domingo, febrero 21, 2010

Ascensión a La Maroma desde el cortijo del Robledal


Longitud: 7,4 km
Desnivel aprox. 950 m
Trayecto: lineal, con la posibilidad de añadirle dos tramos circulares en el descenso, la variante de la fuente de la Tacita de Plata y la de los Charcones.
Dificultad por la dureza del recorrido: Alta/Muy alta (dependiendo si está nevada y según el estado de dureza de la nieve los crampones son imprescindibles, si no queremos vernos expuestos al riesgo de resbalar por tramos de sendero con mucho vuelo).
Dificultad por orientación: Media, aunque si es la primera vez es recomendable llevarse un mapa de la zona, sobre todo si se opta por hacer la variante de la Tacita de Plata. ¡Ojo!, en caso de encontrarnos con un día muy nuboso la dificultad para orientarse en la cumbre pasa a ser muy alta así como las posibilidades de perderse, por lo que a poco tengamos constancia de tiempo inestable es mejor renunciar a subir a la maroma y cualquier otra ruta alternativa donde no existan estos riesgos, ya que en la maroma el tiempo suele cambiar a gran velocidad y suele ser el prototipo de montaña trampa. Empezando la caminata con el cielo completamente despejado y al llegar a la cumbre vernos en unas nieblas ó mejor dicho nubes, muy espesas.

Tras una semana de fuertes lluvias en la que los medios de comunicación coincidían en que este invierno había sido el mas lluvioso de los últimos 60 años en Andalucía, al mismo tiempo anunciaban que el sábado tendríamos una ventana de buen tiempo, así que no nos lo pensamos dos veces, porque cuando aquí abajo se lleva lloviendo varios días y con frío. Allí arriba suele nevar y una vez mas, La Maroma, que cariñosamente apodamos como “el Kilimanjaro de la Axarquía” volvía a lucir sus mejores galas. Finalmente fuimos doce los compañeros que participaos en esta bonita ascensión: Magda la Pimentonera de Águilas encabezando la comitiva que venía desde Sevilla formada por Javi, coordinador de GEMA (grupo Extremo de Montaña Activa), Gabriel “Taxi Driver”y Ana, desde Córdoba: Héctor-El Caimán de Puente Genil y Mª Luisa-El Duendecillo de Sierra Horconera, desde Campillos: Fran-El Flamenco de la Laguna de Capacete y desde la costa: Encarni-La Corresponsal de la Bota Viajera, Eduardo-El Profeta del tajo Gómer, José Antonio-El Vigilante de la Playa y un servidor.

Cualquiera hubiera pensado que aquel sábado 20 de febrero de 2010 la ascensión a la Maroma se convertiría en una romería, sin embargo, nada mas lejos de la realidad. Al llegar poco antes de las 10 de la mañana al cortijo del Robledal, tan sólo vimos un par de coches mas que habían llegado antes que nosotros y cuando llegamos a la cumbre, a penas un grupo de seis amigos de Camino y Jara y tres parejitas comiendo y haciendo unas fotos. Acomodados los crampones dentro de las mochilas, que cada uno llevábamos envueltos en una toalla o cualquier otra cosa para amortiguar los pinchos. Echamos a andar bajo un sol radiante que hacía presagiar una magnífica jornada de montaña, con la tranquilidad de saber lo bien preparado que iba cada compañero. Doy gracias desde estas líneas a Salva-El Jardinero Fiel por dejarme sus crampones y a Javi de GEMA por haber tenido el detalle de acudir con un par de crampones extras para quien los pudiera necesitar.

Prácticamente toda la jornada, al menos, hasta donde lo permitió la nieve, caminamos a un ritmo alegre, pero lo suficientemente cómodo como para mantener conversación con el compañero de al lado. Los regatos de agua a ambos lados del camino daban fiel testimonio de las abundantes lluvias caídas durante toda la semana, abarcando en ocasiones el ancho de la pista por donde discurre la 1ª parte de la ruta hasta mas allá del desvío que nos lleva hasta los corrales de Martín, que es donde la pista se transforma en sendero para situarnos poco después en el primer collado donde ya podemos disfrutar de unas vistas preciosas sobre gran parte del barranco de los Prestillejos y un llamativo espolón de la cara norte de la Maroma, denominado Peña del Sol, que a partir de aquí se convierte en el principal referente visual hasta el Salto del Caballo.

