miércoles, febrero 14, 2007

domingo, 11 de febrero de 2007
Cortijo del Daire-Cerro Lucero ó "Raspón de los Moriscos"
(Parque Nat. Sierra Almijara, acceso desde Cómpeta)
Impresionante ruta de montaña de las 29 propuestas que aparecen en la magnífica guía: "Disfrutar caminando por el P. Nat. de las Sierras Tejeda y Almijara" (Edit. Arguval), una "auténtica biblia" de este parque natural que debió ser mi hogar en otra vida. Repleta de lugares mágicos, con montañas impresionantes de altísimas paredes verticales, como por ejemplo la foto de la portada donde podemos contemplar el "Almendrón" visto desde "El Barranco de Cazadores" a donde tenemos previsto ir esta temporada.

Con las primeras luces del día, avanzábamos hacia la Axarquía, con el sol a nuestra derecha, asomándose sobre las azules aguas del Mediterráneo, bajo un cielo con algunos filas de nubes, que parecían haberse quedado encalladas en las altas cumbres de la sierras Tejeda y Almijara, formando un bonito contraste de luces y sombra para lo que prometía ser una jornada memorable. Dejando la costa a nuestra espalda, fuimos ganando altura, conforme nos adentrábamos en ese maravilloso oasis de paz y quietud que es la comarca de la Axarquía, salpicada de preciosos pueblos blancos con sabor mudéjar, donde el tiempo parece haberse detenido, pueblos estratégicamente asentados en perfecta armonía con el entorno, sobre las laderas sur, de Tejeda y Almijara a modo de balcones con vistas al Mediterráneo.

Puntuales a la cita, fuimos llegando al punto de encuentro, ubicado en esta ocasión en el “Mirador de la Venta de Palma” carismático lugar, donde el taller escuela de Cómpeta ha querido rendir tributo a Gaudí, en pleno corazón de la Axarquía. Tras la foto de rigor y poniendo los cuentakilómetros a cero, tomamos la pista que parte desde allí mismo para adentrarnos en Sierra Almiajara. Al poco de comenzar llegamos a un cruce, donde hay que girar a la izquierda (siempre subiendo), tomando como referencia la “Casa de la Mina”, para ir ganando altura por un carril terrizo perfectamente asentado, desde donde las vistas sobre las imponentes montañas que flanquean la cuenca del río Higuerón son sencillamente impresionantes, hasta el punto que en un momento dado, paramos para sacar unas fotos. (“¡Mira Sancho, que lo importante no es la posada, sino el Camino!”). Justo a los 6 km. del comienzo llegamos a “La Casa de la Mina” que en la actualidad se ha rehabilitado como “hotel rural” aunque de momento, su explotación, se reduce a las temporadas de “Primavera-Verano”.

A partir de aquí, el carril va faldeando las escarpadas pendientes, manteniéndose entre los 830 y los 870 m. sobre el nivel del mar. No obstante, los precipicios que llevábamos en todo momento a nuestra derecha, unidos a la estrechez del carril, con alguna que otra piedra suelta, invitaban a ir en segunda y con los cinco sentidos al volante de los turismos con los que nos estábamos adentrando en aquella auténtica aventura. Aproximadamente en el kilómetro 11,5 llegamos al denominado “Cortijo del Daire” , donde nos encontramos con una peculiar concentración campestre, compuesta por varios amigos y familias de Torrox, que con sus 4x4 habían ocupado toda la zona de aparcamiento, obligándonos a dejar los coches unos centenares de metros mas allá (dirección “Venta Panaderos”). Una vez en “El Cortijo del Daire” mochila y bastones en ristre, los chavales del grupo Torrox nos ofrecieron entre risas y bromas, el vino de su pueblo, que cada uno llevaba en su bota. Cuando le comentamos a un miembro de aquel grupo que conocía muy bien la zona, que pretendíamos subir al Lucero desde allí, casi se le atraganta el buche de vino, asegurándonos que la subida desde allí tenía “tres pares de cojones” (palabras textuales).

Nada mas empezar, afrontamos las primeras rampas, por un cortafuegos que parte de la curva del carril, anterior al “Cortijo del Daire” (Km. 0, situado a 870 m.), ofreciéndonos una subida sin tregua por terreno desigual, que en un abrir y cerrar de ojos, ya nos había hecho ganar mas de cien metros, llevando siempre a nuestra derecha, el “Arroyo Magadillas”, por este primer tramo del recorrido, con el imponente telón de fondo del “Tajo de la Cueva del Daire” cuya altura íbamos a superar con creces, finalizando dicho cortafuegos en las proximidades de una pequeña caseta desde la que se extrae agua todo el año, siendo el único punto de este itinerario donde podemos llenar las cantimploras.

