lunes, agosto 19, 2013

Curso bajo del río Guadalmansa ó “el gran marrón”

Entorno: Costa del sol occidental, vertiente sureste de Sierra Bermeja
Desde el viaducto de la A-7 a la presa del Guadalmansa
Pueblos de referencia: Estepona, aunque la ruta discurrea caballo entre los términos municipales de Estepona y Benahavís.
Punto de encuentro recomendado: Vivero GARDEN CENTER, Agrojardín.

Cómo llegar al punto de encuentro: El Vivero GARDEN CENTER, es uno de los viveros mas grandes y conocidos que podemos ver desde lejos, a la derecha de la N-340, varios kilómetros antes de llegar a Estepona viniendo desde Marbella o San Pedro. O bien a la izquierda de la carretera si venimos desde Estepona, a su altura hay un par de salidas, justamente antes del río Guadalmansa.
Distancia: 18 km
Desnivel aprox.  subida: 250 m
Punto de partida: final de pista paralela al curso bajo del Guadalmansa (+/-25 msnm)
Punto mas elevado: parte alta del carril en a la altura de la Dehesa de la Resinera (+/-180 msnm)
Tiempo aprox. 8 horas
Nivel dificultad: según hasta donde se llegue puede ir de bajo a alto.
Tipo suelo: lecho del río, infinidad de cantos rodados de todos los tamaños y pista terriza.
Tipo de recorrido: ida por el cauce, vuelta por la pista: circular-paralelo.
Mapa: IGN, Estepona (1.072-I) y Benahavís (1.065-III)
Fecha de realización: Sábado,  17 de agosto de 2013
Meteorológica: cielos completamente despejados y temperaturas que no sobrepasaron los 32ºC.
Participantes: Desde Ronda vinieron María Ortiz “Marie Curie” y Herminia “La Centella de O Cebreiro”, desde Ojén Celia “la Hechicera du Sao Paolo”, desde manilva Pepe Guerrero “El maestro Geobotánico”, desde Málaga “Eduardo Mister Chip” y desde Fuengirola “Chuckie y El Comandante”…¡Los 7 Magníficos!.
A tener en cuenta:
1º) Esta ruta se realizó como una exploratoria, para descender el río Guadalmansa desde la casa de Los Baños, cerca de su curso alto, hasta la presa situada cerca del final de su curso medio. Pero finalmente se convirtió en una exploración del curso bajo, cuando nos tuvimos que rendir ante la evidencia de que la pista que creía nos llevaría hasta cerca de la presa, finalizaba poco antes de llegar a los pilares del viaducto del Guadalmansa, sobre la A-7, desde donde tuvimos que comenzar nuestra exploración río arriba. Resultando un fiasco, ya que precisamente desde la presa para abajo, el agua baja marrón y completamente turbia. Y el cauce es muy abierto y monótono, hasta unos 3 km antes de llegar a la presa, que es donde el cauce comienza a cerrarse, el paisaje se vuelve agreste, el río mas bravo y agreste, sorprendiéndonos con rincones de gran belleza geológica, pero afeados en todo momento por las aguas marrones, principalmente debido al humos, a la acumulación de lodo y fango que se suelta desde la presa, aguas abajo.
2º) Por todo lo expuesto anteriormente, la mejor opción aunque se trate de una travesía muy larga, es comenzar la travesía en el mismo nacimiento del río, cerca de la carretera paisajística: Puerto del Madroño-cooperativa de castañas de Pujerra, precisamente hasta laa prersa, donde el río en su curso alto y medio, permanece limpio y cristalino, como los cursos de sus hermanos bermejenses: Guadalmina, Guadaiza, Castor o Padrón. Y al llegar a la presa, abandonar el río, tomando la pista que nos lleva a la casa de la Resinera y de allí a la urbanización Coco de la Serona, donde deberíamos dejar un coche de enlace o pedir a alguien que viniera a recogernos. Ya que por desgracia, esta pista, aunque está en muy buen estado, queda cortada por una verja metálica, a la altura de la casa de La Resinera, como finca privada que pertenece a los herederos de Gadafi, ¡ahí es nada!. Verja, que por cierto, tuvimos que saltar, a nuestro regreso por la pista.
