
Un año mas nos dimos cita en Benahavis para realizar en esta ocasión el noveno descenso de “Las Angosturas del Guadalmina”, desde que viniera por primera vez con mis sobrinas en el 2002. Por aquel entonces Benahavis era sin lugar a dudas, no sólo uno de los pueblos mas bonitos de Málaga, sino de toda Andalucía, rebosante de arquitectura tradicional con sus encaladas casa y sus macetitas colgando de todos los balcones, como si de un concurso de patios cordobeses se tratara, el verde lo rodeaba por todas partes, con el Cerro de Montemayor al Suroeste, al que se subía por un bonito camino que nos ofrecía preciosas vistas de Benahavis en su primer tramo, llevándonos hasta la mismísima cumbre del cerro donde se encuentran las ruinas de la fortaleza de Ben Havis y desde se contemplaba un

amplio tramo de la costa occidental malagueña, incluyendo Gibraltar y la costa de África al otro lado del Mediterráneo y al norte la Sierra de Las Nieves, con el Pico de Sierra palmitera en primera plano. Era un bonito recorrido éste de Benahavis-Cerro de Montemayor, donde no te encontrabas ni una sola edificación hoy en día, la bestial sobre explotación urbanística a la que ha sido sometida Benahavis con la especulación de terrenos rústicos y espacios naturales protegidos, convertidos en urbanos de la noche a la mañana, así como el blanqueo de dinero y la cantidad de maletines que han pasado por debajo de la mesa de su Ayuntamiento, han transformado lo que fue el precioso pueblo de Benahavis en una urbanización a gran escala, destrozando totalmente la fisonomía del pueblo, con interminables hileras de casas adosadas y villas de lujo.

Otra de las terribles consecuencias a la que ha dado lugar esta desmesurada expansión urbanística en tan corto espacio de tiempo es la cantidad de agua que se le roba al río Guadalmina, que en mis primeros años de visita (con menos lluvias de las que ha habido este año) bajaba a tope de agua hasta bien entrado el mes de mayo, incluso junio. Desde la misma carretera ya te llegaba el sonido del agua fluir con fuerza hacia Las Angosturas, “La Poza de Las Mozas” estaba a tope de agua cristalina permanentemente alimentada por una cascada que no era mas que la primera, de una preciosa sucesión de santos de agua, a través de este auténtico monumento natural conocido como “Las Angosturas del Guadalmina”, por donde hoy tan sólo pasa un hilillo de agua, en comparación con lo que aquí vimos en su día.

Y para terminar con esta breve reflexión de lo que en su día fue el modélico y precioso pueblo de Benahavis y en el monstruo urbanístico en el que hoy se ha convertido, no podríamos pasar por alto el macro-proyecto con varios campos de golf (en plural), parcialmente terminados que ya existen desde el ensanche del cauce del río Guadalmina (donde ya terminan “Las Angosturas”) hasta el mismo límite de su término municipal con San Pedro de Alcántara, robándole al río todo su caudal. Un río que salvo en caso de lluvias torrenciales, siempre permanecerá seco en su último tramo, sin que nadie pueda sospechar: que si no fuera por la sobre de su cauce, tendríamos el cuarto río mas caudaloso de la provincia después del Guadiaro, Genal y Guadalhorce.

Dicho lo cual no es de extrañar que al llegar al punto de encuentro Reinaldo y Manuela, que para no variar habían llegado los primeros, me preguntaran si yo estaba seguro de si el río llevaría agua, puesto que a pesar de lo cerca que nos encontrábamos de su cauce, no se escuchaba el mas mínimo sonido de agua y para colmo algunos tramos se veían secos. Algo totalmente impensable hasta hace pocos años y mucho menos en estas fechas primaverales. A pesar de ello, tal y como los compañeros iban llegando se iban enfundando los neoprenos que en muchos casos se estrenaban tras la correspondiente compra en “decathlon”. Pero al pasar junto a la fuente que nos había servido como punto de encuentro aprovechamos para hacernos la primera foto de grupo, mientras la gente se colocaba, nuestro ínclito amigo “Carlitos” no dudo en meterse en la fuente, a pecho descubierto (por si acaso no había agua en el río). Hecha la primera foto, giro de 180 º sobre nuestros pies, para prácticamente desde el mismo lugar hacer otra foto del grupo con las primeras paredes de las angosturas al fondo.

Nada mas bajar por las escaleras de piedra que nos conducen a “La Poza de las Mozas” se confirmaron nuestros peores temores, el río bajaba prácticamente seco, de hecho al llegar a dicha poza, que es, desde donde tradicionalmente se inicia el recorrido sólo había la profundidad suficiente para tirarse desde la piedra alta, desde donde “El Senescal de la Bahía” nos sorprendía con un doble picado invertido y Manolo Supersónico con un mortal hacia atrás y doble tirabuzón, desde las otras rocas mas bajas: Carmen, Mariluz Pies de Gato, La Corsaria de Levante y algunos mas optaron por unos saltos al estilo “Albóndigas en remojo”. Y en remojo

nos pusimos prácticamente todos iniciar el resbaladizo descenso por el ya conocido “Paso del Mojón”, llamado así porque se ve que es el lugar favorito de todos los cagones domingueros que se van a abañar a “La Poza de las Mozas”. Pero afortunadamente se trata de un tramo de destrepe lo suficientemente dificultoso, como para que la mayoría de la gente se aventure a seguir bajando, razón por la cual, rara vez nos encontraremos con una sola persona ajena a nuestro grupo en todo el recorrido, salvo alguna empresa de multi-aventuras, por tratarse de un lugar aparentemente inaccesible. Unos con la ayuda de la cuerda que sostenía “El Indomable Jaime” desde arriba y otros sin ella todos fuimos bajando por el angosto embudo rocoso que nos llevaba al siguiente nivel de este descenso de las angosturas que siempre se termina convirtiendo en una “jinkana”.