Reanudamos la subida por la senda que sale a la izquierda y que a lo largo de mas de 100 m. nos hace caminar casi en sentido contrario al que traíamos, ganando altura suavemente, entre aulagas y otros matorrales típicamente mediterráneos, trazando una nueva orquilla que nos lleva en dirección noroeste, hacia el “Collado de los Hornillos”. Con gran decisión y ritmo trepidante avanzaban por delante: Juan Carlos, seguido en todo momento por Carlitos y Paquí que durante la mayor parte de la jornada fueron punta de lanza del grupo, tan rápido iban que casi se dejan atrás el desvío que hay que tomar a la derecha abandonando la dirección noroeste, para tomar una senda en dirección nordeste, que nos desafía por dos veces, a atravesar los dos barrancos que forman la cabecera del “Arroyo Magadillas” dos auténticos embudos, donde los constantes corrimientos de tierra han borrado la senda y por donde tuvimos que pasar superando unos vertiginosos terraplenes con el suelo deshaciéndose a cada paso que dábamos, al borde del abismo, con la dificultad añadida, de tener que salvar enormes troncos de pinos caídos, que nos cortaban el paso y que aún le daban mayor épica a este tramo que bien podría ser comparado con el mismísimo “Paso de Kalathras” (ver 1ª parte de “El Señor de Los Anillos”).

A renglón seguido, otra pendiente continua nos llevó hasta el “Puerto del Daire” (km. 3,2 a 1.338 m.), sin duda, la ocasión bien merecía realizar la 2ª parada técnica de la jornada. El paisaje de agreste belleza, típicamente almijareño, con los pinos creciendo por paredes y laderas imposibles, bajo el mar de nubes que cubría las altas cumbres y al sur, el brillo del sol reflejado sobre las plateadas aguas del Méditerráneo , convertían la contemplación del paisaje en la mejor terapia para la mente y el alma. Inolvidable para todos nosotros resultó la imponente silueta piramidal del “Lucerillo” eclipsando al “Lucero” justo detrás, el objetivo hacia el que nos íbamos acercando a cada paso que dábamos, intercalando subidas y bajadas, por cada barranco que íbamos atravesando, unos mas rápidos y otros de forma mas tranquila, como Fernando y Ana, los “Duques de Juanar” que con su peculiar forma de andar, convierten en arte el saber caminar.

Con renovadas energías y los pulmones repletos del aire puro de la sierra, iniciamos una prolongada bajada tras el “Puerto del Daire”, teniendo que volver a ganar altura, por la senda que ascendía en pronunciados zig-zags, abriéndose paso entre altos pinos resineros, como si de un “slalom gigante” se tratara, pero cuesta arriba, con Darío “la gacela de Ojén” acompañando al trío cabecero, remontando las empinadas rampas que volvían a poner a prueba la capacidad de sufrimiento de todos los miembros del grupo que a buen ritmo de marcha, superamos sin dificultad “El Lomo del Daire” (km. 4, a 1.365 m.), a donde llegaba el grupo, que en aquellos momentos cerraban nuestros compañeros que habían venido de Sevilla: “los ingenieros agrícolas”: Angel y Chari, junto con Magda “La Pimentonera de Aguilas” aún convaleciente de una reciente gripe, escoltados por Juan Antonio “El Elfo de la Malagueta”, magnífico compañero de aventuras, que lleva el espíritu olímpico por bandera.



Desde allí llegamos en poco tiempo a la “Cabecera del Arroyo Zarzadilla”, sin duda el punto clave de esta ruta, que pretendíamos hacer de forma circular, o como bien diría “El Portador del Anillo” en forma de “manzana”, de tal manera que llegados a ese punto, ya sólo nos faltaba “el rabito” hasta el “Collado de la Perdiz” y su prolongación hacia la cumbre del “Lucero”.

