Ascensión a la Sierra de Las Cabras (1.280 m) “El Centinela de Las Pedrizas.
Conforme se acercaba la fecha, los pronósticos meteorológicos daban mayor probabilidad de lluvia hasta el punto de que 48 horas antes del día señalado nos vimos obligados a trasladar la 2ª Travesía del Jurásico entre El Valle de Abdalajís y El Chorro al 18 de abril, fecha en la que teníamos prevista la Ascensión a la Sierra de las Cabras, que por tratarse de una ruta mas corta y sencilla, fue la que optamos por realizar en su lugar permutando las fechas, en esta jornada de incierto pronóstico meteorológico con la esperanza de que no pasara de algún chaparroncillo.
1ª parte, Al filo de lo imposible por la vaguada equivocada:
Poco antes de la hora prevista ya estábamos haciéndonos la foto de comienzo de ruta los diez compañeros que acudíamos a la cita, mochila, bastones e impermeables en ristre frente al hotel restaurante La Yedra, autovía de Las Pedrizas, magnífico y cómodo punto de partida para iniciar esta interesante y muy poco frecuentada ruta montañera. Después de aprovisionarnos de agua en la famosa fuente de la Yedra, junto al aparcamiento, comenzamos a andar por la vía de servicio dirección este, hasta que después de pasar junto a la gasolinera, situada a unos 200 m. del comienzo, accedimos por una angarilla al terreno sembrado que nos encontramos al pie de los tajos de la cara norte de la sierra, manteniéndonos cerca de la valla metálica para no estropear la tierra cultivada, en paralelo a la carretera de servicio que va quedando a nuestra izquierda, hasta que poco antes de llegar al tendido eléctrico que nos sirve de referencia para iniciar la aproximación al pie de la sierra, giramos a la derecha, de manera que comenzamos a ascender suavemente por una dócil cañada tapizada de hierba y salpicada de grandes retamas, alguna que otra aulaga y matagallos entre los que vamos ganando altura cómodamente a través de cualquiera de las sendillas mantenidas por el paso del ganado, de manera que con la carretera a nuestra espalda y con el tendido eléctrico a nuestra izquierda o incluso a veces por debajo del mismo, llegamos al Puerto Lucena, situado a 1,8 km. del comienzo de ruta, coincidiendo con la cuarta torreta de alta tensión, y sobrepasando dicho puerto debemos mantener la dirección sureste en busca de la base para iniciar la ascensión. Pero el mar de nubes bajo el que estábamos inmersos nos impedía ver nuestro objetivo e incluso nos hizo dudar sobre el camino a seguir. Y fue en aquel preciso momento cuando el amigo Fernando de La bota viajera, que se unió a nuestra comitiva frente a la comisaría de Carranque, por suspensión de su salida a última hora, habiendo hecho esta ruta con anterioridad, quien nos indicó que le sonaba haber subido por la vaguada que teníamos a la derecha, justo antes de llegar a la cuarta torreta. Como vimos muy marcado el embarrado sendero que zigzagueaba a través del canchal y la dirección también nos acercaba al objetivo que no veíamos, pero intuimos, decidimos probar suerte de manera que un kilómetro después llegábamos a un pradito salpicado de majuelos, desde el cual iniciamos la ascensión hacia la cumbre primero por una zona abancalada y posteriormente por un terreno cada vez mas escarpado hasta que nos situamos en el mismo filo de un tajo, cuya base se perdía de vista bajo nuestros pies oculto por las nubes en las que estábamos inmersos rociados por una permanente llovizna casi imperceptible, que hacía peligroso caminar por un terreno tan calizo, hasta el punto que justo antes de llegar al mismo bode del tajo, nuestra compañera Maribel, La Sirenita del río Cebollón, protagonizaba la caída mas espectacular de la jornada, cayendo de espaldas sobre una enorme roca que por fortuna era plana, menos mal que la mochila la amortiguó, a pesar de lo cual no faltaron los masajes de deep heat dados con todo cariño por parte del doctor Amador que aquel día estaba de guardia. Recuperados del susto, pasamos al otro lado de la alambrada que nos encontramos en ese punto, mientras Carlitos iba haciendo jirones con su impermeable de 1€ comprado el día anterior en los chinos, el GPS de Juan Antonio, el Elfo de La Malagueta, nos indicaba que la cumbre estaba cada vez mas cerca, pero tras 50 m. de ascensión por un abrupto canchal completamente resbaladizo y con profundas grietas entre roca y roca, llegó un momento en que se hacía cada vez mas difícil y peligroso continuar, pues ya no íbamos caminando sino trepando, por lo que hubo que dar marcha atrás retrocediendo sobre nuestros pasos hasta que volvimos a situarnos en el sendero que discurría paralelo al tendido eléctrico a la altura de la cuarta torreta.
