martes, octubre 21, 2014

Sierra de Huétor. Cruz de Viznar-cueva del Agua-cerro Maullo

Programa “8 bosques mágicos de Andalucía”
Capítulo 1: Viznar-Tumba de Federico García Lorca- Cruz de Viznar-vértice cerro de La Cruz (1.590 m)-cueva del Agua- cueva del gato-trincheras cerro del Maullo-bosque de cedros del Puerto del Lobo-área Recreativa Puerto del Lobo-Viznar.
Entorno: Parque natural Sierra de Huétor (GRANADA)
Pueblo de referencia: VIZNAR (1.100 m)
Punto de partida: Explanada en el lado izquierdo de la carretera justo antes de entrar en Viznar.
Cómo llegar a Viznar: Antes de nada, tal y como venimos por la A-92 desde Málaga-Antequera, hay que estar atento en el desdoble de Santa Fé y no desviarnos hacia Granada capital (o Sierra Nevada), nosotros nos mantenemos en todo momento por la A-92, dirección Murcia-Almería, y cuando estemos dejando Granada capital a nuestra derecha, estaremos atento a la salida Nº250, que nos señala a Viznar, que queda justo al lado izquierdo de la autovía.
En a penas 3 minutos desde la salida Nº250, llegamos a la entrada de Viznar, donde nos encontramos con un pequeño cruce (a la altura de las primeras casas): de frente entraríamos en el casco urbano de Víznar, pero nosotros giramos a la izquierda, pasando por delante de un parque infantil y de un albergue juvenil, a unos 100 m del cruce en el margen izquierdo de la carretera nos encontramos con una explanada donde podemos dejar los vehículos e iniciar la caminata.
Recorrido: Circular

Longitud aproximada: 18 km
Desnivel aproximado tanto de ascenso como de descenso: 800 m
Dificultad: Media
Tipo de camino: Veredas, sendas , carril y campo través.
A tener en cuenta:
1º) NO hay agua en todo el recorrido, así que conviene llevar mínimo 3 litros por persona.
2º) Este ruta coincide en gran parte con la mitad sur de la “Itinerario de Las Trincheras”, unos de los mas emblemáticos del esta zona de la Sierra de Huétor. No obstante, nuestra ruta, enlaza con varios recorridos del parque de gran belleza e importancia histórica, algunos de esto enlaces, se realizan mediante desvíos por senderos secundarios, que requieren de un gran conocimiento de esta sierra.
Fecha de realización y meteorología: Sábado 18 de octubre de 2014. Jornada de cielos despejados y temperaturas que llegaron a alcanzar los 25ºC al mediodía.
41 Parcitipantes: 26 socios entre los que se encontraban: Fidel “el Senderista Romántico”, Natalia “la Afortunada”, el Doctor Leal, Paco Jaime “El marqués de Cáceres”, Rosa “La Primera Dama”, Paco Castillo “El Generoso”, Eduardo “El Último Samurai”, Antonio “La Locomotora de Alhaurín”, José Manuel “El Hombre de los 101 km en 7 horas”, Marlen “La Perla de Venezuela”, Antonio Cano “Cocodrilo Dundee”, Manuel Esteban, Marilse, Rafael, Paqui, Maria Jesús “La Duquesa de Vaqueira Beret” que nos dejó atónitos con su preciosa poesía, Romualdo “El Trovador de la Senda” nombrado PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD por Marlen al día siguiente en facebook por su gran sensibilidad e insuperable recitar de poesías dedicadas a Federico García Lorca que nos puso los vellos de punta, Pepe “El Maestro Geobotánico”, la Rosa de Casarabonela, José Manuel Vázquez, Mariana Cruzado “Marita”, nuestros guías de lujo: Manuel Manzanares “El Cartógrafo de su Majestad” y Carmen, una vez mas cortando oreja y rabo con su magnífica ruta de coleccionistas, sólo apta para perfectos conocedores de esta Sierra, Mari Carmen López 8que se hizo socia en tan histórica jornada), “GPS-Chuckie” con los primeros síntomas de vejez y un humilde servidor: Juan Ignacio Amador.
+16 No socios, pero la mayoría de ellos con intención de fichar próximamente por el COMANDO PRESTON como: Ana Serrano “La Venus de Bottichelli”, Maria Jesús Prieto, Esther Gómez, José Raul, Raquel, Román Esteban, Paloma, Jesús, Fernano Maestre, Andrés Sedeño,  Isabel Delgado. Y llegando desde Sevilla: el Indomable Jaime, su hermana Maria del Mar “Wendy”, el cuñao: Juan Enrique Bolaños “El Profeta de Nervión”,
Bibliografía: Por Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle / IDEAL y Waste Magazine
Resúmen del itinerario:
1ª parte, SENDERO DEL BARRANCO DE VÍZNAR:
Tal y como estaba previsto, una vez finalizada la charla de inicio de ruta, en la mencionada  explanada descrita en el apartado “como llegar al inicio de ruta”, nos pusimos a caminar en dirección en dirección NE, por la solitaria carretera GR-3101, que conecta las localidades de Víznar  (1.100 m) y Alfacar (1.080 m), en cuya dirección caminábamos ahora, abandonando momentáneamente esta carretera, para tomar un camino paralelo que discurre unos cuantos metros por debajo a su izquierda, se trata del camino de la acequia de Aynandamar, magnífica acequia de aguas cristalinas que no dudó en probar de inmediato el impetuoso Chuckie, mientras pasábamos por las ruinas de un antiguo molino, que en el camino de regreso nos informó un paisano de Víznar fue el molino donde Federico García Lorca pasó sus última noche, esperando el angustioso amanecer de la mañana en la que lo fusilaron.
Unos 200 m mas allá el camino de la acequia nos obliga a retomar la carretera, pero por suerte es poco transitada y de hecho nos encontramos con mas vecinos y ciclistas por allí que con algún vehículo esporádico, mientras contemplábamos algunos edificios de Alfacar a nuestra izquierda (OESTE) por encima del barranco de Juan Torres, que separa a las dos localidades anteriormente mencionadas. Con las doradas hojas otoñales de los “plátanos que flanqueaban el camino” cual metáfora del paso del tiempo y los farallones rocosos de la vertiente sur del cerro de La Cruz, al que mas tarde subiríamos, después de dejar atrás una pronunciada curva, en el margen derecho de la carretera que ya abanábamos definitivamente, nos situábamos ante el cartelón de inicio de la ruta Barranco de Víznar. 
Sin que muchos compañeros de la ruta aún fueran conscientes, comenzábamos a ascender por la vereda, por donde eran conducidos encañonados y a culatazo limpio si era preciso, numerosos grupos de inocentes, escoltados por fanáticos pelotones de fusilamiento. Antes de darnos cuenta, llegábamos a un rincón del bosque, en plena falda de la sierra, dónde aún con los ojos cerrados puedes percibir la fuerza y el magnetismo de las almas que aún se encuentran atrapadas en ese lugar. 
Aún así para que a nadie se le pase desapercibido los hechos ocurridos en aquel lugar flanqueado de pinos, podemos observar numerosas placas conmemorativas con largas listas de inocentes fusilados, donde se reivindica la memoria a los caídos y que nunca jamás se vuelva a repetir aquella atrocidad de cuya cicatriz aún no nos hemos recuperado.
Pero afortunadamente entre tanto fanatismo de aquella España negra no tan lejana en términos históricos, la terrible represión de la Postguerra, los 40 años posteriores de Dictadura Franuista, mas otros 40 años de aparente Democracia, donde a cada año que pasa se descubren mayores y mas indignantes escándalos de corrupción y mangoneo por parte de unos y otros Aún queda gente con grandes valores humanos y con la suficiente inteligencia y sensibilidad para ponernos los vellos de punta, como nuestro querido y cada día mas admirado y aclamado amigo Romualdo, que aquel día mas que núnca hizo honor a su sobrenombre de “El Trovador de la Senda”. Y llegado a este punto de la crónica, hago un paréntesis, para poneros en situación, añadiendo en este texto el e-mail que él mismo me enviaba al día siguiente, pues entre muchas de sus cualidades se encuentra la de ser un hombre de palabra y aquí está, dicho y hecho:
Querido comandante:

