Sábado, 8 de noviembre de 2008
Por los castaños del Havaral (Episodio 1): Igualeja-Parauta-Cartajima
Para llegar a Igualeja, hay que tomar el desvío de la carretera San Pedro-Ronda junto a la mítica venta “el Rincón Taurino” que en dura pugna con la “Venta el Navasillo” compiten por ver quien pone las mejores tostadas de la Serranía. Tal y como nos vamos acercando a Igualeja, todavía desde las altas calizas, podemos apreciar a nuestros pies el fondo del valle, teñido de los cromatismos otoñales, que en esta época del año le han hecho ganarse la denominación de “Primavera de cobre”, resultando todo un espectáculo para la vista. Y es que acercarse en estas fechas a los pueblos del alto Genal es un auténtico regalo para los sentidos, atravesando sus túneles de castaños, con sus mil tonalidades de amarillos, verdes y marrones, que te van dando la bienvenida cual centinelas haciéndote un pasillo de honor a la entrada o salida de cada pueblo.
En Igualeja nacieron bandoleros como: El Zamarra, El Zamarrila y Flores Arrocha, éste último, antepasado de nuestro ilustre presidente. Aquí comienza nuestra ruta y mas concretamente en el paraje conocido como El Nacimiento, donde en teoría nace el Genal que como no podía ser de otra manera sirvió de telón de fondo para nuestra foto de inicio de ruta. Sin duda uno de los parajes mas atractivos y misteriosos de toda la comarca. Las sombras de los chopos y de las rocas, la fresca brisa que corre siempre por la cañada, el recelo y la incógnita que produce la boca de una cueva, se suman a la conciencia de que el agua que por ella sale es la madre de todo nuestro valle. En la antigüedad se divinizaba a los ríos y algo de esto puede haber aquí. No hay pareja de novios en Igualeja que no haga fotos de su boda junto a la cueva del nacimiento ¡Cuántas no habrá colgadas en paredes de Alemania, Suiza, Francia, y en todos los rincones de España, donde quiera que viva una familia de Igualeja! Y, para celebrar cualquier gozo, lo frecuente es matar un chivo o un cordero y comérselo en buena compañía al fresquito, junto al agua recién nacida.
Desde el paraje del nacimiento y junto al puente, la veintena de pasos largos y candidatos, comenzábamos la caminata en aquella radiante jornada de sol, pasando junto a las primeras casas por la calle principal que lleva hasta la parte más antigua. La primera casa grande que vemos a la derecha es un edificio con un muelle para carga y descarga, en cuya pared un rótulo dice “Cooperativa de las castañas” donde regresamos al final de la jornada para recuperar los coches, comprando varios saquitos de castaña para completar la despensa colaborando con la economía local. De hecho, dessde hace bastantes años los propietarios de castaños, que son legión en todos los pueblos del Alto Genal, se dieron cuenta de que su principal riqueza, las castañas, sería mayor si actuaban de común acuerdo, y se asociaron en cooperativas que se encargan de la venta. Este cultivo, imposible en casi todas partes, porque el árbol necesita unas condiciones climáticas muy especiales, se ha convertido en la fuente de ingresos principal para muchos pueblos del Genal.
