Crónica: Magdalena Mayor “La Pimentonera de Águilas”
Fotos: José Antonio Montenegro y Juan Antonio Mena.
Definitivamente, ha sido una ruta preciosa, aunque dura, y lo hemos pasado muy bien.
¡Qué maravilla de paisajes!. El recorrido por los circos glaciares que forman las cabeceras de los barrancos del Guarnón, Valdeinfierno y Valdecasillas, es grandioso, lleno de pasos aéreos pero seguros, lagunas, chorreras que forman cascadas que se precipitan cientos de metros hacia el abismo de los valles, y de telón de fondo, las caras nortes de varios tresmiles.
Tras apearnos del autobús del Servicio de Interpretación de Altas Cumbres de Sierra Nevada (¡menudo nombrecito!), y posar para una foto de grupo que el amable conductor nos hizo con el Veleta como fondo, nos dirigimos al Balcón del Veleta, donde comenzaba la senda de bajada hacia los corrales del Veleta, llamada “El Veredón”. Esta senda, peligrosísima en invierno con nieve o hielo, pero bastante asequible en verano, te deja justo debajo del pico Veleta, a los piés de una enorme pared vertical frecuentada por escaladores. El corral del Veleta es la cabecera de las chorreras que conforman el río Guarnón, un estremecedor circo glaciar donde los neveros permanecen todo el año. Atravesamos el corral del Veleta camino del collado de Veta Grande, no sin antes visitar un curioso agujero, el principio de un tunel vestigio de un proyecto de carretera que pretendía comunicar Granada con la Alpujarra perforando la cima del Veleta, y cuya construcción fué finalmente desestimada.
La subida a Veta Grande era la primera etapa “penosa” de nuestra ruta. Primero una senda por una loma empinada que ascendía sobre el cada vez más profundo barranco del Guarnón, y después una pedrera interminable que conducía a uno de los sitios con mejores vistas de toda Sierra Nevada. Llegar a Veta Grande es una recompensa a la fatigosa subida, pues desde allí se divisan las caras nortes del Alcazaba, Cerro de los Machos, Crestones de Río Seco, Puntal de la Caldera, Mulhacén, Alcazaba, e incluso los tresmiles orientales (Puntal de Vacares, Cuervo, Atalaya...). A los piés de las impresionantes caras nortes, los barrancos del Guarnón y Valdeinfierno, y coronando éste último, la laguna Larga, con su chorrera de desagüe que se precipita decenas de metros hacia el abismo del barranco de Valdeinfierno.
Tras las fotos y el intento de rescate de la gorra de Bernardo, que salió volando, proseguimos una senda descendente hacia el corral del Valdeinfierno, cabecera del barranco homónimo, con numerosos neveros, lagunas, chorreras y sendas ascendentes y descendentes, sobre el mismísimo barranco, que desembocan en un paisaje idílico: la laguna Gabata y la laguna Grande. Junto a la caudalosa chorrera montamos el campamento para la comida, acompañados en todo momento por unas cabras montesas que esperaban participar en ella. Sobre nosotros los Crestones de Río Seco, afiladas crestas a las que, según el libro de mi paisano Juan Carlos García Gallego, se puede ascender desde el punto en que nos encontrábamos. Tras la comida y un ratito de “siesta” (¡qué bien se estaba al solecito, con una suave brisa y el rumor del agua!), hicimos fotos de grupo junto a la laguna y emprendimos la marcha hacia el Puntal del Juego de Bolos. ¡Menudo bajón!: cargar otra vez las pesadas mochila y comenzar una continua subida hacia nuestro primer tresmil. El primer tramo era una senda que recorría la loma que separa los barrancos de Valdeinfierno y Valdecasillas, con impresionantes vistas y pasos aéreos. Al final llegamos a la loma del Juego de Bolos, que como todas las de Sierra Nevada, son interminables pedreras. Llegamos a la cumbre cada uno a su ritmo, y allí permanecimos largo rato contemplando el profundo barranco del Valdecasillas, en el que divisamos incluso el refugio de la Cucaracha, las caras nortes del Puntal de la Caldera, Mulhacén, Puntal de Siete Lagunas, Alcazaba, su tenebroso espolón y vasares, y bajo esas inmensidades, la laguna de la Mosca, que a esas horas ya estaba bastante concurrida. Unas fotos y emprendimos el camino de bajada hacia la laguna de la Mosca, lugar en el que dormiríamos, a la que llegamos a media tarde, con el sol aún bastante alto.
Comenzamos a montar el “campamento”, y de repente, una racha de aire de las muchas que hubo aquella tarde-noche, se llevó volando por los aires la esterilla de Bernardo, como una cometa. Todos los huéspedes del Sheraton “La Mosca”, nos quedamos con la boca abierta de ver la altura que cogía la colchoneta y su capacidad de vuelo, digna de estudio por los científicos de la NASA. El pobre Bernardo tuvo que ir a un barranco a buscar la esterilla. El viento se había ensañado ese día con él. La mini-tienda de Severo también estuvo a punto de salir volando, pero ya había clavado dos “vientos” y eso le salvó de ir a parar a otro barranco.