2ª parte, retomando el buen camino, Ascensión por el Embudo:
Con la certeza de encontrarnos en el camino correcto y por un terreno mucho mas dócil que el afilado canchal de la crestería donde nos vimos obligados a dar marcha atrás. Avanzamos a buen ritmo por la ladera este de la sierra que vemos perfectamente tal y como nos vamos aproximando hacia el puerto de Las Pedrizas cuando venimos desde Málaga, pasando cerca de un nutrido rebaño de ovejas con alguna que otra cabra que no dejaban de seguir con la mirada la amenazante presencia de los tres perros que nos acompañaban. A nuestra izquierda cada vez mas abajo iba quedando otro hotel restaurante junto al inicio de la bajada del puerto de Las Pedrizas por encima veíamos el pueblecito de Villanueva del Cauche y mas lejos en dirección este Villanueva del Rosario, al pie de la formidable sierra de Camarolos, mientras que de frente a nosotros, dirección sur, veíamos Casabermeja con el telón de fondo de los Montes de Málaga. Conforme nos íbamos acercando a la lengua de tierra, desde donde se accede al empinado embudo por el que se realiza la ascensión el mar de nubes lo iba cubriendo absolutamente todo, por encima y por debajo nuestra. Como ya había algún compañero con hambre, decidimos almorzar en la base del tobogán, al pie de un roquedo que a penas ofrecía refugio para el constante chirimiri que nos iba rociando todo el tiempo. El moscatel ofrecido por nuestro amigo Miguel Becerra, el Pura Sangre Jerezano, fue mano de santo para entrar en calor, así como su tremenda tableta de chocolate que junto con la de Carlitos fue devorada sin piedad por algunos compañeros muy necesitados de alimentos energéticos antes de afrontar tan empinada subida. Tras la breve pausa de la comida expres, comenzamos la empinada ascensión por la mencionada lengua de tierra, manteniéndonos cerca de la pared rocosa que teníamos a nuestra izquierda. Con gran esfuerzo íbamos subiendo sin a penas visibilidad totalmente engullidos por las nubes en las que estábamos inmersos, pero tampoco importaba mucho en ese momento la falta de visibilidad, pues teníamos la certeza de que ahora sí, marchábamos por el buen camino. Conforme nos íbamos adentrando por el cada vez mas empinado embudo, donde incluso en el día mas despejado lo único que vas mirando es donde dar el siguiente paso, entre el jadeo de tu respiración, el roce del impermeable y el compás de tus bastones buscando un punto de apoyo entre piedra y piedra para impulsarte a cada paso y una voz interior que te dice: “¡qué coño estás haciendo tú aquí en un día como éste!”. Pero son precisamente esos momentos de mayor esfuerzo y fatiga, donde a penas queda aliento para intercambiar una sola palabra con el compañero de delante o de detrás, cuando mas consciente eres del mérito, el esfuerzo, la capacidad de sacrificio y la satisfacción personal de llegar o al menos intentar llegar a la cumbre que te has propuesto llegar. No te obsesiones por mirar cuánto falta hasta el próximo collado, por donde va ya el primer compañero, simplemente camina y cuando te des cuenta ya estarás allí con todo el grupo reunido en el próximo collado ó en la mismísima cumbre. En nuestro caso, el grupo que ascendió a un ritmo constante y sin pausa, se detuvo justo antes del final del embudo, donde nos encontramos con una especie de bifurcación bien marcada por el paso de las cabras, pudiendo optar por la de la derecha que en teoría se dirige de forma mas directa aunque por un abrupto canchal hacia la cumbre o la de la izquierda, que en realidad es un cuello de botella o mas bien un veredón por el que optamos continuar ascendiendo valiéndonos de las manos para superar escalones de casi metro y medio por una zona de gran verticalidad, pero relativamente cómoda, pues a veces te permite impulsarte agarrándote a las encajonados paredes por la que íbamos subiendo de forma escalonada a través de altísimos peldaños., teniendo que ser ayudados de vez en cuando por la mano amiga de algún compañero, hasta que nos situamos en el colladito cercano a la cumbre donde nos esperaba otra alambrada. Tal y como girábamos a la derecha, dirección norte avanzamos por un escalonado canchal, que de una forma mucho mas cómoda y sencilla de lo que nos esperábamos nos llevó hasta la misma cumbre en poco mas de cinco minutos desde el mencionado collado. Con el subidón de adrenalina que siempre te da el objetivo conquistado y mucho mas en un día de condiciones climatológicas tan adversas, cierto es que en la cumbre no nos llovió, ni hacía nada de viento, celebramos la conquista, bromeando con el enorme roto por la entrepierna de los pantalones de Carlitos por donde asomaban unos inmaculados calzoncillos blancos que dejaban entre ver un tremendo bulto a pesar del frío. Por no hablar del chubasquero que se había comprado en los chinos el día antes por 1€ y regateando, con el que llegó hecho jirones a la cumbre cual guerrero espartano, casi arrastrándolo por el suelo, mientras los compañeros se descojonaban vivos, porque cada vez que había que saltar una alambrada parecía que el chubasquero se enganchaba mas y mas por todas partes. Pero yo sabía que en realidad se trataba de un chubasquero inteligente con tecnología punta, que se iba desintegrando poco a poco conforme aumentaba la temperatura corporal. Entre onza y onza de chocolate y algún que otro pastelito traído de Grazalema nos recreamos con la curiosa cafetera que a modo de buzón han dejado instalado junto al esqueleto del punto geodésico, del que prácticamente se ha erosionado la capa exterior del consabido cilindro de hormigón, a cuyo pie han dejado una placa los compañeros del “Club de montaña amigos del Torcal”, junto a la cual nuestro ínclito amigo Carlitos nos volvía a deleitar con una preciosa poesía de cosecha propia (ver video al final de la crónica).