La experiencia mágica de ayer me mantiene colgado de una nube: aquellos lamentos detenidos en el aire, aquel coro de silencios, aquel abismo que no cabía en el paisaje, el misterio que escondían mis lágrimasNo hay palabras para expresar tanta emoción. Todas las que me vienen me parecen sacrilegios. 
Más o menos, esto es lo que pasó:

(Barranco de Viznar)

Aunque mi filosofía consiste en ofrecer y no en obligar a recibir, hoy quiero pediros  cinco minutos de complicidad. Y es que necesito llorar a Federico aquí donde yacen sus restos, para cicatrizar la herida que abrió en mi alma su martirio. Quiero acabar con el luto. Alejar la tristeza. Olvidarme de fantasmas. Y despilfarrar la alegría que siento de haber conocido a la persona, al poeta y a su obra. Quiero disfrutar de ello y compartirlo con vosotros.

Como introducción poética, unos versos de Antonio Machado, rematados por otros dos de Pedro Salinas:

Se le vio caminando entre fusiles

por una calle larga,

salir al campo frío

aun con estrellas,

de madrugada.


Mataron a Federico

cuando la luz asomaba.

El pelotón de fusiles

no osó mirarle la cara.

Mataron al ruiseñor

tan solo porque cantaba.
 
No hay palabras para expresar mi reconocimiento a aquellos que han hecho posible este acto. Valgan dos gestos como símbolo de gratitud. Dos poemas. El primero lo ha escrito María Jesús, y dice así:

A FEDERICO

¡Camelia de amarga miel!

Sediento de amor puro,

viertes tu dolor, erguido.

Desdeñado y profundo.


La noche te arrastraba

hacia una luna de acero

que engullía con sus fauces

la fragilidad de tu cuerpo.

 Granada te aguardaba


para observar de lejos,

por siempre tu voz quebrada

al antojo de un mal viento.

Descargaron los fusiles,

furtivos y a despecho.


¿Es que acaso no sabían

que tus versos son eternos?

El amanecer te trajo

una aurora de espinas:

Flor de azufre entre guadañas

en el barranco de Viznar.


El cielo llora la infamia.

¡Que el llanto apague la ira

y que cuelguen en su fosa

candiles de plata fina!


