ya queda muy abajo y a nuestra derecha, echando la vista atrás volveremos a ver el tajo de Las Escobas y a sus pies un prado cercano a la casa de Las Corzas.
Mas adelante llegamos a un panel informativo con el título: “Vista panorámica río Guadalmesí, los colores del Monte”, que nos ofrece una introducción sobre el alcornocal, la aliseda, las lajas, el quejigo, la seca (del aalcornocal) y el matorral. Éste panel se encuentra a escasos 400 m en línea recta de la N-340 que ya vemos frente a nosotros y al otro lado las lomas que descienden hacia la línea de costa con el imponente Jbel Musa al otro lado del Estrecho. 
Unos metros mas allá de panel informativo, el sendero traza una curva a la izquierda de unos 90º, a partir de la cual ya abandonamos la trayectoria que hemos llevado durante todo el descenso y nos desviamos rumbo este, dejando a nuestra espalda el río Guadalmesí y llevando a nuestra derecha la N-340, de la que nos volvemos a alejar temporalmente, mientras el sendero mantiene un perfil ondulante, con predominio ascendentes hasta volver aa enlazar con el carril cicloturista, 
que tomándolo a la derecha nos lleva hasta el área recreativa del Bujeo, con sus bancos de madera a la sombra de eucaliptos y sus paneles informativos junto a los cuales ya nos estaba esperando nuestro buen amigo Juanlukita, para llevarnos de regreso a la barriada del Pelayo donde habíamos dejado nuestro coche al principio de la jornada.
 

1 comentario :

  1. Anónimo3:03 a. m.

    ¡Qué envidia me dáis! Ha debido ser una aventura maravillosa. Preciosas fotos.

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