Poco después del collado 1, se llega al lugar conocido como el Contadero, que recibe su nombre por tratarse de una angostura por la que pasa el sendero entre un angosto roquedo, resultando ser el lugar ideal para el recuento de cabezas de ganado, cuando antaño esta zona era lugar de pastoreo. Una serie de empinados zig-zags nos sitúa en el collado 2, desde donde ya podemos disfrutar de unas bonitas vistas de la vega de Alhama de Granada y Sierra Nevada a nuestra espalda, que en aquella jornada estaba espectacular de nieve. Tras el collado 2, la zona boscosa que nos ha acompañado desde el inicio de ruta desaparece y nos adentramos en una zona de matorral bajo, repleta de lascas donde el sendero se confunde entre tanta piedra, entre otras cosas porque es el típico terreno por donde casi da lo mismo andar, mientras que vayamos siempre ascendiendo, así que la senda aparece y desaparece, pasando junto a alguna baliza aquí y allá y flechas pintadas sobre la roca, que ya he ido viendo cambiar de color en los últimos 7 años. En poco mas de 400 m nos vamos a encontrar con dos plazoletas caracterizadas por tratarse en ambos casos de una pequeña llanura con un precioso bosque de pinos alrededor, que nos da una pequeña tregua, para volver a reanudar la ascensión hacia el denominado Collado Rojo. Desde mi punto de vista, éste es el único lugar, junto con la gran meseta somital de la cumbre, que se presta un poco a confusión en todo el recorrido si hay nieve o mucha niebla ya que en este tramo hay varios senderos secundarios que descienden hacia la fuente del Tejo Abuelo. Pero para evitar cualquier duda, siempre tomaremos el sendero principal que será el que continúa subiendo en zig-zag ó en todo caso manteniéndose a la misma altura en cortos tramos de tregua, pero en ningún momento bajando y así es como llegamos al denominado Salto del Caballo coincidiendo con el final del precioso tramo de zig-zags por el que llegamos a este punto bajo un precioso farallón rocoso que hemos ido teniendo nuestra izquierda, y que ya nos deja a tiro de piedra del collado Lobera, que da paso a una pequeña planicie donde nos encontramos con un pequeño grupo de tejos, rodeados por la correspondiente valla metálica protectora.

Aunque el contacto con la nieve comenzamos a tenerlo ya antes del collado Rojo, aún no habíamos decidido colocarnos los crampones porque los tramos con nieve se intercalaban con los de roca o piedra suelta. Y en los pocos pasos con hielo el piolet del Vigilante nos acomodaba los escalones. Pero a partir del collado Lobera el inmenso blanco de nieve que teníamos delante, cada vez mas dura y resbaladiza, hizo que procediéramos a colocarnos todos los crampones al mismo tiempo. Sin duada, la diferencia es abismal y quienes núnca lo habíamos utilizado hasta ese momento, pudimos comprobar in situ de la enorme diferencia que existe entre llevarlos o no. Una auténtica gozada, amén de la increible sensación de seguridad.

Sin embargo, 500 m después al situarnos en el filo del impresionante tajo Volaero, el fuerte viento que suele soplar allí, dejó sin nieve un tramo de sendero lo suficientemente amplio, como para que la mayoría optaran por volvérselos a quitar. Llegando al punto geodésico sin problemas, a pesar de que ya comenzaban a revolotear sobre la cumbre nubes que parecían venir de todas partes como si La maroma actuara de imán gigante. Aún así la ausencia de viento y una agradable temperatura hasta aquel momento, hicieron que la nieve estuviera blandita y pudiéramos caminar por la cumbre sin ninguna dificultad. Una vez hechas las fotos de rigor en tan mítico vértice geodésico de 5 m de altura. Disfrutamos de un almuerzo montañero con unas vistas de lujo sobre todo el litoral malagueño, toda la zona del embalse de la Viñuela hacia el arco Calizo Central, tajos del río Sabar y por supuesto Canillas del ceituno, semioculta tras el peñón Grande, junto con Salares y SEdella a nuestros pies. Un paisaje grandioso con el Medietraneo frente a nosotros y un inmenso ramillete de sierras a levante y poniente, donde destacaban las nieves del Torrecilla hacia el oeste y las ierras de Gador, La Contraviesa y Sierra Nevada al este, pues en esta ocasión no observamos ninguna lengua de nieve en Sierra Almijara que posiblemente se habría reducido a algun nevero por alguna ladera norte oculta desde nuestra posición.