María Jesús

El otro pertenece a la obra de Federico. Es la segunda parte de su Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. Se titula La sangre derramada, y es una muestra del dolor que le produce la muerte repentina del amigo, y del pánico que siente al ver correr su sangre. Dolor y pánico que yo también siento al imaginar la sangre que se derramó aquí mismo hace ya casi ochenta años. Por eso lo he elegido.

 LA SANGRE DERRAMADA

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,

que no quiero ver la sangre

de Ignacio sobre la arena.


¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.

Caballo de nubes quietas,

y la plaza gris del sueño

con sauces en las barreras.


¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.

¡Avisad a los jazmines

con su blancura pequeña!


¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo

pasaba su triste lengua

sobre un hocico de sangres


derramadas en la arena,

y los toros de Guisando,

casi muerte y casi piedra,

mugieron como dos siglos

hartos de pisar la tierra.

No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio

con toda su muerte a cuestas.

Buscaba el amanecer,

y el amanecer no era.


Busca su perfil seguro,

y el sueño lo desorienta.

Buscaba su hermoso cuerpo

y encontró su sangre abierta.


¡No me digáis que la vea!

No quiero sentir el chorro

cada vez con menos fuerza;

ese chorro que ilumina

los tendidos y se vuelca

sobre la pana y el cuero

de muchedumbre sedienta.


¡Quién me grita que me asome!

¡No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos

cuando vio los cuernos cerca,

pero las madres terribles

levantaron la cabeza.


Y a través de las ganaderías,

hubo un aire de voces secretas

que gritaban a toros celestes

mayorales de pálida niebla.


No hubo príncipe en Sevilla

que comparársele pueda,

ni espada como su espada

ni corazón tan de veras.


Como un río de leones

su maravillosa fuerza,

y como un torso de mármol

su dibujada prudencia.


Aire de Roma andaluza

le doraba la cabeza

donde su risa era un nardo

de sal y de inteligencia.


¡Qué gran torero en la plaza!

¡Qué buen serrano en la sierra!

¡Qué blando con las espigas!

¡Qué duro con las espuelas!

¡Qué tierno con el rocío!

¡Qué deslumbrante en la feria!

¡Qué tremendo con las últimas

banderillas de tiniebla!



Pero ya duerme sin fin.

Ya los musgos y la hierba

abren con dedos seguros

la flor de su calavera.


Y su sangre ya viene cantando:

cantando por marismas y praderas,

resbalando por cuernos ateridos,

vacilando sin alma por la niebla,

tropezando con miles de pezuñas

como una larga, oscura, triste lengua,

para formar un charco de agonía

junto al Guadalquivir de las estrellas.


¡Oh blanco muro de España!

¡Oh negro toro de pena!

¡Oh sangre dura de Ignacio!

¡Oh ruiseñor de sus venas!


No.

¡Que no quiero verla!

Que no hay cáliz que la contenga,

que no hay golondrinas que se la beban,

no hay escarcha de luz que la enfríe,

no hay canto ni diluvio de azucenas,


no hay cristal que la cubra de plata.

No.

¡¡Yo no quiero verla!!

El respeto, el silencio y la complicidad de todos, devino en catarsis colectiva. La emoción nos igualó y se produjo el milagro que pretende la poesía: la belleza.