Nada mas pasar por delante de la iglesia, tomamos la 2ª calle a la derecha, cruzando el Genal por un curioso tramo soterrado y continuando por la calle Canal que a través de sinuosos tramos escalonados nos lleva hasta la salida de Igualeja, para tomar el “camino de la Tetona”, que forma parte del PR. A-226 (Igualeja-Parauta). Desde las primeras rampas, tal y como íbamos dejando atrás las últimas casas cada vez que nos dábamos media vuelta, nos encontrábamos con una auténtica postal, con la visión de casas encaladas perfectamente integradas entre los dorados bosques de castaños por los que ya íbamos caminando. LLegando poco después, al alto de la Loma, donde realizamos la 1ª parada de reagrupamiento. A partir de este alto, ya en bajada, poco a poco la pista se convierte en senda, totalmente tapizada por la hojarasca y algún que otro erizo de los castaños bajo los cuales discurre este precioso camino. El siguiente hito nos lo encontramos pocos minutos después a unos 20 m. a la izquierda de la senda, un curioso cubo de cemento, sobre el que nos encontramos una cruz en bajo relieve, conmemorativa del crimen que tuvo lugar entre dos hermanos con motivo de la disputa de una herencia. Entretenidos por la charla y confiados por el dócil perfil de esta ruta, cuando nos dimos cuenta nos encontramos ante una verja donde comenzaba un camino que en teoría no era el nuestro. Resulta que la cantidad de hojarasca esparcida por toda la ladera era tan grande, que nuestro camino había quedado totalmente oculto. Pero no hay de qué preocuparse cuando se va con un grupo tan bueno y tan bien equipados como el que llevábamos y mucho menos por un terreno tan dócil. De hecho en poco mas de cinco minutos ya habíamos retomado el PR. A-226, en el lugar donde se vadea el arroyo de los Granaos , tras haber bajado campo través por suaves laderas tapizadas por un mar de hojarasca, cubierto a su vez por el bosque de castaños con las hojas amarillas. Y a partir de aquí comenzamos a subir por la pista que deja atrás el arroyo tras dos empinados zig-zags, manteniéndose después en suave aunque permanente ascensión hasta Parauta, pudiendo disfrutar en este tramo de la ruta de una panorámica espectacular del Cancha Almola y el piramidal cerro Malhacer a su izquierda, dirección noroeste, pasando junto a espectaculares castaños centenarios, que quedan a nuestra derecha y entrando en Parauta justo por el lugar donde se encuentra la famosa encina centenaria, catalogada como monumento natural y árbol ilustre de Andalucía.
Como no podía ser de otra manera y siendo la hora que era, al llegar a Parauta, aprovechamos para tomarnos algunas cervecitas, acompañadas con varias tapas y raciones, hubo hasta quien se pidió un buen entrecop a la pimienta como nuestro amigo Severo, “El Artesano del GPS” y esposa, mientras escribo estas líneas todavía me viene el olor a carne asada. ¡En fin! todo sea por disfrutar de una buena ruta gastronómica, colaborando de camino con la economía de este genuino pueblo serrano, que se recuesta en una ladera bastante inclinada, presentando una estructura netamente morisca; y es que todas su calles, sin excepción, son absolutamente irregulares. Se divide en lo que podría llamarse dos barrios, muy conectados entre sí por la zona en que se encuentra la plaza, donde hicimos nuestra parada. En el barrio que mira más al norte se encuentra la iglesia, una de las más antiguas de la comarca.
Si bien los pueblos del Genal con sus encaladas casas, su idílico entorno y sus azulejos historiados, incluso en ocasiones con los escudos heráldicos de las familias que habitan sus casas, convierten a cada localidad en un improvisado museo viviente. Parauta, además, tiene la peculiaridad de ser uno de los únicos cuatro pueblos que existen en toda España con el certificado AENOR, que le otorga la denominación de “pueblo ecológico” y es que además de ser modélico, toda su producción está enfocada hacia los cultivos ecológicos y los pequeños rebaños de cabras y ovejas que aún podemos encontrarnos por sus alrededores pastando a la antigua usanza nos hace remontarnos a tiempos pretéritos. Su término municipal es tan amplio como diverso abarcando gran parte de la zona occidental del parque natural sierra de las Nieves con sus montes calizos y sus bosques de pinsapos, , como el de la ladera norte del Alcojona, parajes paradisíacos como el “Cambullón de Vélez”, esto lo tienen muy a gala tal y como refleja el azulejo que podemos ver junto al ayuntamiento y por otra parte caben destacar sus bosques de castaños, encinas y alcornoques que colaboran en gran medida con la magia que envuelve a esta parte del alto Genal.