Pero una cosa es saber interpretar perfectamente un itinerario en un mapa topográfico y otra muy distinta, acertar de pleno, a la hora de escoger el camino a seguir, cuando llegas a un punto que se presta a confusión, donde la senda desaparece y la trayectoria lógica del itinerario se ve interrumpida por un barranco de escarpadas paredes. Estábamos en el “nacimiento del Arroyo Zarzadilla” (km. 3,7, a 1.400 m.) donde confluyen tres torrenteras:
a) la de la izquierda parecía alejarse del siguiente hito que íbamos buscando “El Collado de la Perdiz”.
b) La del centro era la que los “GPS” que llevábamos, nos indicaban como mas próxima al objetivo, pero al mismo tiempo con las paredes mas escarpadas.
c) La de la derecha, parecía ser mucho mas asequible, con ligeras señales de camino de cabras, así que ante la duda, nos decidimos por esta última opción, cada uno como mejor pudimos, a veces trepando, a veces caminando, superando un metro de altura a cada paso que dábamos, fuimos remontando la fuerte pendiente, hasta colocarnos en el inicio de la senda de “La Cresta de Los Civiles” (1.450 m.) por donde teníamos previsto realizar el regreso. Pero ahora tocaba rectificar la trayectoria para volver a decender hasta la cabecera del “Arroyo Zarzadilla” y desde allí, alcanzar el “Collado de la Perdiz”.
Bajando hacia la cabecera del “Arroyo Zarzadilla” el grupo se fue estirando como un chicle y en un momento dado: “los Senescales de la Bahía”, Reinaldo y Manuela, tomando como referencia el “GPS” y recurriendo a sus intrépidas dotes alpinistas, iinata en los “translíbicos”, decidieron atacar directo por la “cañada del centro” que se dirigía a una escarpada pared, mientras que el resto del grupo, fuimos ganando altura, por la cañada de la izquierda, a través de una inestable torrentera que ¡por fín!, nos llevó a un punto intermedio entre “El Collado de La Perdiz” (km. 5, 1550 m.)y la ladera oeste del “Lucerillo”, justo donde comienza el tramo final de la senda al “Lucero”. Con la satisfacción de haber encontrado el “hito” que íbamos buscando y la euforia contenida de tener la cumbre del “Lucero” ya a la vista, iniciamos el tramo final de la subida al Lucero, siguiendo la preciosa senda que va faldeando la ladera norte del Lucerillo, por imposibles zig-zags, hasta situarnos en el vertiginoso “Coladero de Los Mosquitos” (km. 5,8, a 1630 m.) con inolvidables vistas hacia las imponentes montañas de la cabecera del río Higuerón, destacando “La Cadena” y “El Cisne” (el “K-2” de la Almijara).

Mientras tanto, de forma simultanea, sin que nadie lo pudiera imaginar, Reinaldo y Manuela, estaban trepando las escarpadas paredes de la ladera sur del “Lucerillo”, y cuando ya empezábamos a enfilar la espectacular senda del último tramo del “Lucero”, caminando por encima de un mar de nubes, aparecieron ¡por fín!, Reinaldo y Manuela en la misma cumbre del “Lucerillo” (1.692 m.), teniendo que bajar por su empinada ladera, hasta el tramo de senda que ya habíamos dejado muy atrás, “aterrizando” muy cerca del vertiginoso “Coladero de los Mosquitos”, mientras el resto del grupo, iba llegando lentamente a la cumbre, Patricia “la reportera de Chef Chauen”, Miguel “El Hombre que sabía demasiado”, Ángel “El ingeniero” y yo, nos recreábamos en cada curva de la senda, con el alucinante paisaje que íbamos dejando a nuestra espalda, presidido por La Maroma al oeste, los colosos de Sierra Almiajara al sureste y llegando a la cumbre, la imponente silueta de Sierra Nevada al nordeste haciendo honor a su nombre, por encima del mar de nubes sobre el que ya nos encontrábamos, como inmersos en un sueño surrealista, junto a las ruinas de un remoto “cuartelillo de la guardia civil” ubicado de forma imposible en la mismísima cumbre del Lucero (km. 6,4 a 1.779 m. sobre el nivel del mar), construido a base de acarrear ladrillos de terracota, transportados sobre los lomos de las sufridas mulas, de los contrabandistas, que se veían obligados a sobornar a la autoridad para poder comerciar libremente por el amplio territorio que abarcan las vistas de esta impresionante atalaya que domina gran parte de Sierra Almijara hacia la costa, y hacia la Vega de Alhama. No por casualidad fue escogido en los tiempos de “postguerra” como punto estratégico de vigilancia, para perseguir los últimos reductos republicanos de la zona, motivo por el cual fue construido. En contraste con aquellos tiempos de guerra, alguien ha tenido la peculiar idea de colocar un entrañable “portal de belén” (que no sabemos cuanto durará), en uno de los huecos de los restos de muro que aún siguen en pie, y que tan buen abrigo nos ofrecieron para protegernos del viento, mientras una vez mas nuestro ínclito amigo “Carlitos” nos deleitaba durante el almuerzo con dos nuevas poesías mas otra mas de cosecha propia dedicada a una “mujer morena”. Digno de mención fue el gran acierto de Celia, a la hora de meter en su mochila, turrón del blando que con la amabilidad y la simpatía que le caracteriza ofreció a todo el grupo y que a mí en particular me supo a gloria, casi tan bien como los anacardos con miel del “Elfo de la Malagueta”, que fueron el complemento perfecto para mi “barrita energética”, y es que, una vez mas, “hacendado” volvió a patrocinar nuestro “almuerzo montañero”.