A partir de aquí, el recorrido por la sierra se convirtió en un paseo mágico que volveré a recrear  cada vez que lea tu esperada crónica. 
Después de leer tan magníficas poesías y la puesta en escena del antes, durante y el después, con palabras tan magistralmente expresadas por parte de Romualdo “El Trovador de la Senda” cuyas dicción y recitar aún tengo muy frescos en mi memoria. Siento que mis palabras suenan mas torpes que nunca, reduciendo mi crónica a una modesta redacción que apenas alcanzará a reflejar la gratificante y casi metafísica experiencia que compartimos todos los allí presentes de la mano experta de Carmen y Don Manuel Manzanares que con tanto mimo, acierto y cariño diseñaron esta ruta, que difícilmente olvidaremos, quienes en ella tuvimos el privilegio de participar por el cúmulo de situaciones vividas en aquella ruta, tan rica en paisaje, como en historia.
Finalizadas las poesías, sentida y merecidísima ovación entre palabras de elogio y emoción generalizada. Foto de grupo en tan histórico lugar y retomamos la marcha, siguiendo el sendero que continuaba ascendiendo junto a las pasarelas de madera de la parte alta de aquella especie de anfiteatro, llegando en escasos minutos a las inmediaciones del puerto del lobo, donde un helicóptero azul y amarillo de la brigada contraincendios, velaba armas a la espera de alguna llamada de emergencia.
2ª parte, SENDERO DE LA CRUZ DE VÍZNAR, S.L.-A-123:
Desde las inmediaciones del puerto de Lobo, parte este sendero circular que coincide en parte con nuestro recorrido, concretamente en este tramo afrontamos dos kilómetros de ascensión casi continua, que sin embargo, se realizan de forma muy llevadera gracias a su trazado escalonado, bajo la sombra del cada vez mas denso pinar, con bonitas vistas hacia toda la Vega de Granada con Alfacar siempre a nuestros pies y las jorobas de Sierra Elvira siempre al oeste, balizas de madera del S.L.-A 123, nos confirman que vamos por el camino correcto, en algunos claros del bosque, al mirar hacia arriba de la ladera, podemos ver la silueta de la Cruz de Viznar, rematando la peña caliza que nos da la referencia de nuestro siguiente objetivo.
Superado un collado, tras el cual teníamos un pequeño tobogán descendente a modo de tregua en pleno tramo de ascensión, llama la atención una piedra vertical a modo de gran falo erecto, que en tiempos del Hombre de Neandertal bien pudo ser adorado como símbolo de fertilidad. La subida continúa, pero el esfuerzo se sobrelleva muy bien, gracias a la generosa sombra de los pinos, hasta que llegamos al collado de Víznar (1.484 m), lugar estratégico del parque por ser encrucijada de cuatro caminos. 
Por un lado el sendero por donde venimos que conecta con el puerto del Lobo, por otro lado el que desde aquí parte de frente (yal y como nosotros llegamos, que es el que coincide con el sendero de la Cruz de Viznar, por otro lado el que se prolonga en dirección norte, hacia la cueva del Agua y por otro lado el que se desdibuja sobre el prado que allí nos encontramos y que nos lleva hasta los pies de la peña caliza, que tenemos a unos 300 m al SUR, donde podemos observar la todavía, delgada silueta de la Cruz de Viznar propiamente dicha, hacia donde la mayor parte del grupo dirigimos nuestros pasos, no sin antes recrearnos con el despreocupado vuelo a escasa distancia nuestra de una bonita mariposa Papilio machaon, que se estaba pegando un festín con todas y cada una de las flores de otoño que se encontraba a su paso.
Como íbamos diciendo la atalaya donde se encuentra la Cruz de Viznar (1.559 m), es una peña caliza, que desde el cruce de senderos, a penas es una pequeña atalaya, a cuyos pies un cartel nos advierte sobre el peligro de caídas, a pesar de que en tan sólo un par de ocasiones nos ayudaremos de las manos, para progresar mas fácilmente, si bien, nunca está de mas este tipo de advertencia, pues tampoco está expuesto de zonas con cierto vuelo, que pueden llegar a ser muy resbaladizas en caso de lluvias o nevadas.
Desde poco después de la reconquista de Granada por parte de los Reyes católicos, una cruz fue colocada en esta atalaya, con el objetivo de localizar el punto más alto dentro del territorio del pueblo y como señal protectora ante posibles desastres. Durante su historia ha sido cambiado varias veces, anteriormente fue de madera y actualmente es de hierro. La cruz que anterior a la actual de hierro, era de madera de pino, tenía una altura de unos cuatro metros y unos dos metros de ancha de escuadría era de 20 por 6 cm
Esta cruz se traslado desmontada por carretera hasta el Puente de La Umbría, en un vehículo todo terreno y posteriormente fue cargada por un grupo de vecinos, a través de una vereda que conduce hasta este emplazamiento, allí se monto con la ayuda de muchos vecinos del pueblo, que acudieron a modo de romería repartiéndose un buen número de bocadillos y bebiendo agua de la fuente del Collado
Ni que decir tiene que desde esta atalaya tenemos una panorámica privilegiada del parque natural de la Sierra de Huétor hacia el ESTE y hacia el NORTE, con magníficas vistas al SUR y SURESTE de la mayor parte del cordal de los Tresmiles de Sierra Nevada, y al oeste y SUROESTE, la ciudad de Granada con su vega, a nuestros pies: Viznar y Alfacar, mas allá la sierra de Elvira, por encima de ésta La Parapanda y cerrando el horizonte al SO: Sierra Tejeda, Alhama, Almijara y la sierra de Loja.
3ª parte, DE LA CRUZ DE VIZNAR A LA CUEVA DEL AGUA
