Pueblos de referencia: Gaucín, San Pablo de Buceite-El Colmenar
Hora y punto de
encuentro: A las 8.30 en la cafetería LA CRUZ, nada maas llegar a Gaucín,
llegamos a un cruce en forma de “T” (a la derecha: casco urbano) y a la
izquierda: gasolinera y carretera Ronda-Algeciras, pues justo en esta esquina,
está abierta la cafetería La Cruz desde las 8.00 am
Si venimos desde la Costa,
por la autopista AP-7 (N-340), a la altura de Manilva, tomaremos el desvío que hay a la altura de una
gasolinera, desde donde parte la
carretera A-377, que conduce directamente hasta Gaucín.
Si venimos desde Ronda,
tomaremos, la carretera A-369, Ronda-Algeciras que también nos lleva
directamente a Gaucín en poco mas de media hora.
Opciones para los
enlaces de los coches, horarios de tren o bien plantear la ruta con trazado circular:
OPCIÓN 1: Una vez en Gaucín lo ideal es tomar dirección a
San Pablo de Buceite y poco antes de llegar nos desviaremos a la derecha por
una carretera vecinal en cuyo inicio se encuentra un desvencijado cartel que
nos anuncia la dirección hacia la central hidroeléctrica del Corchado, a la que
llegamos después de recorrer unos 3 km prácticamente llanos, pero con algunos
baches que requieren avanzar despacio por los coches, hasta estacionarlos en
una rellano de tierra que hay unos metros antes de la verja de la central.
Lo suyo, tal y como teníamos anunciado inicialmente, sería
dejar aquí un coche de enlace (final previsto de rutas) y retroceder todos
juntos con los coches, hasta el cruce Gaucín-El Colmenar, para llegar hasta el
puente de El Colmenar y empezar el descenso del río desde allí.
OPCIÓN 2: Otra opción muy interesante es coger el tren que
para en la Estación de San Pablo de Buceite a las 12.31 y que llega a El
Colmenar a las 12.40 pàra iniciar el descenso. ¡Ojo, estos datos pertenecen al
horario vigente en septiembre 2014! (consultar siempre con RENFE, si nos
decantamos por esta opción en el futuro), que en cualquier caso, requiere dejar
un coche de enlace en la central hidroeléctrica del Corchado, pues dista unos 5
km hasta la estación de tren de San Pablo de Buceite.
OPCIÓN 3: Plantear la ruta con trazado circular, la gran
ventaja es que te ahorras el tema de coches en un punto y en otro. El principal
inconveniente es que hay que empezar la ruta muy temprano para llegar lo antes
posible a El Colmenar, pues todo lo que sea empezar a descender mas tarde de
las 13.00 (desde El Colmenar), implica riesgo de que te pille la noche antes de
acabar el descenso.
Una vez en la central hidroeléctrica del Corchado, subiremos
por un empinado sendero paralelo a las tuberías hasta alcanzar una pista
terriza (trazado naranja en el mapa), que en poco mas de dos horas a paso
rápido nos llevará hasta El Colmenar desde donde comenzará el descenso por el
río Guadiaro.
Desnivel aprox. 200 m ascenso y descenso.
Duración: Según la versión que escojamos y nuestra velocidad de
progresión entre 7-10 horas (mejor no quedes con nadie para cenar esa noche).
Nivel dificultad:
Alto (a veces muy alto) debido a lo lenta y a veces desesperante, porque a
partir de la presa del Colmenar, el descenso por este tramo del río Guadiaro, se
convierte en una larga sucesión de grandes bolos de roca, que tenemos que ir
saltando o esquivando todo el tiempo, hasta prácticamente 200 m antes de llegar
a la estación, donde nos encontraremos con el único tramo de arena y piedras no
resbaladizas, después de una interminable y agotadora jinkana sólo apta para senderistas curtidos en
mil batallas, todo terrenos y casi fanáticos de las rutas acuáticas como mi
buen amigo Isi y su fiel escudero David, como el mismo Isi diría, una ruta “al
destrozo” (no sólo por el río, sino incluso en algunos puntos del tramo de ida
por fuera).
La recompensa:
Aunque el 95% de los aficionados al barranquismo o a las rutas acuáticas, que
han ido al río Guadiaro lo hacen para realizar el desfiladero de Las Buitreras
o el tramo que va, desde éstas a El Colmenar.