3ª parte: Descenso desde la cumbre de la Sierra de las Cabras hasta el barranco de La Yedra:
Sin poder disfrutar de la privilegiada panorámica que se puede contemplar desde esta cumbre situada en el centro norte del Arco Calizo Central, con la prolongación de la misma hacia el este donde destaca en primer término la Peña Negra con la curiosa denominación de sierra del Co en los mapas del IGN y la continuación de la sierra de Camarolos donde se distinguen los perfiles de La Cruz y el Chamizo Alto y hacia el oeste la vecina sierra del Torcal y el Camorro Alto coronando sierra Chimenea, iniciamos el descenso en dirección norte, sin mas vistas que los primeros 30 ó 40 m del escalonado canchal por el que íbamos descendiendo hasta situarnos al borde del tajo Prieto, que tuvimos que esquivar descendiendo en perpendicular hacia la izquierda, ó lo que es lo mismo dirección noroeste, hasta que llegamos a un precioso bosquecillo de olmos y majuelos que envueltos en la niebla nos recordaban a la escena de la película Excalibur donde Percebal ha llegado a un bosque misterioso en su búsqueda del Santo Grial. Dicho bosque, resultó ser la antesala de un inmenso prado verdaderamente precioso donde brotaban veneros por doquier que resultaron ser el nacimiento del arroyo de La Yedra, formado a partir de una alineación de pequeñas charcas que nos sirvieron de referencia para guiar nuestros pasos hacia la cabecera del barranco de La Yedra a donde llegamos con bastante facilidad y a muy buen ritmo. Sin embargo, al asomarnos a la cabecera del barranco, vinieron a mi mente las palabras de la crónica que “El Tritón de la Chorrera” traía imprimida en una inmaculada carpeta de la interesantísima página piedra sobre piedra: http://www.forospiedrasobrepiedra.com/smf/index.php?topic=5230.msg73662#msg73662, acompañada con sus sempiternos mapas del IGN sobre los que tiene marcados mil y un senderos conocidos e inéditos por la provincia de Málaga y sus alrededores. En la crónica venía a decir algo así como: -cuando lleguéis a la cabecera del barranco, mas de uno se preguntará: “Cómo coño vamos a bajar por ahí”- y es que aquello ponía los bellos de punta solo de verlo. Se trataba del prototipo de barranco encajonado entre dos tremendas paredes a modo de desfiladero que va formando un embudo conforme desciendes hasta su base. Pero ¡que coño!, la carretera junto al comienzo de ruta ya se veía allí abajo y además teníamos el privilegio de contar con senderistas de leyenda como: Jon Webster-El Huracán de Sheffield, Valentín-El Retorno de Séneca (Campeón de España de Travesía de Montaña, “Veteranos A” 2007 y 2008), el curioso caso de Manolo Manzanares-El Tritón de la Chorreras, Eduardo Campos-El Maestro de Esgrima, Maribel Martín-La Sirenita del río Cebollón, especializada en descenso de cañones y Miguel Becerra-El Piloto de Pruebas, con lo cual animados por la cercanía de la carretera, decidimos iniciar el descenso con gran soltura por parte de los compañeros anteriormente mencionados, mientras que el resto íbamos arrastrando el culo de forma poco ortodoxa por la empinada barranquera que totalmente mojada y sin dejar de llover se hacía muy resbaladiza e incluso peligrosa, jugándote por cada metro avanzado, la caída por un empinado tobogán de rocas hacia el fondo del barranco cubierto de zarzas. Hasta que poco a poco, gracias a los ánimos y consejos de los compañeros que iban abriendo camino por delante, nos reagrupamos a la altura de la repisa donde se encuentra la entrada de una curiosa cueva que queda a la derecha del barranco tal y como vamos bajando. Desde allí apiñados en dicha repisa a modo de balconada, seguimos con atención las peripecias del Huracán de Sheffield en su labor exploratoria para localizar nuevas repisas, salientes o veredones que facilitaran la bajada, incluso llegó a realizar una espectacular ascensión por la pared que teníamos enfrente. Pero dado lo agreste del terreno, por donde la única manera de seguir bajando era destrepando escalones de mas de 3 m de altura por rocas lisas completamente empapadas y con el verdín de los abundantes líquenes, mientras comenzaba a llover cada vez mas fuerte y el cielo cada vez mas oscuro conforme iba cayendo la tarde. Decidimos dar marcha atrás, pues todavía en seco podría haberse intentado, pero en mojado y sin llevar encima el material adecuado intentar forzar la situación hubiera sido una temeridad por lo que llegados a este punto decidimos regresar sobre nuestros pasos hasta la gran pradera donde se encuentran los veneros que dan lugar al nacimiento del arroyo de La Yedra.