Referencia histórica:
Aquí tenéis el maratoniano descenso que hizo nuestros gran Maestro Rafa Flores allá por el año 2003 ó 2004, con su por entonces inseparable amigo Francisco Gil de Montes que en aquellos tiempos ostentaba el título de “Rey de la Montaña”, Carlos Guerrero y José María Guerrero “El Toro”, por aquel entonces “Los 4 Fantásticos” que diez años después se siguen manteniendo en muy buena forma y cuya histórica gesta, inédita por aquel entonces, sigue apareciendo en primer lugar en la red a la hora de buscar “Descenso o ruta del río Guadalmansa”:
Descripción de la ruta:
Una vez reunidos en el aparcamiento frente al muro frontal del vivero “Garden center-Agrojardín”, dejamos allí los coches de Celia y de Herminia, y nos repartimos entre el mío y el 4x4 de Pepe, volviendo a atravesar el vado del río Guadalmansa, para continuar por la pista terriza, que discurre paralela varios kilómetros por su margen izquierdo, u orilla derecha, tal y como tomamos esta pista, río arriba, dándole la espalda a la costa y por lo tanto a la N-340. Cuando llevamos un kilómetro recorrido, dejamos a nuestra derecha la estación de aguas residuales del Guadalmansa, mientras que el río siempre lo llevamos en todo momento a nuestra izquierda. Hasta que unos 3 km después llegamos a la altura de un llano con unas mesas a modo de merendero, a los pies de un bosquete de eucalipto, donde debemos dejar los vehículos, nosotros continuamos en la creencia de que la pista seguiría varios kilómetros mas, pero unos 200 m mas allá la pista se estrecha muchísimo y para colmo queda cortada por el lecho del río, repleto de cantos rodados de gran tamaño, bastante complicados incluso para un 4x4, por lo que tuvimos que dar la vuelta como pudimos y dejar aparcados allí los coches. 
Mi gozo en un pozo, pues me hubiera gustado remontar río arriba con los coches hasta la presa y continuar andando por la pista hasta la casa de Los Baños, para una vez allí, introducirnos en el cauce del Guadalmansa y bajarlo hasta la presa, pero…así son las exploratorias, llevas un plan en la mente, pero a veces las circunstancias te obligan a hacer algo completamente diferente. Como aliciente, patear un tramo del río muy poco conocido.
Nuestra caminata empezó a la altura de una pequeña presa de hormigón, donde se desvía el agua del río que hasta aquí llega, imaginamos que para regadío, aunque posiblemente también para algún campo de golf de la zona. Afortunadamente permiten que siga fluyendo un corto pequeño caudal ecológico encontrándonos con charcas intermitentes hasta cerca de su desembocadura. Algo poco habitual en los tramos finales de la mayoría de los ríos y arroyos que desembocan en la costa del Sol y que solemos ver siempre secos porque varios kilómetros antes de llegar a la Costa, todo su caudal es desviado por acequias supuestamente  para el regadío, de manera que sólo los vemos llegar con agua hasta el Mediterráneo en ápoca de fuertes lluvias. Desde un principio las aguas aparecen muy turbias y oscuras, el cauce se ensancha y se estrecha de forma intermitente, aprovechando el primer vado, para pasar a su orilla izquierda (hablamos siempre en el sentido de la marcha, es decir, remontando el río aguas arriba). 
Caminando ahora por un camino terrizo que discurre paralelo al río y que nos lleva hasta la base del gran viaducto de la A-7, este camino está flanqueado por grandes eucaliptos, mientras que en las orillas del Guadalmansda, abundan los cañaverales, adelfas, tarajes, quejigos, álamos y sauces.
A nuestra izquierda veíamos una urbanización de villas, adosadas y apartamentos de lujo herencia de los tiempos del boom inmobiliario, aunque de dudoso gusto llamada: Parque Botánico Lomas del Guadalmansa que veíamos arriba y a nuestra izquierda, dirección OESTE y por donde saldríamos a parar en nuestro inesperado camino de vuelta. 