Con unas vistas espectaculares de todas las sierras hacia levante, dejamos a nuestra espalda el vértice geodésico regresando sobre nuestros pasos, hasta el collado Lobero donde tal y como teníamos previsto, hicimos la pequeña variante circular hacia la Fuente de la tacita de Plata, donde tuvimos unas vistas privilegiadas del sendero que sin duda podría ser nuestra apuesta para una futura ascensión a La maroma desde Salares o Sedella a través de la senda de la Acequia, la cresta de las Lomas de Cuascuadra, cortijo Picaritos, cerro Cuascuadra y collado de la Cuesta Pardilla, que sin dua promete ser una ascensión espectacular, aunque de mas de 1.300 m de desnivel. Probablemente mas dura que la extenuante subida desde canillas del Aceituno, que tan sólo volvería a repetir planeando previamente un cambio de llaves en la cumbre para descender por El Robledal o la siempre recomendable área recreativa del Alcázar.

El caso es que estando en el idílico paraje de la Fuente de la Tacita de Plata, vimos como ante todo pronóstico se nos echaba encima un tenebroso frente de nubarrones negros desde el este. El mero hecho de que se fuera el sol, hizo que en cuestión de minutos el sendero por el que íbamos caminando de forma apacible sobre nieve blanda, se tranformara en algunos puntos en una pista de patinaje, que bien podría haberse convertido en una trampa mortal, a la hora de pasar junto a unas laderas empinadísimas y al filo del tajo que nos devolvió hasta el collado Lobera, donde el piolet de José Antonio “El Vigilante de la Playa” jugó un papel fundamental para quien necesitó su ayuda. Afortunadamente una vez de regreso en la senda principal hacia el cortijo del Robledal, volvimos a ganar en seguridad ya que aunque las nubes lo cubrían absolutamente, se habían quedado a muy poca distancia por encima de nosotros. Pero aún así los crampones siguieron jugando un papel fundamental para evitar correr riesgos por el tramo de zig-zags con bastante vuelo que hay entre el Salto del Caballo y el collado Rojo, a partir del cual ya caminamos sin ellos.

Gracias a los crampones y por ende, a la responsabilidad de venir bien equipados de los 12 compañeros, la ruta además de una gozada, resultó ser un ejemplo perfecto de que para hacer una cumbre nevada llevar crampones o no, no es una cuestión de elección, sino de obligación. Lo único que si nos podemos plantear es si comprarlos (precio medio entre 60 y 90 €) ó alquilarlos (precio medio fin de semana entre 6 y 10 €). Un consejo, tanto si es para alquilar y sobre todo para comprar, llevarnos una de las botas bajo la cual nos la vamos a acoplar, porque el único problema que suele plantear es que, la anchura de la puntera de la bota, sea mayor que la anchura de la puntera del crampón. Y otra cosa, que el tema de las correas sea lo mas sencillo posible y rápido de poner y quitar, mientras menos correajes, menos pérdida de tiempo.

2 comentarios :

  1. pedazo dia bueno que hechamos juani
    y que bien escribes coones,siempre es un honor compartir rutas contigo
    por los dioses

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  2. Desde luego me admira la cantidad de cosas que sabes: nunca he encontrado la fuente del tejo esa. Y desde luego los crampones son muy útiles pero sin confiarse (el año pasado me caí con ellos por no llevar piolet para asegurarme pensando que la nieve estaba blanda y era casi hielo)

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