La mayoría ignora la existencia de las pequeñas playas
fluviales que se encuentran a orillas del Guadiaro, a su paso por El Colmenar,
a las que podemos llegar por el sendero que discurre a la derecha de su orilla,
desde el puente de hierro. La gran presa que hay 1 km aguas abajo de El Colmenar,
donde el río Guadiaro, nos sorprende, con una anchura de casi 50 m de una
orilla hasta la otra.
Y a continuación, y hasta la central de El Corchado una
sucesión de pozas y rápidos de aguas cristalinas de gran calidad, belleza y
frescura, que según el propio Doctor Leal, asiduo de las grandes rutas por el
norte, en nada tiene que envidiar a ningún río Pirenaico (y eso que esta ruta
la hicimos en septiembre, por lo que en primavera o principios de verano puede
ser ESPECTACULAR).
Tipo suelo: cauce
del río Guadiaro (muy pedregoso y resbaladizo)
Tipo de recorrido: circular-paralela.
Ida por el antiguo sendero de la aceuia y regreso por el cauce del río.
Mapa: P.
Nat. Los Alcornocales (Junta de Andalucía)
Fecha de realización y meteorología: sábado 6 de septiembre de 2014, temperatura de unos 30ºC en
las horas centrales del día, cielos predominantemente despejados con ligera
brisa de poniente noroeste 18ºC
Participantes: Vicky "La Botánica" (rosa), Juan Antonio "El Elfo de la Malagueta" (azul), Celia "La Hechicera du Sapo Paulo" (naranja), Eduardo "El Padre Carras" (rojo cardenalicio), el Doctor Leal (naranja) y un servidor, Juan Ignacio Amador.
Material recomendable: Botas barranuismo para el tramo acuático o
como mínimo de de trecking (ideales para todo tipo de terrenos).
En verano NO es imprescindible el
neopreno, por lo que se puede hacer en bañador.
Pero si es imprescindible el bote
estanco, donde si es posible conviene llevar el GPS, para calcular nuestra
posición cuando lo deseemos, funda estanca para cámaras y si se lleva cámara
acuática, genial. Protección solar, cremas, gorra, gafas de sol.
Los bastones o al menos uno serán
nuestros mejores aliados en las zonas resbaladizas o tramos turbios para palpar
posibles rocas que se interpongan en nuestra trayectoria y de este modo evitar
golpes.
Recomendable dejar muda de
calzado y ropa cómoda en el maletero del coche que dejemos en el final previsto
de ruta al inicio de la jornada (si es que llegamos).
A tener en cuenta:
1º) Este tramo del río Guadiaro,
sólo es apto para personas con experiencia en descenso de ríos, pues la mayor
parte del mismo es una larguísima sucesión de rocas de gran tamaño que
requieren de mucha habilidad y gran forma física y experiencia por terrenos
complicados, tipo Isi “Al destrozo y pa´lante sin miedo”.
2º) ¿Existen vías de escape?, tan sólo existen senderos
paralelos a la orilla del río entre El Colmenar, y un kilómetro abajo hasta la
presa, a partir de ahí, prácticamente no existen vías de escape y si las hay
son muy difíciles de encontrar entre el río y la vía del tren que discurre unos
50-80 m por encima del río o bien por el sendero que tomamos nosotros para
realizar el camino de ida hasta El Colmenar, aproximadamente a la misma altura
que la vía del tren, pero por la orilla contraria, pues el bosque es tan espeso
y los matorrales de espino tan abundantes, que disuaden del intento de
escapatoria hasta a los mas intrépidos. El río es el único camino posible hasta
la central de El Corchado. ¡Eso sí!, quien consiga finalizar esta ruta, ya
puede hacer cualquier ruta acuática que se proponga, pues esta ruta se le
podría atragantar hasta el mismísimo Calleja o Bear Grylls “El Último
Superviviente”. Yo aquel día me vi totalmente superado por la ruta, fue una
auténtica lección de humildad.
Descripción de la
ruta:
Siguiendo los consejos de mi amigo Ángel de Sevilla, en los
días previos a la ruta, nos decantamos por la opción circular, llegando todos
hasta la central hidroeléctrica del Corchado, para desde allí llegar hasta El
Colmenar por una pista terriza que discurre por el margen izquierdo del río
(orilla derecha en el sentido de la marcha) y realizar el descenso por el río
desde El Colmenar. Esa era al menos la teoría, he aquí un breve resumen de lo
acontecido aquel primer sábado de septiembre de 2014.
Y después de haberlo imaginado tantas veces sobre el mapa y
con alguna precaria imagen de archivo, allí nos encontrábamos ante la central
hidroeléctrica de El Corchado, única de sus características en España y todavía
está en funcionamiento. Endesa Generación, propietaria de la central, conmemoró
el centenario en 2006 con un acto celebrado dentro de las segundas Jornadas de
Interpretación del Río Guadiaro organizadas por la Junta Municipal de San Pablo
de Buceite y la compañía eléctrica.