Una vez finalizada la sesión de fotos colectivas, individuales y paisajísticas, regresamos sobre nuestros pasos, hasta el collado de Viznar (1.484 m) y desde allí tomamos el sendero que se dirige hacia la Cueva del Agua, abandonándolo unos 100 m mas allá, para remontar una pequeña crestería a nuestra izquierda, ascendiendo campo través hasta alcanzar una primera elevación de 1.553 m que volvimos a descender por la vertiente contraría, manteniendo en todo momento dirección NOROESTE, encarando inmediatamente después la ascensión al punto mas alto de la zona, es decir, el cerro de La Cruz (1.580 m) donde mas de uno empezaba a notar el gran desnivel que habíamos salvado en apenas 5 km de ruta que llevábamos hasta este punto.
Nada mas abandonar esta cumbre secundaria, iniciamos el descenso por un pequeño bosquete de pinsapos que destacaba en medio del extenso pinar que predomina en casi toda la sierra. Encontrándonos en un tramo del camino, con unas curiosas setas de pequeño tamaño que crecían sobre las piñas que llevaban largo tiempo en el suelo, “vida sobre la muerte” una metáfora de la esperanza, pues en aquella jornada el paisaje estaba impregnado de poesía y la poesía de paisaje.
Después de atravesar un tramo de bosque algo cerrado donde el denso pinar parece cerrarnos el paso, continuamos por el sendero que en este tramo coincide con la cañada Real de la Cuna, de dócil caminar entre suaves ascensiones bajo el denso pinar y pequeñas planicies a campo abierto, hasta que en la parte alta del camino hay una vieja casa de piedra, que albergaba un transformador eléctrico. Es el punto donde se contempla ya la vertiente ESTE de la Sierra de Huétor, y desde donde, a la derecha, parte el sendero que comunica la Alfaguara con dos de los grandes picachos de la zona, el de las cruces de los Maestros y el de la Cruz de Víznar. Unos cien metros más allá llegamos a una bifurcación, donde nos encontramos el mirador de la cueva del Agua y el acceso a la cavidad.
El mirador dispone del típico panel descriptivo del paisaje, donde se nos muestran las siluetas de la sierra con los nombres de los montes, y al SURESTE, a la derecha del mirador, la sempiterna silueta de Sierra Nevada sobre la que ya habían caído las primeras nieves del otoño. Desde este mirador obtenemos preciosas vistas hacia el corazón del parque,  donde las hileras doradas de las chopos delataban la presencia de los arroyos, contrastando con el verde predominante que cubría la mayor parte del paisaje, hasta la lejana crestería caliza de Sierra Harana, donde podíamos distinguir desde el Telégrafo de Orduña, el peñón de la Mata, el peñón del Jorobado o el Majalijar entre algunos de los montes mas destacables al NOROESTE de este parque.
Y a nuestra espalda, un angosto pasillo horadado en la roca, cual improvisado paso de Las Termópilas, que en apenas 20 m nos conduce hasta la entrada de La Cueva del Agua, cuya entrada esta protegida por una gran verja anti vandálica, pues por desgracia la mayoría de las cuevas que tienen un acceso cercano a algún camino bien marcado han sido expoliadas, con la mayoría de las estalactitas y estalagmitas destrozadas o salvajemente arrancadas de su sitio.
Y es que aunque España es un país maravilloso en muchos sentidos, por desgracia, la conciencia ecológica, no ha sido precisamente un rasgo muy común en la mayoría de los españolitos de a pie. Pero por fortuna, de un tiempo a esta parte, parece que se empieza a tomar conciencia. Aprovechando una abertura en el margen inferior derecho, no estamos desvelando nada que no se observe a simple vista, parte del grupo entramos en su interior de forma muy respetuosa, recreándonos en sus magníficas paredes donde todavía se observan algunos restos característicos de estas galerías, donde nos llamó la atención una especie de pequeño escenario escalonado, como si fueran a colocar allí un piano o un órgano, en plan “Rick Wakeman” en su mítico álbum: “Journey to the Centre of the Earth” (1974) grabado en el interior de una cueva.
Se trata de una gruta que fue poblada durante el Neolítico y que en teoría, ahora sólo se puede contemplar a través de una gran reja que ha tenido que instalarse para evitar actos vandálicos y proteger el patrimonio geológico, estalactitas y estalagmitas que posee, y las colonias de murciélagos de herradura y murciélagos de ‘patagio’ aserrado que habitan en su interior. Esta entrada a la cueva, a la que solo se podía acceder desde la parte superior del cerro, fue abierta artificialmente, como inmediatamente detectó el maestro Geobotánico Don José Guerrero,  para poder llevarse los frutos del expolio que se perpetró en los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Es una gran sala que desciende hacia el interior de la tierra. No tiene pasadizos ni galerías, es una cavidad abierta en la que se oye el sonido de decenas de gotas de agua que caen desde el techo y que, con el paso de los milenios, han creado columnas de estalactitas unidas a estalagmitas. La mayor de ellas, de ocho metros de diámetro, situada en el centro de la cavidad, fue cortada por completo para utilizarla como elemento de decoración en la ciudad. 
Por desgracia este pasillo fue excavado en la roca caliza para poder expoliar su riqueza geológica,  ágatas y grandes estalactitas, que desde entonces adornan, troceadas, algunos establecimientos comerciales y edificios de la ciudad de Granada. La verdadera entrada de la gruta solo era posible desde la cima, tras las encinas, matorrales y quejigos que durante milenios la ocultaron a la vista de quienes recorrían el sendero entre la Alfaguara y la Cruz de Víznar. 