4ª parte, El Regreso a las cuatro torres:
Salir de aquel encajonado barranco dando marcha atrás, resultó casi tan duro psicológicamente por la impotencia de encontrarnos ya a tiro de piedra del comienzo de ruta como físicamente por tener que remontar el escarpado y resbaladizo terreno por donde habíamos descendido. Seguramente en cualquier grupo de excursionistas poco experimentado hubiera cundido el pánico viendo como comenzaban a marcharse las últimas luces de la tarde. Pero un grupo de pasos largos jamás se pone nervioso ante la adversidad y con disciplina espartana desandamos a buen ritmo todo el trecho que nos separaba hasta la paradisíaca pradera donde se forma el nacimiento del arroyo de La Yedra, volviéndola a atravesar en sentido contrario, hasta que al llegar casi al fondo de donde de la misma, donde comienza la alineación de charcas giramos a la izquierda, dirección este, saliendo a un collado, tras el cual descendimos a la pequeña pradera desde donde habíamos iniciado la primera ascensión de la mañana, continuando siempre en dirección este, ya por camino conocido, recuperamos el famoso sendero que discurre paralelo a las cuatro torretas de alta tensión, junto a las cuales fuimos descendiendo hasta llegar sin ningún problema y todavía con luz suficiente hasta el inicio de ruta. Recreándonos con el juego de luces del atardecer filtrándose entre las nubes que cubrían las zonas altas de las impresionantes paredes de la cara norte de esta sierra, en cuya base se asienta el hotel Fuente La Yedra, donde una vez cambiados, nos tomamos el cafelito de despedida donde como de costumbre no faltaron las bromas sobre alguna anécdota de esta jornada jornada en la que Carlitos batió todos los records de caída en una sola ruta y por supuesto la mención de las próximas rutas con el deseo de volver a coincidir en próximas aventuras y la gratísimas sensaciones compartidas que siempre te dejan jornadas épicas como ésta.
La Sierra de las Cabras:
A modo de conclusión, se me ocurre pensar que posiblemente nos encontremos ante la gran paradoja de ser la sierra que mas tráfico soporta a sus pies por tener en su base el mítico puerto de Las Pedrizas con todos los enlaces por autovía que comunica a Málaga con el resto de de provincias del interior y sin embargo ser una de las mas desconocidas, sino la menos visitada a nivel senderismo. Pero es esta una sierra que lejos de lo inhóspita y desértica que puede resultar vista desde la distancia, está repleta de vida, desde las numerosas cabras hispánicas de donde procede su nombre con las que nos encontramos en varias ocasiones, hasta el jabalí muy abundante en esta zona a juzgar por la cantidad de agujeros que vimos en el suelo testimonio de sus típicas excavaciones a la búsqueda de raíces y pequeños animalillos. Así mismo nos encontramos con bastantes madrigueras de tejón, mofetas y por supuesto zorreras, incluso nidos de alcaudón en espinosos majuelos al alcance de la mano. Y es que la ausencia casi total de envases y envoltorios varios, junto con las sendas tan poco marcadas nos indican lo poco frecuentada que está esta sierra, donde a poco que te adentras en ella, la sensación de paz y silencio es infinita. Siendo un lugar ideal para el estudio de la rica fauna de la zona, donde además de los anteriormente mencionados, también nos encontramos con la colorida presencia de jilgueros, verderones, tarabillas posadas en los cardos borriqueros, cogujadas, mirlos e incluso en primavera golondrinas volando a ras de suelo por los verdes prados.
En los espacios donde el canchal nos da una tregua y donde la acumulación de tierra y materia orgánica ha dado lugar a suelo fértil, crece gran variedad de plantas que hará las delicias de los amantes de la botánica, especialmente durante la primavera. No obstante, el abundante ganado que pasta libremente por la falda de la sierra solo ha permitido que proliferen los resistentes torviscos y matagallos, además de una gran variedad de cardos y espinos como los que tenemos que ir esquivando en el tramo que va del puerto Lucena, hasta la lengua de tierra donde comienza el embudo. En nuestro caso la flor protagonista de la ruta fue el lirio, preciosa flor donde las haya, que rara vez crece solitaria, teniendo la peculiaridad de crecer al menos junto a otra compañera con la que parece fundirse a veces en pequeños o medianos ramilletes de manera que con sus pétalos morados en distintas tonalidades, a veces nos cuesta distinguir individualmente cada flor parecino estar fusionadas unas con otras en curiosa simbiosis. Preciosa y misteriosa flor donde las haya que ha encontrado su hábitat ideal en las faldas de estas sierras calizas que conservan un altísimo índice de humedad gran parte del año. En la zona alta de la sierra el amante de la botánica volverá encontrar otro gran aliciente al poderse deleitar con el variado mosaico de líquenes que en forma de costras verdes, amarillas y anaranjadas nos vamos encontrando en los bordes de las rocas donde mejor se conserva la humedad, prueba inequívoca de la pureza del aire que existe en esta sierra donde nuestros pulmones agradecerán la visita.
Desde el punto de vista geológico se diría que es el prototipo de sierra eslabón del arco calizo central, que nos encontramos a lo largo de toda la sierra de Camarolos, sierra Chimenea o incluso en la cercana sierra del Torcal, si bien no con formas erosivas tan espectaculares como esta última. Pero mantiene todos los ingredientes del típico paisaje kárstico con lapiaces, torcas, marmitas y fisuras por fragmentación, que le dan caprichosas formas a las abundantes rocas junto a las cuales vamos caminando la mayor parte de la ruta, llegando a encontrarnos a veces inverosímiles orificios redondeados a modo de entanas, así como algunas cuevas, grietas y simas con las que habrá quetener cuidado en mas de una ocasión.