Se encuentra situada en la orilla izquierdaa del río
Guadiaro, según el sentido de la corriente, entre San Pablo de Buceite y Gaucín, cumple
1058 años desde su puesta en servicio
La construcción de esta central comenzó en 1904 y entró en
servicio en 1906 con una potencia de 3,5 megavatios. Fue construida por
Hidroeléctrica del Guadiaro, propiedad de los Marqueses de Larios y en 1907 fue
adquirida por Sevillana de Electricidad.
La producción hidroeléctrica en España tiene en El Corchado
una de sus primigenias fuentes de energía. Las investigaciones geográficas
realizadas por los profesores Cayetano Espejo y Ramón García, de las
universidades de Murcia y Extremadura respectivamente, para el Instituto de
Geografía de la Universidad de Alicante, destaca que hasta finales del siglo
XIX, en 1884, no se descubre el mecanismo que hace posible la transmisión de
grandes cantidades de energía eléctrica a muy lejanas distancias permitiendo,
de este modo, satisfacer necesidades eléctricas muy distribuidas en el espacio
geográfico a partir de una central de producción. En Andalucía, subrayan ambos
profesores, la primera línea de muy alta tensión para aquella época se inauguró
para transportar a Sevilla la producción eléctrica del salto de El Corchado.
Estas instalaciones constituyen el punto de partida de lo que, a lo largo del
tiempo, llegaría a ser una red nacional de transporte y distribución de energía
eléctrica.
Desde el año 2004, la localidad de San Pablo de Buceite,
celebra en el puente de la Constitución (primera semana de diciembre), en las
inmediaciones de la central
las Jornadas de Interpretación del Río Guadiaro, para los
mas pequeños de esta localidad, organizándose una caminata desde esta localidad
hasta la central, en la última edición de 2013, se pintaron en
folios las hojas de los árboles más característicos de los alrededores de El
Corchado, se utilizó una lupa para observar hojas, setas, rocas y
microorganismos del río Guadiaro. Y por último se
dividió en dos grupos a todos los niños y se les llevó por la ribera para
intentar ver la presencia de la nutria, y para recoger muestras del río y para
observarlas con lupa. Las actividades fueron
coordinadas por los biólogos David Romero Pacheco, y Lucía Narváez Ledesma, con
la colaboración de Luís Alberto Fernández Piña, Cristina Sánchez y Marina
Andrades.
Y allí estábamos nosotros, ante la antigua
central, orgullo de la Ingeniería de principios de siglo XX en España, la verja
cerrada y la ausencia de presencia humana en sus alrededores, transmitía un
cierto estado de abandono de esos lugares que en su día rezumaban gran
actividad, pero que en la actualidad parecen haber caído en el olvido, aún así
transmitiendo ese porte de orgullo de los lugares que en su día fueron
emblemáticos.
Al encontrarnos con una valla por su perímetro
derecho y la verja cerrada ante nosotros, sólo nos quedaba la opción de rodear
el vallado por su perímetro izquierdo, hasta que no nos quedó mas remedio que meternos
en las cristalinas aguas del río Guadiaro que nos llegaron a la altura del
pecho, vanzando hasta una zona de eucaliptos por donde retomamos la
orilla de la central, pero antes de dirigirnos a la misma, prolongamos unos 50
m río arriba la marcha por la orilla, hasta llegar a un curioso puente colgante
donde nos hicimos unas fotos. La presa que hay junto a la central ha provocado
un sorprendente ensanche del Guadiaro, creando una poza espectacular y es por
ello que este lugar es uno de los parajes favoritos para disfrutar de los baños
en el Guadiaro, de los vecinos de San Pablo de Buceite y sus alrededores.
Realizadas las fotos de rigor en el puente
colgante, regresando sobre nuestros pasos hasta el perímetro norte de la
central, donde nos encontramos con una verja con cerrojo, pero que al no tener
candado, nos permitió el acceso a su patio interior, con fuente incluida,
dejando la verja cerrada a nuestro paso.