Unos metros antes de pasar bajo el viaducto nos encontramos con el antiguo puente-vado de San Fernando, donde se forma una amplia piscina natural, parecida a la que se encuentra bajo el puente de la venta San Juan, carretera Algatocín-Genalguacil. Una vez que dejamos atrás el viaducto de la A-7, el cauce se ensancha, pero la mayor parte del agua, sólo discurre por la zona mas baja del mismo, que queda oculta por una hilera de vegetación de ribera, mientras que el resto es un amplios tramo de rambla seca tapizada de cantos rodados y arena de río. Unos 400 m después llegamos a una de las pocas zonas donde el agua cubría todo el ancho del cauce, unos 30 m de orilla  a orilla, imposibles de esquivar, incluso para quienes hasta ese momento, estaban evitando el agua a toda costa.
Contemplando tan magnífica lámina de agua en pleno mes de agosto, no es difícil de imaginar, la fuerza y la cantidad de caudal que debe bajar por este río de 24 km de longitud y una cuenca de 59 km2, en época de fuertes lluvias. Por algo los romanos ya lo mencionaban en sus mapas del sur de Hispania como el Flumen Salduba, y mas tarde los árabes como Guadalmansa: río del molino de aceite. Superado este corto tramo que nos encontramos totalmente cubierto de agua, aunque con poca profundidad de orilla a orilla, el cauce, suele quedar reducido a la mitad del cauce, a veces a un tercio a un cuarto o incluso menos, permitiéndote múltiples opciones para progresar por donde cada uno quiera.
No tardamos en encontrarnos con flechas pintadas de color rosa en numerosos guijarros, para marcar lo que debe ser un “improvisado” circuito de cross, aunque mas diría yo que de trial, dado el castigo al que deben someter a las motos que metan por aquí por muy buenos amortiguadores que tengan, dando por descontado, la fuerza y pericia de los pilotos, pues deben acabar con los brazos hechos polvos de tanto bote y tanta piedra.
Al llegar a una zona donde el cauce discurre sobre rocas compactas, lo abandonamos momentáneamente, yendo al encuentro del camino que nos marcaba el GPS unos 200 m a la izquierda y que no tardamos en encontrar, pero por desgracia, se trataba de un viejo camino abandonado, actualmente cubierto de maleza, por lo que nos quedó otro remedio que retomar el cauce.
Los dos kilómetros siguientes, el cauce del río era una sucesión de ramblas prácticamente secas, por en medio de la cual el agua bajaba en una delgada hilera. Pero el paisaje era muy monótono, a ambos lados las elevaciones eran insignificantes, cubiertas de matorrales muy pobre con algunos pinos dispersos, mientras yo sufría pensando: “vaya mojón de ruta que se están comiendo mis amigos”.
Uno de los tramos mas anchos del cauce, coincide con nuestra aproximación a una urbanización que quedará a nuestra derecha, siendo precisamente por la orilla derecha donde podemos abandonar momentáneamente el cauce, siguiendo las muy útiles indicaciones del circuito de motocross, una vez fuera del cauce, avanzamos por un ramal de sendero que se mantiene paralelo al mismo y pasa por debajo de la tubería de las aguas residuales de la mencionada urbanización, que muy pronto dejaremos atrás.
A penas 300 m después el cauce comienza a ir encajonándose al principio de forma intermitente, con algunos tramos que hacen cada vez mas difícil progresar por su orilla, para quienes no quieren mojarse. A partir de aquí ya podríamos considerarlo el curso medio del río, pues el paisaje cambia radicalmente, ahora sí estamos ya inmersos en un paisaje de montaña, el río ya va mucho mas encajonado y la progresión resulta cada vez mas complicada, por lo agreste de sus orillas y por lo lento que caminamos por el agua, siempre turbia y con piedras que resbalan muchísimo.
No tardamos en llegar a un tramo ineludible del río, donde una de dos, o teníamos que atravesar una larga poza a nado, en esas aguas color barro (por no decir mierda), o te veías obligado a aventurarte ladera arriba, como hicieron Pepe: el “Maestro Geobotánico” y  Herminia: la “Centella de O Cebreiro” , con la esperanza de encontrar algún camino que loa llevara a la famosa presa, que ya nos habíamos puesto como meta, aunque durante varias horas mas de uno/a dudara de su existencia.