1ª parte, Al filo de lo imposible por la vaguada equivocada:
Poco antes de la hora prevista ya estábamos haciéndonos la foto de comienzo de ruta los diez compañeros que acudíamos a la cita, mochila, bastones e impermeables en ristre frente al hotel restaurante La Yedra, autovía de Las Pedrizas, magnífico y cómodo punto de partida para iniciar esta interesante y muy poco frecuentada ruta montañera. Después de aprovisionarnos de agua en la famosa fuente de la Yedra, junto al aparcamiento, comenzamos a andar por la vía de servicio dirección este, hasta que después de pasar junto a la gasolinera, situada a unos 200 m. del comienzo, accedimos por una angarilla al terreno sembrado que nos encontramos al pie de los tajos de la cara norte de la sierra, manteniéndonos cerca de la valla metálica para no estropear la tierra cultivada, en paralelo a la carretera de servicio que va quedando a nuestra izquierda, hasta que poco antes de llegar al tendido eléctrico que nos sirve de referencia para iniciar la aproximación al pie de la sierra, giramos a la derecha, de manera que comenzamos a ascender suavemente por una dócil cañada tapizada de hierba y salpicada de grandes retamas, alguna que otra aulaga y matagallos entre los que vamos ganando altura cómodamente a través de cualquiera de las sendillas mantenidas por el paso del ganado, de manera que con la carretera a nuestra espalda y con el tendido eléctrico a nuestra izquierda o incluso a veces por debajo del mismo, llegamos al Puerto Lucena, situado a 1,8 km. del comienzo de ruta, coincidiendo con la cuarta torreta de alta tensión, y sobrepasando dicho puerto debemos mantener la dirección sureste en busca de la base para iniciar la ascensión. Pero el mar de nubes bajo el que estábamos inmersos nos impedía ver nuestro objetivo e incluso nos hizo dudar sobre el camino a seguir. Y fue en aquel preciso momento cuando el amigo Fernando de La bota viajera, que se unió a nuestra comitiva frente a la comisaría de Carranque, por suspensión de su salida a última hora, habiendo hecho esta ruta con anterioridad, quien nos indicó que le sonaba haber subido por la vaguada que teníamos a la derecha, justo antes de llegar a la cuarta torreta. Como vimos muy marcado el embarrado sendero que zigzagueaba a través del canchal y la dirección también nos acercaba al objetivo que no veíamos, pero intuimos, decidimos probar suerte de manera que un kilómetro después llegábamos a un pradito salpicado de majuelos, desde el cual iniciamos la ascensión hacia la cumbre primero por una zona abancalada y posteriormente por un terreno cada vez mas escarpado hasta que nos situamos en el mismo filo de un tajo, cuya base se perdía de vista bajo nuestros pies oculto por las nubes en las que estábamos inmersos rociados por una permanente llovizna casi imperceptible, que hacía peligroso caminar por un terreno tan calizo, hasta el punto que justo antes de llegar al mismo bode del tajo, nuestra compañera Maribel, La Sirenita del río Cebollón, protagonizaba la caída mas espectacular de la jornada, cayendo de espaldas sobre una enorme roca que por fortuna era plana, menos mal que la mochila la amortiguó, a pesar de lo cual no faltaron los masajes de deep heat dados con todo cariño por parte del doctor Amador que aquel día estaba de guardia. Recuperados del susto, pasamos al otro lado de la alambrada que nos encontramos en ese punto, mientras Carlitos iba haciendo jirones con su impermeable de 1€ comprado el día anterior en los chinos, el GPS de Juan Antonio, el Elfo de La Malagueta, nos indicaba que la cumbre estaba cada vez mas cerca, pero tras 50 m. de ascensión por un abrupto canchal completamente resbaladizo y con profundas grietas entre roca y roca, llegó un momento en que se hacía cada vez mas difícil y peligroso continuar, pues ya no íbamos caminando sino trepando, por lo que hubo que dar marcha atrás retrocediendo sobre nuestros pasos hasta que volvimos a situarnos en el sendero que discurría paralelo al tendido eléctrico a la altura de la cuarta torreta.