Una vez en el interior de la central,
tomamos, el viejo camino empedrado que asciende zigzagueante, en paralelo a las
grandes tuberías que llegan hasta la gran alberca superior, a la que nosotros
no llegamos, pues superada la mitad de la ascensión, tomamos un sendero que
partía a la izquierda de las tuberías y que al coincidir con la trayectoria de
nuestro destino (El Colmenar), no dudamos en tomar. Adentrándonos en primer lugar
en un tramo de monte bajo con algunos grandes ejemplares de alcornoques
dispersos aquí y allá, alguna que otra baca y llegando poco después a un
abrevadero con tres amplias bañeras donde nos hicimos una primera foto de
grupo.
El siguiente hito del camino fue una
especia de cortafuegos que discurría sobre la misma curva de desnivel y que
tomamos a nuestra izquierda, dirección norte, llevando siempre a nuestra
izquierda, la caída hacia el valle del río Guadiaro, que coincidía en todo
momento con el plan previsto. Durante los breves minutos que caminamos por este
cortafuegos, creí que éste debería ser el camino del que me había hablado mi
amigo Ángel, pero no tardamos en llegar a un artesanal viaducto de piedra, que
salvaba una pequeña cañada y que debía corresponder a antiguos vestigios de la
vieja acequia y que sin proponérnoslo, se iba a convertir en la gran
protagonista de nuestro camino de ida
En aquel punto donde nos topamos con este
pequeño puente acueducto y los restos de una antigua casa, ambos hechos de
piedra del lugar, el cortafuegos por el que íbamos viraba a la derecha, rumbo
ESTE, pero como nuestra trayectoria debía ser predominantemente NORTE,
apostamos por saltar la valla que teníamos delante de nosotros y que pronto nos
condujo hasta una amplia explanada, al fondo de la cual se encontraban las
ruinas de una antigua cortijada.
Desde este lugar, dirección ESTE, (dándole
la espalda al fondo del valle), todavía se podía retomar el amplio camino hacia
el que en un principio dirigió sus pasos el padre Carras, pero el resto del
grupo estuvimos de acuerdo en adentrarnos por el bonito sendero que desde allí
discurría en dirección NORTE, llevando siempre a nuestra izquierda, el fondo
del valle y por lo tanto cuadrando perfectamente con nuestra trayectoria.
Cierto es que de esta manera, abandonábamos las pautas marcadas por mi amigo
Ángel “El Gladiador de Itálica” que llegó incluso a mandarme el track en los
días previos, cargándolo inmediatamente en mi GPS, pero que a última hora no
quise llevar, por aquello de: “si el camino es el río ¿para qué el GPS?”, sin
embargo, como horas mas tarde quedaría demostrado, el GPS, siempre resulta un
gran aliado cuando nos adentramos en terreno desconocido, además ese día
llevaba espacio de sobra en el tubo estanco, desde donde sigue recibiendo la
señal y marcando el track perfectamente.
Durante un buen trecho, el sendero de unos
3 ó 4 m de ancho estaba tan perfectamente marcado a través de aquel idílico
bosque de alcornoques cada vez mas cerrado, que ya íbamos totalmente
despreocupados, disfrutando de un paisaje precioso, con el aliciente de caminar
por terreno desconocido e incluso planeando mentalmente una futura ruta por
este mismo sendero.
Poco a poco el sendero se iba estrechando,
pero al seguir muy bien marcado, avanzamos siempre confiados, deleitándonos con
un paisaje cada vez mas frondosos y deleitándonos con los intermitentes tramos
del Guadiaro, que de vez en cuando veíamos en el fondo del valle a nuestra
izquierda, desde donde el río, ya se veía muy pedregoso y mas salvaje de lo
imaginado en un principio.
Llegamos a una bifurcación en forma de “Y” (fotografía de arriba), donde un
GPS habría sido determinante para tomar la decisión correcta o al menos, la mas
clara, que sería la de la derecha, que ascendía (mientras mas lejos del fondo del valle la
vegetación se suele presentar mas despejada) por donde Chuckie había tomado en un principio. Pero nosotros tomamos la
de la izquierda, que descendía suavemente, aunque manteniéndose al menos unos 60-70
m sobre el cauce del río, desde esta altura podíamos escuchar el fluir del
agua, teniendo en cuenta que nos encontramos a finales de verano, esta ruta en
Primavera puede resultar realmente espectacular.