Si bien el tradicional baño en “La Poza de las Mozas” es optativo, ya que se puede rodear por el roquedo, el siguiente tramo acuático que nos encontramos después del destrepe ya te obliga a meterte como mínimo hasta cintura. Aún así en esta primera parte del recorrido, cuando al río le roban bastante agua, como nos ocurrió este año, caminamos por las piedras y por las rocas del cauce sin apenas mojarnos, ya que a penas corre un hilillo y quienes lo realizan por vez primera, comienzan a dudar de que hasta que punto merece la pena esta ruta y mucho menos hacerla con neopreno. Sin embargo en esta primera parte del recorrido es donde mejor podemos observar en toda su dimensión las magníficas paredes rocosas por las que se ha ido abriendo paso el río Guadalmina a lo largo de millones de años, sin ser conscientes que vamos transitando por uno de esos ligares que son un auténtico milagro de la naturaleza.

Afortunadamente al llegar a “La Poza del Galápago” el río Guadalmina recupera parcialmente su caudal natural, ya que allí desemboca un pequeño, pero caudaloso arroyo tributario, que le llega por la izquierda y que salvamos en el camino de vuelta justo donde la acequia sigue su curso por un puente de piedra. Un poco mas abajo nos esperaba el paso del tronco atravesado, donde como siempre el brillo de la superficie del agua se refleja con suaves movimientos en las paredes de donde cuelgan helechos, jacarandas y una gran variedad de plantas de rivera, donde según nuestros expertos en botánica existen algunos endemismos. Y es que habría que recordar que para los expertos en botánica esta ruta es altamente interesante. El paso del tronco atravesado es la antesala de los dos primeros pasillos rocosos donde la profundidad del agua nos obliga a

nadar, por fin empezamos a disfrutar de las angosturas en toda la dimensión de lo que ésta palabra significa. Con cada pequeño tramo que avanzamos la belleza del recorrido va superando nuestras expectativas, como refleja la sonrisa de cada uno de los integrantes del grupo.
Sin prisa, pero sin pausa, llegamos a “La Poza de la Higuera”, muy cerca ya de la mitad del recorrido, buen lugar para comer, pudiendo escoger entre cómodas rocas para sentarse y zonas de sol y sombra a gusto de cada uno, para disfrutar de un magnífico almuerzo en tan grata compañía y con el privilegio de estar en un lugar paradisíaco, entre verticales paredes rocosas, frondosa vegetación, el cántico de los pájaros y a poco que permaneces en silencio: el sonido de las constantes de goteras que caen a las pozas procedentes de las filtraciones de las paredes que nos rodean, donde todo está repleto de vida. Sólo faltaba “Carlitos” que en su “quijotesca cabalgada” hacia la gloria protagonizó la gran escapada en solitario de la jornada.

Una vez finalizado el almuerzo, abandonando el lugar casi con pereza por la inmensa sensación de paz que transmitía aquel rincón nos pusimos en marcha para llegar en pocos metros a la entrada del denominado tramo de “La Cueva”, llamado así, porque si bien no es realmente una cueva, las paredes de las angosturas están tan juntas, que no sólo es imposible ver el cielo sino que atraviesas por zonas de bastante oscuridad, al tiempo que vas nadando por la zona mas fría y profunda de todo el recorrido, bajo las curiosas estactitas que se han ido formando con el paso de los siglos, esquivando en mi caso, las abundantes goteras que caen en este paso, para no mojar la cámara con la que iba haciendo varias fotos de cada rincón al tiempo que iba nadando, para inmortalizar una vez mas, este precioso itinerario, que difícilmente puede ser superado si tenemos en cuenta la belleza y la variedad de cada uno de sus rincones en un recorrido que apenas supera el kilómetro y medio y que como tal, debe ser saboreado como un buen vino: paladeándolo cada sorbo, poquito a poco.

Todavía con el personal “alucinando pepinos” por el bonito “Paso de la Cueva” nos adentramos en el que Ferando y yo, bautizamos como “El Paso de Gollum” donde la dureza de las rocas ha obligado al Guadalmina a hacer un meandro formando un precioso recodo con varias curvas que se van abriendo paso entre grandes paredes rocosas con tanta inclinación que en muchos puntos pasamos por debajo de ellas, mientras vamos nadando, nuevamente por aguas cristalinas a gran profundidad. Para llegar mas tarde a un prolongado pasillo conocido como “El Paso de las ranas” que aunque nos acompañan durante todo el recorrido aquí las encontramos en mayor medida, hasta el punto de que casi las vas pisando y así se llega a la plataforma de la pequeña presa, donde por fin nos encontramos a Carlitos, que prudentemente no se atrevió a bajarla en solitario. En esta ocasión, no estaba la cuerda que siempre suelen dejar al pie de la tirolina, que allí se encuentra instalada por una empresa de “multiaventuras”. Pero como siempre que hacemos esta ruta, vamos preparados y Reinaldo demostró su desenvoltura y dilatada experiencia en

escalada, realizando un magnífico nudo para que muchos bajáramos por ahí, mientras que otros mas osados bajaron por una cuerda negra que se encontraba al otro lado de la presa por donde aún bajaba una tímida cascada, siendo en esta ocasión: Carmen “Celia du Sao Paulo”, “La Dalia Negra”, “La Dama de Hierro” y “Darío el Magnífico” quienes demostraron las mejores aptitudes alpinistas, así como “Manolo Supersónico” que descendió e escalada libre (sin cuerdas), tal y como volvió a subir trepando como “spiderman” para poder desanudar la cuerda, echándomela desde arriba para poderla recuperar.