2ª parte, retomando el buen camino, Ascensión por el Embudo:
Con la certeza de encontrarnos en el camino correcto y por un terreno mucho mas dócil que el afilado canchal de la crestería donde nos vimos obligados a dar marcha atrás. Avanzamos a buen ritmo por la ladera este de la sierra que vemos perfectamente tal y como nos vamos aproximando hacia el puerto de Las Pedrizas cuando venimos desde Málaga, pasando cerca de un nutrido rebaño de ovejas con alguna que otra cabra que no dejaban de seguir con la mirada la amenazante presencia de los tres perros que nos acompañaban. A nuestra izquierda cada vez mas abajo iba quedando otro hotel restaurante junto al inicio de la bajada del puerto de Las Pedrizas por encima veíamos el pueblecito de Villanueva del Cauche y mas lejos en dirección este Villanueva del Rosario, al pie de la formidable sierra de Camarolos, mientras que de frente a nosotros, dirección sur, veíamos Casabermeja con el telón de fondo de los Montes de Málaga. Conforme nos íbamos acercando a la lengua de tierra, desde donde se accede al empinado embudo por el que se realiza la ascensión el mar de nubes lo iba cubriendo absolutamente todo, por encima y por debajo nuestra. Como ya había algún compañero con hambre, decidimos almorzar en la base del tobogán, al pie de un roquedo que a penas ofrecía refugio para el constante chirimiri que nos iba rociando todo el tiempo. El moscatel ofrecido por nuestro amigo Miguel Becerra, el Pura Sangre Jerezano, fue mano de santo para entrar en calor, así como su tremenda tableta de chocolate que junto con la de Carlitos fue devorada sin piedad por algunos compañeros muy necesitados de alimentos energéticos antes de afrontar tan empinada subida. Tras la breve pausa de la comida expres, comenzamos la empinada ascensión por la mencionada lengua de tierra, manteniéndonos cerca de la pared rocosa que teníamos a nuestra izquierda. Con gran esfuerzo íbamos subiendo sin a penas visibilidad totalmente engullidos por las nubes en las que estábamos inmersos, pero tampoco importaba mucho en ese momento la falta de visibilidad, pues teníamos la certeza de que ahora sí, marchábamos por el buen camino. Conforme nos íbamos adentrando por el cada vez mas empinado embudo, donde incluso en el día mas despejado lo único que vas mirando es donde dar el siguiente paso, entre el jadeo de tu respiración, el roce del impermeable y el compás de tus bastones buscando un punto de apoyo entre piedra y piedra para impulsarte a cada paso y una voz interior que te dice: “¡qué coño estás haciendo tú aquí en un día como éste!”. Pero son precisamente esos momentos de mayor esfuerzo y fatiga, donde a penas queda aliento para intercambiar una sola palabra con el compañero de delante o de detrás, cuando mas consciente eres del mérito, el esfuerzo, la capacidad de sacrificio y la satisfacción personal de llegar o al menos intentar llegar a la cumbre que te has propuesto llegar. No te obsesiones por mirar cuánto falta hasta el próximo collado, por donde va ya el primer compañero, simplemente camina y cuando te des cuenta ya estarás allí con todo el grupo reunido en el próximo collado ó en la mismísima cumbre. En nuestro caso, el grupo que ascendió a un ritmo constante y sin pausa, se detuvo justo antes del final del embudo, donde nos encontramos con una especie de bifurcación bien marcada por el paso de las cabras, pudiendo optar por la de la derecha que en teoría se dirige de forma mas directa aunque por un abrupto canchal hacia la cumbre o la de la izquierda, que en realidad es un cuello de botella o mas bien un veredón por el que optamos continuar ascendiendo valiéndonos de las manos para superar escalones de casi metro y medio por una zona de gran verticalidad, pero relativamente cómoda, pues a veces te permite impulsarte agarrándote a las encajonados paredes por la que íbamos subiendo de forma escalonada a través de altísimos peldaños., teniendo que ser ayudados de vez en cuando por la mano amiga de algún compañero, hasta que nos situamos en el colladito cercano a la cumbre donde nos esperaba otra alambrada. Tal y como girábamos a la derecha, dirección norte avanzamos por un escalonado canchal, que de una forma mucho mas cómoda y sencilla de lo que nos esperábamos nos llevó hasta la misma cumbre en poco mas de cinco minutos desde el mencionado collado. Con el subidón de adrenalina que siempre te da el objetivo conquistado y mucho mas en un día de condiciones climatológicas tan adversas, cierto es que en la cumbre no nos llovió, ni hacía nada de viento, celebramos la conquista, bromeando con el enorme roto por la entrepierna de los pantalones de Carlitos por donde asomaban unos inmaculados calzoncillos blancos que dejaban entre ver un tremendo bulto a pesar del frío. Por no hablar del chubasquero que se había comprado en los chinos el día antes por 1€ y regateando, con el que llegó hecho jirones a la cumbre cual guerrero espartano, casi arrastrándolo por el suelo, mientras los compañeros se descojonaban vivos, porque cada vez que había que saltar una alambrada parecía que el chubasquero se enganchaba mas y mas por todas partes. Pero yo sabía que en realidad se trataba de un chubasquero inteligente con tecnología punta, que se iba desintegrando poco a poco conforme aumentaba la temperatura corporal. Entre onza y onza de chocolate y algún que otro pastelito traído de Grazalema nos recreamos con la curiosa cafetera que a modo de buzón han dejado instalado junto al esqueleto del punto geodésico, del que prácticamente se ha erosionado la capa exterior del consabido cilindro de hormigón, a cuyo pie han dejado una placa los compañeros del “Club de montaña amigos del Torcal”, junto a la cual nuestro ínclito amigo Carlitos nos volvía a deleitar con una preciosa poesía de cosecha propia (ver video al final de la crónica).