No tardaríamos en encontrarnos con la
antigua acequia, que en un principio queda a la izquierda del sendero. Al otro
lado del valle aparece un puente acueducto de la vía del tren, de unos 100 m de
largo y otros tantos de alto, que salva el cauce del arroyo de Las Piedras
(tributario del Guadiaro por su margen derecho), a la izquierda del mismo el
cerro de la Tía Lindona y su prolongación hacia el Robledal tiñen de verde el
paisaje en dirección oeste, tan sólo interrumpidos por esas grandes lascas de
arenisca tan características del Flysh de Gibraltar en el parque natural de Los
Alcornocales, lástima que la mayor parte del parque sean fincas privadas con
propietarios muy acaudalados, que tienen completamente vallado enormes
extensiones del parque prácticamente insalvables, a veces incluso con cámaras de
vigilancia que funcionan con sensores de movimiento, como en mas de una ocasión
nos han informado nuestros amigos Manuel Limón o el mítico Antonio Giraldez en
sus míticas rutas exploratorias por este parque natural del que sólo conocemos
la punta de iceberg.
La antigua acequia, que desde hace un rato
es compañera intermitente del sendero que llevamos, a veces la llevamos a la
izquierda, a veces a la derecha, según nos cruzamos con ella. En alguna ocasión
el sendero hace las veces de balcón natural hacia el valle y toda la distancia
que llevamos recorrida, mas lo que aún nos queda, sin que todavía se adivine el
mas mínimo atisbo de El Colmenar en el horizonte, ayudan a hacernos una idea de
lo largo que se puede hacer el retorno, a juzgar por lo rocoso que se presenta
el río allí abajo y sus márgenes muy cerrados, sin el menor rastro de senderos
o pistas paralelas, que puedan servirnos de comodín en caso de necesidad.
Y en aquellos momentos en los que cada uno
caminábamos inmersos en nuestros pensamientos, yo me decía a mi mismo: “qué
distinto es observar el entorno de la ruta que vamos a realizar, a través de la
pantalla de tu ordenador, con el programa Google Earth, vasito de horchata
fresquita al lado, ventilador de techo conectado y uno recorriendo la ruta una
y cien veces de adelante para atrás y de atrás para adelante, jugando a ser
explorador, a golpe de ratón, alejando y acercando el zoom…que cerquita se veía
la vía del tren, parecía que casi se podía tocar desde la orilla derecha, y
casi igual de cerca parecía la pista que faldea el cerro Maravillas, que en la
ida llevábamos a nuestra derecha (margen izquierda del río Guadiaro), con el
que no llegamos a conectar hasta poco antes de llegar a El Colmenar y qué bien
nos hubiera venido ahora el GPS para comprobar la distancia a la que estábamos,
bien de El Colmenar, bien de la pista que en todo momento llevábamos a nuestra
derecha, ladera arriba, pero que no vimos en ningún momento o de cualquier otro
camino, que nos ayudara a evitar la “trampa” en la que estábamos a punto de
caer, el caso es que visto con el Google Earth, el recorrido propuesto por el
río, se antojaba hasta corto en la pantalla, pero ahora allí en plena
naturaleza, uno comenzaba a ser consciente de lo pequeño que somos ante la
inmensidad de la naturaleza, mucho mas cuando de descenso de ríos se trata por
tramos inexplorados de los que apenas hay referencia”.
El sendero, antaño muy transitado e incluso
aún muy bien marcado en algunas zonas, incluso empedrado, comenzaba a ser
invadido por la vegetación, en esos casos la referencia a seguir eran los
claros del bosque, intentando seguir en todo momento la trayectoria sur-norte
que llevábamos, manteniéndonos cerca de la misma curva de desnivel, para no
perder la referencia de la antigua acequia. Varias fueron las ocasiones en que
la densa vegetación nos obligó a regresar sobre nuestros pasos, sobre todo
cuando perdíamos la estela de nuestro perro guía Chuckie, siempre certero al
llegar a cualquier cruce de sendero, que desde la distancia, a veces se quedaba
parado esperándonos, como diciendo: “¡…que no, que es por aquí!”.
Poco a poco
el sendero se fue cerrando tanto que ya comenzamos a hacernos inmunes a los
pinchazos de las zarzas, aulagas, algún que otro cardo, pero nunca inmunes a
los pinchazos de los cada vez mas abundantes “hérguenes” (Calicotome villosa),
creo que de todos los matorrales de espinos, los mas duros y despiadados junto
con las zarzas, pero en este caso con las puas mucho mas largas y afiladas y de
tal dureza que a veces parecen de alambre. ¡Que bien nos hubieran venido, unos
pantalones largos!, pero afortunadamente a penas fue 1 km de sendero cerrado
con algunos tramos intermitentes que nos daban tregua de vez en cuando, hasta
que llegamos a un punto donde el camino a seguir era la misma acequia que se
habría paso por un amplio túnel que atravesamos; y que pronto nos condujo a una zona de
pastizal seco, donde pasamos junto a las ruinas de una antigua cortijada,
enlazando unos 300 m mas allá con la mencionada pista terriza que me había
comentado mi amigo Ángel días antes de hacer la ruta y que casi me dieron ganas
de besar cuando comenzamos a caminar por ella.