La laguna de la Mosca es un paraje precioso. Está en una cubeta glaciar encajada entre las caras norte del Alcazaba y el Mulhacén, y eso hace que sea un sitio resguardado, pero donde deja de dar el sol pronto. A última hora de la tarde sucede que aunque la laguna esté en sombra, el sol sigue dando en las caras nortes, que toman un color dorado, y ese color se refleja en la laguna... A esa hora cientos de cabras monteses, de todos los tamaños, pastan comiendo por los borreguiles (y buscando algún extra de comida de los montañeros). En un extremo de la laguna, donde sale la mayor de las chorreras de desagüe que forman el río Valdecasillas, hay un mirador desde donde se observa el profundo precipicio por el que caen las chorreras en cascada, hacia el valle. Justo enfrente tenemos la cara norte del Alcazaba con sus tenebrosos vasares y espolón, que según unos montañeros (murcianicos como yo) con quienes estuve conversando, es bastante asequible aunque asuste desde lejos; ellos habían subido desde el valle por el espolón para después tomar el vasar hacia la laguna.
El domingo, después de subir al collado del Ciervo, casi todos subimos sin mochila a la cima del Mulhacén. Eran casi 400 m. de subida, pero lo teníamos tan cerca... La cumbre a esa hora no estaba demasiado concurrida, y las vistas, como siempre, grandiosas. Veíamos la laguna donde habíamos dormido 600 m. más abajo... menuda cuesta habíamos subido en un rato !!!!. Tras las fotos y la bajada de la loma, subimos hacia la cumbre del Puntal de la Caldera, otro tresmil vecino del Mulhacén. Un terreno bastante antipático, con muchas piedras y bastante escarpado, pero con muy bonitas vistas. Bajada casi por el mismo sitio, buscando una senda que bordea la laguna de la Caldera camino de Loma Pelá. He pasado varias veces por allí y nunca he visto la laguna tan llena, y con tanta nieve alrededor, a estas alturas del verano. La vereda, después de las dos cumbres que habíamos hecho, se nos hizo algo pesada, pero sin mucha dificultad llegamos a Loma Pelá, donde terminaba la parte difícil del itinerario. Unas fotos, y emprendimos la bajada hacia el carril que nos llevaría a la Carigüela del Veleta.
Habíamos decidido no hacer la cumbre del Cerro de los Machos, porque todos estábamos bastante cansados por el extra de la subida al Mulhacén, y nos quedaba la bajada caminando hasta el albergue (el domingo había una carrera que sube desde Granada hasta el Veleta... ¡corriendo!, y la carretera está cortada, por lo que no funcionan lo autobuses, y ese detalle lo conocimos el mismo sábado por la mañana).
Al llegar bajo el cerro de los Machos, paramos a comer. Tras la breve pausa, Bernardo y Severo continuaron para llegar cuanto antes al parking del albergue y coger el coche, les quedaba un largo camino de vuelta. Los demás lo tomamos con más tranquilidad, y recorrimos el camino hasta la Carigüela disfrutando de las vistas de las cumbres, del valle del río Veleta, la laguna de Aguas Verdes (de un precioso color esmeralda), los inmensos neveros inusuales en esta época del año, e innumerables cascadas donde algunos pudieron llenar su ya vacía cantimplora. En la Carigüela paramos un rato a charlar con unos agentes forestales, mientras contemplábamos el paisaje de los Tajos de la Virgen y los lagunillos en el fondo del valle, y luego proseguimos hacia las Posiciones del Veleta, desde donde el camino de bajada era bastante monótono y pesado, pero no había más remedio que hacerlo andando por la circunstancia de la falta de autobuses. La verdad es que todos flipamos, y disfrutamos como un cochino en un charco, según palabras de Bernardo. El sábado en el "campamento", mientras montábamos los sacos, tiendas, nos aseábamos, cenábamos... el ambiente fué de lo más divertido. Y a media noche llegó el zorro, y trás un fallido asalto a un campamento vecino, cuyos moradores comenzaron a dar unas voces que nos despertaron, se vino hacia nosotros, pero el "Indomable Jaime" lo ahuyentó, y el bicho intentó un ataque por el otro flanco, exitosamente abortado por las maniobras del "Elfo de la Malagueta". El animal ya no volvió a aparecer y los ronquidos de algunos inundaron la plácida y estrellada noche.
Quería aprovechar para hacer una reseña geográfica, y otra poética.
En la excursión del 1 y 2 de agosto recorrimos las fuentes del Genil, el más importante afluente del Guadalquivir. Los ríos Valdecasillas y Valdeinfierno forman el río Real al unirse en Cueva Secreta, y cuando se suma a ellos el río Guarnón, junto a las Minas de la Estrella, forman el río Genil. Federico García Lorca compuso una balada preciosa dedicada a estos ríos, que nuestro Carlitos el Poeta habría recitado magistralmente en las soberbias cumbres donde nacen estos ríos. Dice así:
BALADILLA DE LOS TRES RÍOS
A Salvador Quintero
El río Guadalquivir va entre naranjos y olivos. Los dos ríos de Granada bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor que se fue y no vino!
El río Guadalquivir tiene las barbas granates. Los dos ríos de Granada uno llanto y otro sangre.
¡Ay, amor que se fue por el aire!
Para los barcos de vela, Sevilla tiene un camino; por el agua de Granada sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor que se fue y no vino!
Guadalquivir, alta torre y viento en los naranjales. Dauro y Genil, torrecillas muertas sobre los estanques,
¡Ay, amor que se fue por el aire!
¡Quién dirá que el agua lleva un fuego fatuo de gritos!
¡Ay, amor que se fue y no vino!
Lleva azahar, lleva olivas, Andalucía, a tus mares.
¡Ay, amor que se fue por el aire!
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