3ª parte: Descenso desde la cumbre de la Sierra de las Cabras hasta el barranco de La Yedra:
Sin poder disfrutar de la privilegiada panorámica que se puede contemplar desde esta cumbre situada en el centro norte del Arco Calizo Central, con la prolongación de la misma hacia el este donde destaca en primer término la Peña Negra con la curiosa denominación de sierra del Co en los mapas del IGN y la continuación de la sierra de Camarolos donde se distinguen los perfiles de La Cruz y el Chamizo Alto y hacia el oeste la vecina sierra del Torcal y el Camorro Alto coronando sierra Chimenea, iniciamos el descenso en dirección norte, sin mas vistas que los primeros 30 ó 40 m del escalonado canchal por el que íbamos descendiendo hasta situarnos al borde del tajo Prieto, que tuvimos que esquivar descendiendo en perpendicular hacia la izquierda, ó lo que es lo mismo dirección noroeste, hasta que llegamos a un precioso bosquecillo de olmos y majuelos que envueltos en la niebla nos recordaban a la escena de la película Excalibur donde Percebal ha llegado a un bosque misterioso en su búsqueda del Santo Grial. Dicho bosque, resultó ser la antesala de un inmenso prado verdaderamente precioso donde brotaban veneros por doquier que resultaron ser el nacimiento del arroyo de La Yedra, formado a partir de una alineación de pequeñas charcas que nos sirvieron de referencia para guiar nuestros pasos hacia la cabecera del barranco de La Yedra a donde llegamos con bastante facilidad y a muy buen ritmo. Sin embargo, al asomarnos a la cabecera del barranco, vinieron a mi mente las palabras de la crónica que “El Tritón de la Chorrera” traía imprimida en una inmaculada carpeta de la interesantísima página piedra sobre piedra: http://www.forospiedrasobrepiedra.com/smf/index.php?topic=5230.msg73662#msg73662, acompañada con sus sempiternos mapas del IGN sobre los que tiene marcados mil y un senderos conocidos e inéditos por la provincia de Málaga y sus alrededores. En la crónica venía a decir algo así como: -cuando lleguéis a la cabecera del barranco, mas de uno se preguntará: “Cómo coño vamos a bajar por ahí”- y es que aquello ponía los bellos de punta solo de verlo. Se trataba del prototipo de barranco encajonado entre dos tremendas paredes a modo de desfiladero que va formando un embudo conforme desciendes hasta su base. Pero ¡que coño!, la carretera junto al comienzo de ruta ya se veía allí abajo y además teníamos el privilegio de contar con senderistas de leyenda como: Jon Webster-El Huracán de Sheffield, Valentín-El Retorno de Séneca (Campeón de España de Travesía de Montaña, “Veteranos A” 2007 y 2008), el curioso caso de Manolo Manzanares-El Tritón de la Chorreras, Eduardo Campos-El Maestro de Esgrima, Maribel Martín-La Sirenita del río Cebollón, especializada en descenso de cañones y Miguel Becerra-El Piloto de Pruebas, con lo cual animados por la cercanía de la carretera, decidimos iniciar el descenso con gran soltura por parte de los compañeros anteriormente mencionados, mientras que el resto íbamos arrastrando el culo de forma poco ortodoxa por la empinada barranquera que totalmente mojada y sin dejar de llover se hacía muy resbaladiza e incluso peligrosa, jugándote por cada metro avanzado, la caída por un empinado tobogán de rocas hacia el fondo del barranco cubierto de zarzas. Hasta que poco a poco, gracias a los ánimos y consejos de los compañeros que iban abriendo camino por delante, nos reagrupamos a la altura de la repisa donde se encuentra la entrada de una curiosa cueva que queda a la derecha del barranco tal y como vamos bajando. Desde allí apiñados en dicha repisa a modo de balconada, seguimos con atención las peripecias del Huracán de Sheffield en su labor exploratoria para localizar nuevas repisas, salientes o veredones que facilitaran la bajada, incluso llegó a realizar una espectacular ascensión por la pared que teníamos enfrente. Pero dado lo agreste del terreno, por donde la única manera de seguir bajando era destrepando escalones de mas de 3 m de altura por rocas lisas completamente empapadas y con el verdín de los abundantes líquenes, mientras comenzaba a llover cada vez mas fuerte y el cielo cada vez mas oscuro conforme iba cayendo la tarde. Decidimos dar marcha atrás, pues todavía en seco podría haberse intentado, pero en mojado y sin llevar encima el material adecuado intentar forzar la situación hubiera sido una temeridad por lo que llegados a este punto decidimos regresar sobre nuestros pasos hasta la gran pradera donde se encuentran los veneros que dan lugar al nacimiento del arroyo de La Yedra.
4ª parte, El Regreso a las cuatro torres:
Salir de aquel encajonado barranco dando marcha atrás, resultó casi tan duro psicológicamente por la impotencia de encontrarnos ya a tiro de piedra del comienzo de ruta como físicamente por tener que remontar el escarpado y resbaladizo terreno por donde habíamos descendido. Seguramente en cualquier grupo de excursionistas poco experimentado hubiera cundido el pánico viendo como comenzaban a marcharse las últimas luces de la tarde. Pero un grupo de pasos largos jamás se pone nervioso ante la adversidad y con disciplina espartana desandamos a buen ritmo todo el trecho que nos separaba hasta la paradisíaca pradera donde se forma el nacimiento del arroyo de La Yedra, volviéndola a atravesar en sentido contrario, hasta que al llegar casi al fondo de donde de la misma, donde comienza la alineación de charcas giramos a la izquierda, dirección este, saliendo a un collado, tras el cual descendimos a la pequeña pradera desde donde habíamos iniciado la primera ascensión de la mañana, continuando siempre en dirección este, ya por camino conocido, recuperamos el famoso sendero que discurre paralelo a las cuatro torretas de alta tensión, junto a las cuales fuimos descendiendo hasta llegar sin ningún problema y todavía con luz suficiente hasta el inicio de ruta. Recreándonos con el juego de luces del atardecer filtrándose entre las nubes que cubrían las zonas altas de las impresionantes paredes de la cara norte de esta sierra, en cuya base se asienta el hotel Fuente La Yedra, donde una vez cambiados, nos tomamos el cafelito de despedida donde como de costumbre no faltaron las bromas sobre alguna anécdota de esta jornada jornada en la que Carlitos batió todos los records de caída en una sola ruta y por supuesto la mención de las próximas rutas con el deseo de volver a coincidir en próximas aventuras y la gratísimas sensaciones compartidas que siempre te dejan jornadas épicas como ésta.