Ahora sí todo cuadraba perfectamente y por
fin, pronto empezaba a ver sobre el terreno lo que tan claramente había visto
en Google Earth en los días previos, la pista discurría paralela a la orilla
del río, que en todo momento quedaba a nuestra izquierda, pero que por primera
vez desde que nos alejamos de la Central Hidroeléctrica del Corchado, volvíamos
a tener a tiro de piedra, hasta el punto de que Chuckie no dudó en salir
corriendo hacia el agua a pegarse un buen baño y beber hasta saciarse,
coincidiendo con la cercanía de una rudimentaria presa que existe
aproximadamente 1 km aguas debajo de El Colmenar, donde el río Guadiaro,
alcanza una sorprendente anchura de unos 50 m de orilla a orilla y que de
camino nos servía para comprobar que ya estábamos cerca del objetivo. Al pasar junto al río, el Doctor Leal, sugirió con muy buen criterio que éste podría ser un buen punto para iniciar el descenso, pues ya eran las 13.30 pm y a tenor de lo recorrido y lo que habíamos visto desde arriba, el descenso se presentaba largo y lento.
Pero mi cabezonería por cumplir el plan establecido pudo mas y arrastré al resto de compañeros para seguir por esta pista terriza, que un kilómetro mas allá desembocaba en la carretera Gaucín-El Colmenar, recorriendo unos 400 m por su margen izquierdo hasta llegar al puente de hierro, que hay justo antes de llegar a esta bucólica localidad.
Eran cerca de las 14.00 cuando nos
estábamos dando un baño bajo el puente rodeado de nenúfares que flotaban sobre
las cristalinas aguas del río Guadiaro, almorzamos fugazmente, conscientes de
que el descenso se iba a convertir en una contrarreloj para que nos pillara la
noche en pleno descenso y no dudamos en ganar tiempo, cruzando el río y tomando
el idílico sendero que discurre por su orilla derecha y que pasa por un par de
playas fluviales, donde nos vieron pasar con caras de sorpresa y algo de
perplejidad, varias familias que se encontraban allí disfrutando de sus baños, neveras
y barbacoas a la antigua usanza.
Sorprende la frondosidad de la ribera del
Guadiaro a su paso por El Colmenar, grandes balsas de nenúfares y numerosos
bancos de peces por todas partes, nos trasladaban en el tiempo y en el espacio
a los Jardines de Colgantes de babilonia o a los estanques del palacio de Las
Mil y una noches. Pasada la segunda playa fluvial, comenzamos ya a caminar por
el río, aprovechando la primera salida por la orilla izquierda, para avanzar
mas rápidos por la pista terriza, que un rato antes recorríamos en sentido
inverso, llegando en unos instantes a la ya mencionada presa, donde la pista se
alejaba definitivamente del río, siendo por ello que decidimos atravesarlo a nado
en este punto para seguir progresando por la pista que discurría por la orilla
derecha, junto a altos eucaliptos. A la altura de la presa existe un precioso puente colgante, que al igual que el que se encontraba a la altura de la Central de El Corchado, tiene cortado el paso en sus dos extremos con una puerta metálica con candado. Da la impresión de que en este tramo del río Guadiaro, no hay la menor voluntad de promocionar el entorno a través del senderismo, ni de desbrozar antiguos senderos, como el de la acequia que usamos a la ida, a pesar de la belleza del entorno.
A penas unos 100 m mas allá de la presa, la
pista pasa a la altura de unos grandes muros de contención de la vía del tren y
poco después la pista atravesaba la vía para alejarse paulatinamente del río hacia
La Majada de Marín y el Canuto Largo. Pero tomamos un ramal de sendero que aún continuaba
paralelo a la orilla derecha del río, pasando junto a una fuente blanca de cal,
donde repusimos algunas botellas, pero que unos pocos metros mas allá quedaba
interrumpido por una finca privada a la que ya no podíamos acceder.