Conforme comenzamos a descender por aquella senda alucinante del Lucero y el Lucerillo, el cielo de la tarde se fue abriendo, ofreciéndonos un paisaje espectacular con luces cambiantes sobre los mármoles fragmentados de las cumbres almijareñas y el brillo de sol reflejado sobre las aguas del Mediterráneo que teníamos al sur pudiendo llegar a ver las montañas de Marruecos con total nitidez. Buscando una bajada suave desde “El Collado de la Perdiz” tal y como nos indicaba la guía que tomamos como referencia, llegamos casi hasta las inmediaciones del “Cerro de la Mota” desde donde no era posible la bajada al “nacimiento del Arroyo Zarpadilla”, con lo cual, vuelta sobre nuestros pasos y retorno al mismo lugar por el que habíamos llegado al “Collado de la Perdiz” donde regresábamos de nuevo.



Aquí cometí un descuido, ya que al volver a encontrarme de frente con las imponentes siluetas del “Lucero” y el “Lucerillo”, por unos momentos perdí la noción del tiempo, quedándome hipnotizado en su contemplación y cuando quise darme cuenta, la cabecera del grupo, se había desviado ligeramente a la izquierda en una “incursión exploratoria” que llevó a cabo Juan Carlos, seguido en todo momento por “Carlitos” que terminó provocando un efecto en cadena y para cuando llegué, el grupo ya estaba decidido a continuar por allí. No obstante, tenía el convencimiento de que bajando recto por la torrentera que tenía ante mí, se llegaba en línea recta al nacimiento del “Arrollo Zarzadilla” bajando finalmente por allí en compañía de Juan Carlos y Paqui, que retrocedieron sobre sus pasos para no dejarme sólo en mi apuesta. Manteniendo los dos grupos el contacto visual, en casi todo momento, llegamos casi al mismo tiempo, al collado que teníamos delante, donde creímos comenzaba la senda de “La Cresta de los Civiles” en la que accidentalmente nos situamos a la ida, pero obviamente, nos habíamos desviado demasiado a la izquierda (dirección este), encontrándonos ante unas crestas con grandes cuchillos rocosos que nos hicieron replantearnos el regreso por el mismo camino. ¡Votación! A) seguir intentando encontrar el comienzo de la cresta por donde teníamos pensado regresar, ó B) regresar por donde habíamos realizado el camino de Ida. Sin embargo, en caso de duda siempre debe prevalecer la prudencia y con las dos horas de sol que quedaban, sin saber el tiempo que nos llevaría encontrar el acceso a “La Cresta de los Civiles” a la que se llega sin senda marcada, hizo que finalmente nos decantáramos por la opción “B” (regresar por el mismo camino).

En el camino de vuelta, empezamos a ser conscientes de la dureza del trazado, ya que, aún siendo, predominantemente cuesta abajo, en el tramo intermedio había una serie de toboganes, que fueron un auténtico rompe-piernas para mas de un@ que nos vimos obligados a hacer “la goma” en la cola del grupo, bien por cansancio, bien por el respeto a los precipicios en los pasos mas comprometidos, ó el caso contrario como “Ivan el Terrible” que loco por llegar lo antes posible a su coche, para poder descansar, saltaba por encima de los troncos caídos y bajaba a toda velocidad por las pendientes mas fuertes. Aún así, todos los miembros de esta jornada, tuvieron gran espíritu de grupo y al igual que en la bajada, se realizaron varias paradas de reagrupamiento, para impedir que los que veníamos mas atrás quedásemos descolgados, en una de esas jornadas exigentes en las que sueles terminar con la boca seca y sin una gota de agua en la cantimplora.

Llegando ya al cortafuegos, por el que habíamos comenzado la ascensión por la mañana, la tarde nos regaló una nueva estampa inolvidable, como fueron aquellos rayos de sol del atardecer, que tiñeron de un naranja sobrenatural, las crestas del “Tajo de la Cueva del Daire” y la de “Los Civiles” por donde teníamos previsto haber realizado la bajada. Sin duda, un buen motivo para intentar una futura ascensión al Lucero, por ese tramo aún por descubrir, tal vez, para la próxima temporada. Casi de noche ya, llegábamos a los coches, caminando bajo las primeras estrellas del firmamento, con la sensación compartida de haber vivido una espectacular jornada de montaña que a buen seguro recordaremos durante mucho tiempo.

Una vez de vuelta en Cómpeta, la mitad del grupo nos quedamos en un bar que “Carlitos” bautizó como el “bar del Loro” donde unos se pidieron un “cola-cao” calentito y otros una cervecita con patatas fritas y pinchitos (dietéticos) a modo de improvisado colofón para esta inolvidable jornada de montaña, que incluyendo los tramos de rectificación, nos llevó a completar esta alucinante ruta de 14 km. (ida y vuelta), con un desnivel acumulado de 1.280 m. de subida, tal y como quedó reflejado en el GPS de Reinaldo.

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