La Sierra de las Cabras:
A modo de conclusión, se me ocurre pensar que posiblemente nos encontremos ante la gran paradoja de ser la sierra que mas tráfico soporta a sus pies por tener en su base el mítico puerto de Las Pedrizas con todos los enlaces por autovía que comunica a Málaga con el resto de de provincias del interior y sin embargo ser una de las mas desconocidas, sino la menos visitada a nivel senderismo. Pero es esta una sierra que lejos de lo inhóspita y desértica que puede resultar vista desde la distancia, está repleta de vida, desde las numerosas cabras hispánicas de donde procede su nombre con las que nos encontramos en varias ocasiones, hasta el jabalí muy abundante en esta zona a juzgar por la cantidad de agujeros que vimos en el suelo testimonio de sus típicas excavaciones a la búsqueda de raíces y pequeños animalillos. Así mismo nos encontramos con bastantes madrigueras de tejón, mofetas y por supuesto zorreras, incluso nidos de alcaudón en espinosos majuelos al alcance de la mano. Y es que la ausencia casi total de envases y envoltorios varios, junto con las sendas tan poco marcadas nos indican lo poco frecuentada que está esta sierra, donde a poco que te adentras en ella, la sensación de paz y silencio es infinita. Siendo un lugar ideal para el estudio de la rica fauna de la zona, donde además de los anteriormente mencionados, también nos encontramos con la colorida presencia de jilgueros, verderones, tarabillas posadas en los cardos borriqueros, cogujadas, mirlos e incluso en primavera golondrinas volando a ras de suelo por los verdes prados.
En los espacios donde el canchal nos da una tregua y donde la acumulación de tierra y materia orgánica ha dado lugar a suelo fértil, crece gran variedad de plantas que hará las delicias de los amantes de la botánica, especialmente durante la primavera. No obstante, el abundante ganado que pasta libremente por la falda de la sierra solo ha permitido que proliferen los resistentes torviscos y matagallos, además de una gran variedad de cardos y espinos como los que tenemos que ir esquivando en el tramo que va del puerto Lucena, hasta la lengua de tierra donde comienza el embudo. En nuestro caso la flor protagonista de la ruta fue el lirio, preciosa flor donde las haya, que rara vez crece solitaria, teniendo la peculiaridad de crecer al menos junto a otra compañera con la que parece fundirse a veces en pequeños o medianos ramilletes de manera que con sus pétalos morados en distintas tonalidades, a veces nos cuesta distinguir individualmente cada flor parecino estar fusionadas unas con otras en curiosa simbiosis. Preciosa y misteriosa flor donde las haya que ha encontrado su hábitat ideal en las faldas de estas sierras calizas que conservan un altísimo índice de humedad gran parte del año. En la zona alta de la sierra el amante de la botánica volverá encontrar otro gran aliciente al poderse deleitar con el variado mosaico de líquenes que en forma de costras verdes, amarillas y anaranjadas nos vamos encontrando en los bordes de las rocas donde mejor se conserva la humedad, prueba inequívoca de la pureza del aire que existe en esta sierra donde nuestros pulmones agradecerán la visita.
Desde el punto de vista geológico se diría que es el prototipo de sierra eslabón del arco calizo central, que nos encontramos a lo largo de toda la sierra de Camarolos, sierra Chimenea o incluso en la cercana sierra del Torcal, si bien no con formas erosivas tan espectaculares como esta última. Pero mantiene todos los ingredientes del típico paisaje kárstico con lapiaces, torcas, marmitas y fisuras por fragmentación, que le dan caprichosas formas a las abundantes rocas junto a las cuales vamos caminando la mayor parte de la ruta, llegando a encontrarnos a veces inverosímiles orificios redondeados a modo de entanas, así como algunas cuevas, grietas y simas con las que habrá quetener cuidado en mas de una ocasión.
¡Qué bien! me citas sin haber ido. Se ve que el chocolate de Carlitos (no penséis mal) es casi tan sublime como sus poesías
ResponderEliminarQuerido amigo Eduardo:
ResponderEliminarcasualidades de la vida tienes un tocayo no solo de nombre, sino de primer apellido que en la crónica sale con bigote y su chubasquero verde caqui al mas puro estilo guardia civil.
Un saludo
Juani
Leerlo y sentirse al borde de lo imposible...excelente crónica y divertida, además..
ResponderEliminarEl final, un regalo de poesía a cargo de nuestro amigo poeta..todo un lujito de relato...
Mi querida Mónica, el lujo es tenerte por lectora.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte.
Juani