Por lo que volvimos a regresar sobre
nuestros pasos hasta la pista terriza, concretamente hasta la altura de los
muros de contención de la vía del tren, desde donde el grupo inició un descenso
muy técnico, por empinado terraplen hacia el río, entre grandes eucaliptos y
sobre un terreno irregular con hojarascas secas que ocultaban agujeros y
piedras de distinto tamaño, que a veces cedían a nuestro paso y que habían
acabado allí, procedentes de las antiguas obras de la vía. Yo aquel día, que
desde el almuerzo empecé a sentirme cada vez peor y ni siquiera conseguía
disfrutar de los baños que tanto me gustan, tuve un par de resbalones que no me
gustaron nada, cuando inicié este descenso hacia el río y lo interpreté como
una corazonada, animando al resto del grupo a que siguiera adelante (todos
ellos muchos mejores caminantes que yo en terrenos rocosos), que yo me reuniría
con ellos en el río, pero mas adelante. El Padre Carras, siempre dispuesto a
hacer de buen samaritano, se ofreció a venir conmigo y aunque le insistí en que
no lo hiciera, finalmente me acompañó en el fácil tránsito por el camino
prohibido, donde una avispa me pegó un picotazo en la huella del dedo anular de
la mano izquierda, que un par de días después en que estoy escribiendo esta
crónica todavía me duele.
Desde arriba, al principio, teníamos la visión de
un amplio tramo del río, desde donde veíamos pasar en primer lugar como
hormiguitas, la camiseta naranja del Doctor Leal abriendo la comitiva
exploratoria, la camiseta azul del Elfo de la malagueta, el conjunto rosa
fucsia de Vicky la Botánica y la camiseta naranja de la Hechicera du Sao Paulo,
cual sirenita del Amazonas de la Serranía. No tardamos en perderlos de vista
interponiéndose entre ellos y nosotros un manto verde de bosque mediterráneo
cada vez mas tupido, donde no se encontraba el menor atisbo de sendero que
pudiera llevarnos hasta el río. 24 horas mas tarde, Juan Antonio, nos enviaba a
través de un enlace a su álbum Picassa una magnífica recopilación de la ruta,
coincidiendo el tramo que ahora recorrían con una larguísima sucesión de rocas
de gran tamaño, rápidos de aguas cristalinas y algunas pozas alargadas con
tramos obligados de nado de mas de 40 m de longitud.
La mayor parte del tiempo El Doctor Leal y
Juan Antonio abrían la comitiva, siendo también encomiable la destreza y
determinación de Vicky y Celia su descenso por este tramo tan salvaje como
desconocido del río Guadiaro, sin el menor atisbo de vía de escape por ninguna
de las dos orillas.
Unos 3 km mas allá
del lugar donde nos separamos por fin encontramos lo que podría ser un antiguo
sendero de cazadores o tal vez de los venados y jabalís que abundan por esta
zona, teniendo que regresar varias veces sobre nuestros pasos, porque conforme
te acercabas al río, la vegetación se cerraba mas y mas hasta que por fin
encontramos el hueco, accediendo al río que de nuevo nos pareció la Tierra
Prometida, nos dimos un buen baño entre los rápidos y las cristalinas aguas,
pero conforme los minutos iban pasando la certeza que teníamos al principio de
que todavía no podían haber pasado por allí, al pasar ya mas de media hora se
fue tornando en duda de que tal vez ya habrían pasado de largo. Costaba creerlo
por lo rocoso y accidentado del cauce pero ¿quién sabe?. De nada sirve un móvil
en estas situaciones, pues en el fondo de estos valles perdidos rara vez hay
cobertura, ni tampoco se nos había ocurrido llevar walkies ¿para qué si éramos
poco y se supone que todo el tiempo caminaríamos juntos?. Pero muchos son los
imprevistos que pueden surgir siempre y mucho mas en rutas exploratorias de
río. Cuando ya empezábamos a sopesar la posibilidad de continuar río abajo,
habiendo pegado antes numerosos gritos a lo “Pepepótano” apuntando la voz aguas
arriba para ver si nos contestaba la voz de Paco o de algún otro, una vieja
zapatilla de deportes que había en la orilla se nos ocurrió que podría ser
buena referencia para dejarla sobre una piedra en medio del río, con el mapa de
la ruta dentro (lástima no haber echado un bolígrafo en el bote estanco), para
al menos hacerles ver que habíamos estado aquí, cuando pasaran por este punto y
fue en aquel preciso instante, cuando estábamos dejando el mapa en lugar bien
visible, desvanecida ya toda esperanza de contactar con ellos, cuando dejándome
media garganta en un último grito, cuando me contestó la voz de Paco y los
ladridos de Chuckie, que fue el primero en aparecer, saltando de roca en roca y
nadando mientras la corriente lo acercaba cada vez mas hacia nosotros, moviendo
el rabo con claro gesto de alegría, pero mirándome con cierta reprobación como diciendo:
“no te vuelvas a separar nunca mas del grupo”. Allí nos enteramos de que el bueno
de Paco, se había pegado tal cabezazo contra el tronco de un árbol que casi se
queda se queda inconsciente mientras pensaba. Como me pase algo, “de aquí no me
sacan ni en helicóptero”.