Un rincón mágico que aún conserva gran encanto, a pesar de los expolios la cueva se ha convertido en un referente del paso de la historia en la sierra de la Alfaguara, y es un punto de especial afluencia de senderistas, naturalistas, e incluso grupos de escolares que visitan este paraje del Parque Natural de la Sierra de Huétor. A mediados del siglo XX se describieron elementos geológicos, restos fósiles de fauna y flora del Pleistoceno Medio (hace algo menos de un millón de años), y una especial biodiversidad vegetal y animal que en gran parte aún se conserva en su entorno. 
4ª parte, DE LA CUEVA DEL AGUA A LA CUEVA DEL GATO:
Finalizado el almuerzo frente al panel descriptivo del Mirador de la Cueva del Agua, nos pusimos en marcha a través de un sendero que en dirección NE, nos llevo en sentido descendente a lo largo de unos 400 m en la antigua de La Cuna, que abandonamos, para trochar una pista secundaria manteniendo en todo momento rumbo NE, dejando a nuestra izquierda el Campamento Juvenil de La Alfaguara, de donde nos llegaban voces a unos 100 m de distancia a través de la vegetación. La trocha en algunos tramos discurre por un antiguo sendero, cuyo descenso se hace algo abrupto y empinado, con alguna que otra cárcava en el centro del mismo por las correntías del invierno. Abundan por esta zona, las jaras de color morado, e incluso algunos ejemplares de cardo granadino, Carduus platypus granatensis, una subespecie endémica  del sur peninsular, de tallo alto con sus ‘alcachofas’ coronadas de un intenso color rosado y morado. 
Atravesamos ahora en suave descenso una zona de alta densidad de pinar que en su día, casi anuló por completo la vegetación original, pero en los últimos años, tras programas de limpieza y clareo de los bosques, los pinares se han llegado a naturalizar y han iniciado una nueva etapa en la que el matorral mediterráneo comienza a adueñarse del paisaje. Dependiendo de la época del año pueden encontrase agradables sorpresas como la presencia de diversas especies de orquídeas ibéricas, entre ellas Limodorum abortivum, también llamada orquídea abortiva, que tiene la característica de alimentarse de materia vegetal en descomposición, por lo que no realiza la función de fotosíntesis y no es verde como otras plantas, sino de colores morados y blancuzcos.  
Hasta que en poco mas de 25 minutos, venimos a salir a la pista que conecta dos de las áreas recreativas mas importantes de este parque, por un lado La Alfaguara, a la que llegaríamos en 5 minutos si tomamos esta pista a la izquierda y por otra parte el área recreativa del Puerto del Lobo, situada a unos 6 km en dirección SUR, es decir, tomando esta pista a la derecha, tal y como hacemos nosotros, si bien como se va a comprobar mas adelante, tomamos algunas variantes para enriquecer mas el recorrido.
El punto donde enlazamos con esta pista, es el mas septentrional de todo el recorrido, y a partir de ahora empezamos un cómo y suave descenso por la bien asentada pista, que nos permite disfrutar de amplias panorámicas del parque sobre el conjunto de valles donde se forma la cabecera del río de río Darro, que es el que discurre paralelo al famoso paseo de Los Tristes a los pies del Generalife en una de las zonas con mas embrujo de Granada capital. Al fondo el cordal de los tresmiles de Sierra Nevada, casi al completo, desde el cerro del Caballo, hasta el Picón del Jeres, pasando por el Veleta, Mulhacén, Alcazaba, etc… un paisaje majestuoso, nada menos que el techo de la península, con su primer manto blanco en las alturas.
Cabe mencionar las magníficas vistas de las que podemos disfrutar al llegar a la curva donde se encuentra el mirador de Viznar,donde dentro del paisaje anteriormente descrito   destaca justo frente a nosotros un cerro conocido como La Loma de Las Tejoneras, a cuyos pies discurre el sendero que formó parte de otra ruta que realizamos en esa zona del parque en enero 2013 y que podéis ver pinchando en el siguiente enlace:
Hasta el mirador de Viznar la pista nos llevaba en dirección SE y a partir de aquí gira hacia el SO, de tal manera que a nuestra izquierda, en dirección SUR, ya podemos empezar a divisar cada vez con mas claridad el emplazamiento del estratégico cerro del Maullo, al otro lado del barranco de La Umbría, en cuyo denso pinar volvemos a sumergirnos, tan pronto como abandonemos la pista al llegar a una cerrada curva de horquilla a la izquierda, donde abandonamos la vista, atrochando por un sendero, que nos lleva a una pista secundaria, desde donde parte el recóndito y casi perdido sendero que nos lleva a la cueva del Gato, uno de esos rincones de coleccionistas, solo al alcance de los mejores guías expertos en este parque.
 Aunque geológicamente, al menos a simple vista, esta cueva no parece tan interesante como la cueva del Agua, pues parece una cavidad mas destartalada, aunque mantiene numerosos restos de estalactitas y estalagmitas, así como numerosas tobas calcáreas, también tiene su encanto. Pero para que nadie echara de menos la magia en este lugar, ahí volvió a surgir la persona de Romualdo “El Trovador de la Senda” a quien con mucho gusto vuelvo a ceder la palabra.
Manolo me pidió que al regreso recitara otro poema en aquella fosa común. Se lo prometí. Pero la Providencia corrigió el guión, pues cuando subí a la Cueva del Gato y entré en aquella especie de templo, comprendí que era el escenario ideal para ese último acto poético. Así parecían entenderlo cuantos se encontraban en su interior, pues distribuidos en improvisado anfiteatro me observaban esperando una respuesta. No me hice esperar y me arranqué con el
ROMANCE SONÁMBULO
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.

Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.

Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.

La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.

¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,

verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.



Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.

Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.

Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.

¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.

Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.

Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.

Barandales de la luna
por donde retumba el agua.


Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.

Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.

Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.

¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.

La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

Después de esto perdí definitivamente el contacto con el suelo y me colgué de una nube de la que todavía no he bajado. Un abrazo.
Tras estas palabras, solo me queda volverme a quitar el sombrero y dedicarle otro aplauso seguido de un emocionado abrazo al Maestro Romualdo, pues una cosa es leerlo y otra mucho mas intensa, haber tenido el privilegio de estar allí en vivo; viéndolo y escuchándolo.
5ª parte, DE LA CUEVA DEL GATO A LAS TRINCHERAS DEL CERRO MAULLO:
Una vez finalizada la poesía del maestro y tras la sonora y merecida ovación, regresamos sobre nuestros pasos, hasta el pie de la mencionada pista secundaria, donde se habían quedado algunos compañeros que nos permitieron disfrutar de un servicio de “consigna de lujo para no tener que llevar las mochilas hasta la cueva. Si bien la distancia desde este punto era de unos 200 m y el desnivel, de no mas de 50 de ascensión.
Llegados a un cercano cruce de balizas, retomamos la pista principal que describe una amplia curva SE-SO y nos dejaba ya muy cerca del área recreativa del Puerto del Lobo, pero antes tomamos un desvío a la izquierda, para ascender a la histórica atalaya donde se encuentran situadas las estratégicas trincheras del cerro del Maullo (1.329 m),
A donde llegamos remontando o atrochando varios tramos de zig-zag, mediante el que llegamos a la parte alta del cerro, la vertiente cambia y volvemos a disfrutar de amplias vistas hacia el sur y el oeste. Al fondo aparece el gran macizo de Sierra Nevada y gran parte de la Vega de Granada. Llama la atención la línea de la autovía A-92, con el enorme puente sobre el Darro en Huétor Santillán, que desde aquí tenemos a nuestros pies. 
Desde ese punto el camino continúa hacia el este, manteniendo altura y con la vista puesta en un pequeño promontorio en el que no parece haber construcción alguna. Pero de inmediato, aparece un pequeño pasillo entre las piedras, un camino protegido por un muro de piedra que, de derecha a izquierda, rodea la cima. Hay que entrar en ese pasillo para llegar a las trincheras, nidos de ametralladoras, estancias y túneles. A solo una docena de metros, la primera salida del pasadizo accede a un punto de observación almenado que cae sobre Huétor. 
Si continuamos, a pocos pasos, otro cubículo aterrazado se sitúa sobre el valle del Darro, sobre un gran acantilado de decenas de metros de altura, desde el que se divisa la totalidad del barranco, los montes del parque y los accesos desde la sierra a Huétor y a Granada. Y desde allí, los pasillos atrincherados que comunican las diferentes estancias e instalaciones de toda la zona defensiva. Andar por su interior es adentrarse en otra época y recibir extrañas sensaciones. Los pasillos han sido cavados en las rocas con una profundidad que permitiese cubrir por completo la altura de un hombre. 
Hasta aquel momento creí erróneamente habían sido construidas por combatientes del bando Republicano, pero no es así. resulta que, con el objetivo de tomar la fábrica de pólvora de El Fargue, que no tuvo éxito, Huétor Santillán fue uno de los principales puntos calientes en el comienzo de la Guerra Civil. La provincia de Granada fue tomada prácticamente por los nacionales desde el mismo momento del alzamiento nacional, experimentando su población durante los primeros meses una represión durísima, que por desgracia también se llevó por delante al Gran Maestro Universal Don Federico García Lorca. Fueron muy numerosas las trincheras del Bando Nacional, situadas en su mayor parte en Viznar, sin embargo son las de origen Republicano las que mejor se conservan, situándose en este caso, su mayoría, en el municipio de Huétor Santillán.
Todavía quedan muchas de estas trincheras diseminadas a lo largo de la sierra, presidiendo cerros o cruces de caminos, sin ser considerados monumentos, dan fe no obstante, de una parte de nuestra historia, de la que fue protagonista de excepción el Parque Natural de la Sierra de Huétor. Muchas de ellas se encuentran semidestruídas, víctimas del abandono y del olvido, aunque actualmente se estudia su explotación como recursos turísticos, a través de la elaboración de una ruta cultural, por su doble función de memoria histórica y como fantásticos miradores naturales que nos ofrecen unos espectaculares paisajes de la zona y del entorno, ¿quién se lo iba a decir a quienes las construyeron y quienes en ellas libraron tan encarnizados enfrentamientos, sufrieron, padecieron y maldijeron en tan fraticida enfrentamiento?.
Cuenta una leyenda que en el crepúsculo, al amanecer y anochecer, entre dos luces, se oían unos largos y extraños maullidos. Es lo que aseguraban algunas personas que a esas horas coronaban la cumbre de uno de los picachos más conocidos de la Sierra de Huétor. Afirman que es la energía residente de los soldados que durante la Guerra Civil vivieron y murieron en ese cerro horadado por las trincheras, donde la forma de comunicarse entre ellos, e incluso ser oídos por sus compañeros en otras cimas cercanas, era la de lanzar maullidos, maullar como si de gatos monteses se tratase para dejar claro que estás vivo. Es la razón por la que el cerro situado sobre la localidad de Huétor Santillán, sobre el barranco por el que discurren los primeros tramos del río Darro, se llama Cerro del Maúllo (del verbo maullar).