Poco después de atravesar esa poza a nado, en la vertiente izquierda llamaba la atención el contraste que producían la unión de una beta negra y otra rojiza de peridotita, coincidiendo con una torrentera tributaria del Guadalmansa, mientras que desde allí arriba. Herminia y Pepe, me avisaban de la oproximidad de una pista por la orilla derecha, a tan sólo 200 m de distancia, que rápidamente cubrí esperando allí al resto de compañeros que avanzaban por el río y a Pepe y Herminia, que ahora regresaban al cauce descendiendo de forma intrépida, por una empinada ladera de la vertiente contraria.
Durante unos 200 m avanzamos plácidamente por el carril que ingenuamente creimos, continuaría paralelo al río, pero poco después comprobamos en el GPS, que estábamos a punto de llegar a una cerrada curva de horquilla que se alejaba paulatinamente del mismo, por lo que estábamos obligados a regresar al cauce. Cuando estábamos a punto de descender, aparecieron Pepe y Herminia, diciéndonos que desde la ladera contraria, parecía que un cortafuegos que pasaba por allí mismo continuaba paralelo al cauce, aunque remontando una empinada y muy penosa ladera, por la que avanzamos todos juntos unos 200 m. Al no verlo demasiado claro: maría, Celia, Eduardo y yo, decidimos regresar sobre nuestros pasos, para reincorporarnos a la disciplina del cauce, mientras que Herminia y Pepe, poco amigos del elemento acuático, decidieron continuar la aventura… no volveríamos a reencontrarnos hasta casi tres horas después.
En medio de un paisaje típicamente bermejense, rodeados de grandes bloques de peridotitas cubiertas de pinos aquí y allá, avanzábamos como mejor podíamos aguas arriba. La mayoría de las veces por fuera del agua, en principio no tanto por su repulsivo color, sino porque la poca profundidad en muchos tramos, unido a lo mucho que resbalaban las piedras, casi te obligaba a ir por sus orillas la mayor parte del tiempo.
La progresión en estos terrenos se hace muy penosa y psicológicamente muy dura, sobre todo para quienes tenemos problemas de rodilla, pues hay muchos tramos donde te la juegas a cada paso, se castigan mucho las articulaciones y hay algunos pasos tan agrestes, que a veces un metro es una pequeña conquista y algunos kilómetro te pueden llevar mas de 45 minutos, progresando metro a metro en una jinkana constante, donde la experiencia, unidas a la paciencia, el contacto visual con tus compañeros, el buen ánimo y el buen humor son tus mejores aliados.
Mas adelante, llegamos a un recodo del río, donde éste gira a la derecha (siempre hablamos en el sentido de la marcha, aguas arriba) encontrándonos con una sucesión de grandes bloques de mármol blanco, que nos recordaba a los cahorros del  río Castor o del Padrón, curiosa coincidencia. 
Aquí se formaban pequeños rápidos y a continuación, volvíamos a cruzar a nado grandes pozas, a partir de las cuales el desagradable olor a cieno y atierras fangosas, era cada vez mas intenso.
Una sucesión de grandes bloques de peridotitas, junto a un cauce cada vez mas abrupto y encajonado son el preludio del último kilómetro y medio, antes de llegar a la ansiada presa, pero la progresión por estos terrenos, se hace muy agria, y a veces no hay mas remedio que echarse a nadar en medio del gran marrón.
Los últimos 400 m antes de llegar a la presa son los mas penosos, porque el agua cada vez mas marrón y pestilente, se va transformando en barro y si de por sí, el contacto con ella ya es muy desagradable en tales circunstancias, llega un momento que hay que tener mucha precaución de donde pisas, porque te puedes meter en un barrizal tan profundo, que te entra hasta la paranoia  de pensar que podrías quedar atrapado en una especie de arenas movedizas. 