Una vez reunidos todos, calculando la
distancia que aún quedaba y habiendo pasado ya las 17.00 pm coincidimos todos
en que dadas las circunstancias, lo mas sensato era regresar sobre nuestros
pasos, ladera arriba y avanzar todo lo que pudiéramos por el “camino prohibido”
hasta las cercanías de la central Hidroeléctrica del Corchado, cuya presa superior de hormigón (ladera
arriba de la central), no vimos hasta 2,5 km mas allá, siendo en esta ocasión
nuestro querido amigo Juan Antonio Mena “El Elfo de la Malagueta” quien estuvo
mas atento para descubrir el sendero que nos permitió descender de nuevo hasta
el río, encontrándonos con otro tramo de grandes bolos de roca muy parecidos a
los tramos mas agrestes del río Hozgarganta.
Yo para colmo, aquel día, que mee fui
sintiendo paulatinamente mal, conforme avanzaban las horas del día, creciente dolor de estómago después ed comer, empecé a
sentirme cada vez mas rozado de las entrepiernas al poco de iniciar el descenso, el picotazo de la avispa que me hizo ver las estrellas y mi falta de pericia para caminar por terrenos rocosos y resbaladizos, andando con las patas abiertas
cual John Wayne después de bajarse del caballo y el cortísimo tiro de estos
pantalones que mermaban enormemente el compás de cada paso, me sentía
acartonado y ortopédico, como un zombi caminando entre tantos bloques de piedra con desesperante
torpeza, que me hacían sentir el tío mas inútil del mundo cada vez que miraba a
mis compañeros caminar con tanta facilidad y elegancia por un terreno que se me
atragantaba cada pocos metros, teniendo que pararse cada pocos metros entre
bromas y palabras de ánimo.
La imparable caída del Sol hacia poniente
había dejado las márgenes del río cubiertas de sombra mientras seguíamos
descendiendo el río debatiéndonos entre echarnos al agua cada pocos metros
dejándonos llevar por su corriente al tiempo que esquivábamos las rocas o bien
por las zonas de crecida ahora secas, repletas de bolos de todos los tamaños,
hasta que por fin pasamos bajo el puente colgante, que tan idílico nos había parecido
por la mañana y que ahora celebrábamos como si fuera nuestra línea de meta,
pues a penas nos quedaban 200 m para llegar hasta la central del Corchado hasta
donde llegamos disfrutando del único tramo del río, con dóciles bancos de
arena, en todo el trayecto desde la presa de El Colmenar.
Me queda el consuelo de que al haber anunciado esta ruta como exploratoria, aclarando en el primer punto a tener en cuenta que el coordinador núnca había realizado antes esta ruta, quedaba abierta a cualquier tipo de imprevistos. Felizmente, ese día el grupo era pequeño y todos los compañeros llevábamos compartidas una larga lista de rutas de todo tipo en los últimos 8 años, por lo que cada imprevisto fue afrontado con buen ánimo y humor, prevaleciendo al final de la jornada, haber disfrutado de una ruta cañera con grandes alicientes aventureros que nuestro ínclito amigo Isi hubiera calificado de "al destrozo". ¡Va por tí, hermano!.
Una de mis zonas preferida, desde Cortes hasta San Pablo, por el Rio Guadiaro, me da igual el tramo....
ResponderEliminarResultó una ruta estupenda que habrías disfrutado más si hubieras llevado una bañador en condiciones y no a lo John Wayne. Se nos retrasó un poco la hora de llegada pero tuvimos la emoción de la aventura que a mí siempre me gusta
ResponderEliminarLa convocatoria de esta ruta despertó en mí un interés especial. Y es que a mi me excitan las de carácter exploratorio, las que plantean dudas, dificultades imprevistas, y exigen tomar decisiones inmediatas sobre el terreno. Sin embargo, al ver las fotos y leer el relato de lo acontecido, la idea que yo me había hecho, nada tiene que ver con la realizada por vosotros. Me dais una envidia enorme. Pero no envidia sana ni milongas de esas. ¡Envidia cochina! Menos mal que gracias a esta magnífica crónica he podido disfrutar de su belleza y en cierto modo de vuestra compañía. Y admirar la grandeza de un líder que a pesar de los contratiempos (salud mermada, ataques de avispas, heridas...), supo estar a la altura.
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