Ahora, 78 años después del fin de la contienda, sobre la cumbre lo que afortunadamente oímos con mas frecuencia es el canto insistente de pinzones sobre las copas de los pinos, colirrojos entre los roquedos, jilgueros en los chaparros y el alejado grito de las rapaces sobre los picachos. Unos sonidos que se mezclan con las voces y pasos de excursionistas, escolares y montañeros, que han hecho del cerro del Maúllo uno de los lugares más visitados del Parque Natural de la Sierra de Huétor, una cima a la que es muy fácil llegar y que incluso cuenta con visitas guiadas que parten desde el centro de visitantes del parque en la zona conocida como Puerto Lobo. Vive Dios que en esta atalaya aún se percibe la fuerza y el drama de los espíritus de quienes aquí lucharon, murieron y padecieron y que parecen haber quedado atrapados en este lugar que invita a la reflexión, mentras nos recreamos con el paisaje o caminamos entre túneles, pasadizos, trincheras y antiguos nidos de ametralladoras.
Desde estas trincheras se escribieron cartas a madres y a novias que coincidían en afirmar: tengo una cita con la muerte. Cartas pasionales y patrióticas, henchidas de idealismo en sus comienzos. Sus autores eran jóvenes que ignoran el matadero al que se dirigían, sin apenas entrenamiento ni formación militar. A medida que avanza la contienda las palabras se tornan sombrías, teñidas de desengaño y desilusión.
6ª parte, DE LAS TRINCHERAS DEL CERRO MAULLO A VIZNAR POR EL BOSQUE DE CEDROS
Una vez finalizada esta visita, casi cultural y realizada a modo de relax y meditación colectiva, iniciamos el descenso regresando sobre nuestros pasos, caminando entre estos pinares de repoblación que se realizaron en la década de los sesenta del siglo XX y que sufren problemas de viabilidad a causa de la gran densidad de los árboles que ha provocado que muchos de ellos estén secos, aunque forman parte de los planes de mejoras forestales que tiene en marcha la Consejería de Medio Ambiente desde 2012 y que ya han clareado otros bosques del mismo parque natural.
La vegetación mediterránea es la clave de gran parte del recorrido. El amarillo de la aulagas, y el morado de las flores de la llamada jara blanca, es omnipresente. Se le suma el verdor de las hojas de las encinas que a final de primavera y en los inicios del verano muestran sus pequeños racimos de flores ocres. A lo largo de este itinerario podemos observar algunas huellas y cagadas de zorros y jinetas, y tierras removidas por grupos de jabalíes alrededor de los árboles y arbustos. Al llegar a las inmediaciones de la pista principal, distante unos 800 m desde la cumbre, tomamos un sendero que sale a la izquierda y que atraviesa un pequeño, pero precioso bosque de cedros. Pasear bajo este pequeño, pero tupido bosque de jóvenes cedros, es trasladarse a los bosques del norte de África, a las montañas del Atlas, donde el Cedrus atlantica, tuvo su origen antes de ser utilizado para repoblaciones en las cordilleras béticas del sureste de la península Ibérica. La sensación es extraña, las enromes ramas de estos árboles casi no dejan pasar el sol. Sus troncos marcan las lindes de un recorrido por el interior de un bosque naturalizado. Estos cedros proceden del parque botánico conocido como “Arboretum de  la Alfaguara”, que se encuentra en el corazón del Parque Natural de la Sierra de Huétor, el recuerdo vivo de las tareas de regeneración forestal que cambiaron la fisonomía y los ecosistemas de estas montañas en la segunda mitad del siglo XX salta a la vista en cada rincón, habiéndose convertido este parque en el pulmón de la provincia de Granada. Árboles que junto a pinos de diferentes especies, arces, álamos, e incluso frutales, han crecido y reproducido en este espacio hasta formar un verdadero bosque en el que sorprende encontrar una pequeña alameda junto a grupos de cipreses, ecosistemas húmedos cerca de las viejas acequias, e incluso comprobar como el encinar recuperó territorios de los que fue expulsado.Antes de darnos cuenta, dejamos atrás el bosque de cedros, llegando a renglón seguido al puerto del Lobo, completando de esa manera el trazado circular de la ruta, si bien, todavía nos quedaba por visitar una zona por donde no habíamos pasado esa mañana y que “El cartógrtafo de su majestad” nos tenía reservado como una sorpresa: la Venta Merendero, que se encuentra en la zona alta del área recreativa del puerto del Lobo, donde la mayoría se dio un buen homenaje, repartidos entre las mesas y los corros que formamos en su desgarbada terraza, disfrutando de una agradabilísima temperatura, la desenfada y agradable charla post-ruta. 
Casi con pereza, nos volvimos a poner en marcha, pues aunque alguno que pudiera ir un poco despistado, creyera que ya estábamos cerca de los coches. Aún quedaba por recorrer, los dos kilómetros que nos separaban de Viznar, regresando sobre nuestros pasos, tan pronto como atravesamos el área recreativa bajo las hojas doradas de los nogales, donde jugueteaban los chavales, mientras numerosas familias apuraban la última hora de la tarde alrededor de las mesas de camping, que pronto dejamos atrás, para continuar descendiendo hacia la fosa común donde yacen los restos de Federico García Lorca y desde allí regresar sobre nuestros pasos, volviendo a pasar por delante de losrestos del molino donde pasó su última noche (en la imagen de arriba), mientras contemplábamos la melancólica puesta de Sol sobre la vega de Granada, en aquella jornada de intentas emociones con olor a pino y sabor a poesía.
Crónica dedicada a nuestra glamourosa amiga Maria Jesús Rider "La Duquesa de Baqueira Beret" y a nuestro admirable y aclamado amigo Romualdo Estévez "El Trovador de la Senda" (en esta fotografía).

1 comentario :

  1. Pedazo de ruta que sirve de pistoletazo de salida al programa de este año, los ocho bosques mágicos de Andalucia.Felicidades al grupo y enhorabuena a los organizadores. Es un honor poder compartir aventuras con cada uno de vosotros, y especialmente en esta ruta con Romualdo y Maria Jesús. Orgullosos deben de estar de vosotros todos esos chavales que han tenido el privilegio de ser alumnos vuestros.

    ResponderEliminar