A escasos 150 me de la presa, que aún no veíamos pero, que  ya se intuía detrás de la última presa, el río discurría entre infranqueables paredes, que te obligaban a meterte en ese barro con pinta de arenas movedizas, por lo que decidimos, abandonar el cauce por una pedrera, corta, pero muy empinada que llevaba a la pista que ya se nos antojaba muy cercana. Eduardo, María y Celia, que iban unos 50 m por delante de mí subieron como mejor pudieron por un tramo de pedrera, que le costó no poco esfuerzo y riesgo, hasta alcanzar la pista. Sin embargo, yo viví una de las situaciones mas comprometidas y expuestas de las últimas temporadas cuando ya estaba a punto de llegar arriba y me vi obligado a detenerme al llegar a los pies de un pequeño pino, a partir del cual la arena y las piedrecillas se desprendían bajo mis pies, mirar hacia abajo, me ponía los vellos de punta, pero seguir hacia arriba, a pesar de los escasos 15 m que me faltaban era una temeridad, por lo que intenté tranquilizarme como mejor pude. Invoque al espíritu de Valentín y escuchando su voz y recordando sus sabios consejos, piedra a piedra, pisando con muchísimo cuidado fui descendiendo hasta regresar al lodazal del río, que ahora se me antojaba como una salvación.
Al llegar al mismo, me dio mucho ánimo ver a Herminia y Pepe, al filo de un talud,  animándome a seguir por el cauce, mientras Chuckie corría a mi encuentro ladrando y llorando de alegría al mismo tiempo. Ya con la tranquilidad de saber que todos los compañeros habían llegado bien arriba, avancé por el lodazal, pillándole el truco de caminar, sobre el único canalillo por donde el agua corría tímidamente, hundiéndome en fango tan sólo hasta los tobillos, hasta que por fin, conseguí reagruparme con mis compañeros, atravesando la presa, donde unos minutos antes hasta seis avispas habían asaeteado a Pepe (que afortunadamente es inmune a sus picotazos tras un traumático incidente en su infancia).
A renglón seguido nos introdujimos en el interior del embalse, prácticamente seco, remontando el mismo hasta su cola, distante unos 300 m de la presa, disfrutando de un merecido baño y almuerzo en la primera poza de sus aguas cristalinas, ya que a partir de aquí el río presenta un magnífico estado de conservación como el resto de sus hermanos bermejenses. 
Quedando claro que la presa es la única y principal causante del lodazal y de ese color marrón que presentan las aguas del Guadalmansa, de la presa para abajo, y es que una vez mas, la mano del hombre, casi siempre que altera la naturaleza, lo hace para peor.
Durante el plácido almuerzo, Herminia y Pepe nos comentaron las aventuras que vivieron descendiendo por una empinadísima torrentera, que tomaron para descender hasta la presa, tal fue su dificultad que Chuckie se le quedó atrás un par de veces llorando, volviéndose en ambas ocasiones Herminia, en su ayuda. Poco mas tarde el emprender el regreso por la pista que discurre por la vertiente derecha (aguas abajo), tendríamos oportunidad de contemplar el peligroso descenso al que se enfrentaron.
Del tramo de pista por el que anduvimos para regresar al inicio de ruta, tan solo comentar que desde la presa hasta la casa de La Resinera, echamos poco mas de una hora caminando con el cerro de la Mora (1.060 m) al norte, a nuestra espalda y a nuestra izquierda, sierra Palmitera (1.472 msnm) al noreste y al este el histórico cerro de Montemayor (677 msnm), en la imágen de abajo:
y algunos lienzos de Mediterráneo al sur, en el tramo de Costa que va de Marbella a EStepona, hacia donde caminábamos.
Y desde la casa de la Resinera, al punto donde abandonamos la pista, saltando varias vallas hacia la izquierda (ESTE), para enlazar con la urbanización, desde la que bajamos a los pies del viaducto y de allí a los coches casi hora y media, debido a varias rectificaciones que tuvimos que hacer.
Tras el retorno a los coches nos tomamos un par de ronda en el bar-restaurante EL CASERÍO, altamente recomendable y tan sólo distante a unos 200 m del GARDEN CENTER, dirección Estepona, sin necesidad de entrar en la N-340, pues se encuentra en una vía de servicio.

1 comentario :

  1. si señor, el gran marrón, pero ahi está la gracia de las rutas exploratorias. Seguro que el Doctor Livingstone no llegó al nacimiento del Río Nilo a la primera. Enhorabuena por esta nueva entrada y por tu blog Juani. Eres un crack!

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