Abandonamos la localidad de Parauta por la calle Salvador Márquez, donde ya nos encontramos el primer indicador del PR.A-222 (Parauta-Cartajima), en el que un gran atleta tuvo a bien añadir la estimación de 1 hora y 15 minutos hasta Cartajima. Comenzando un prolongado descenso por el denominado camino del Molino Real, mientras íbamos disfrutando de preciosas vistas de Cartajima con su emblemático torcal al fondo a través de las ventanas que forman las ramas de los castaños que flanquean ambos lados de este espectacular recorrido, enmarcando el paisaje de tal manera que cada pocos metros disfrutábamos de una preciosa postal otoñal a cual mas bella. No por casualidad la emblemática portada del libro “Valle del Genal, guía del excursionista” está sacada desde este mismo tramo de ruta que íbamos haciendo. Para darle aún mayor sabor otoñal a la ruta no faltaron magníficos ejemplares de madroños cuyas dulces bolas rojas hicieron las delicias de pequeños y mayores. En todo momento en los tramos altos de esta ruta, tenemos siempre presente las siluetas del Cancha Almola, junto al piramidal cerro Malhacer, presidiendo el horizonte al noroeste, como los grandes centinelas del alto Genal. Hasta que poco a poco fuimos sumergiéndonos en el fondo del valle que nos recibió con la hilera de chopos teñidos de amarillo delatando la ubicación del arroyo del Nacimiento, dejando a nuestra derecha la antigua casa donde se encontraba el Molino Real, construido seguramente sobre los vestigios del desaparecido pueblo de Benahazín, que fue uno de los muchos pueblecitos moriscos que se vieron obligados a capitular con los Reyes Católicos, allá por el año 1485, cuando fue conquistada la ciudad de Ronda y la mayor parte de su serranía.
Nada mas atravesar el arroyo del Nacimiento, aprovechamos para hacer la comida oficial del día, en un pequeño prado a la orilla del camino, donde el sol del medio día y la buena compañía, hacían que uno se sintiera en la gloria. Mientras disfrutábamos de nuestras viandas no faltaron la música acuática del arroyo, el hipnótico cántico del mirlo y del petirrojo, los puntos de humor de mi cuñado Juan Enrique “El Profeta de Nervión”, las poesías de Carlito y hasta algún que otro cántico de una vecina de Cartajima, que con simpatía nos recordó que estábamos comiendo en su finca, mientras acudía allí con varios miembros de su familia, buscando setas, cesta de mimbre en ristre. ¡Por cierto!, también nos comentó que en su día habían tenido muy cerca de allí corralones con conejos y gallinas, pero que finalmente tuvieron que quitarlos de allí porque los jabalíes no dudaban en comérselos cuando tenían hambre, ocasionándoles grandes destrozos.
Finalizado el almuerzo, comenzamos a subir por el que la buena señora nos dijo que era el camino de la Cuesta, nombre poco original donde los haya, que seguramente nos encontraremos en cualquier pueblo de montaña. El caso es que comienza con tres curvas en zig-zags muy empinadas, pero rápidamente comienza a suavizarse aunque siempre en permanente ascensión hasta llevarnos a los 864 m sobre el nivel del mar donde se encuentra ubicado el ayuntamiento de Cartajima, pueblo mas alto de toda la comarca, siendo además el que registra el índice mas alto de pluviosidad. ¡Por cierto! que como no había coches suficientes para trasladar a todos los participantes a Igualeja, donde se encontraban el resto de vehículos. Mientras los conductores nos trasladábamos hasta allí para recuperarlos, el resto de compañeros que se quedaron esperando en Cartajima, con la esperanza de encontrar algún bar, cuando confirmaron que allí no había ningún bar (debe ser el único pueblo en toda España). Fueron agasajados por parte de una hospitalaria vecina, con una generosa bandeja de torrijas, que fue sin duda alguna la anécdota simpática de la jornada. Y es que los que vivimos en núcleos urbanos mas o menos grandes, ya casi hemos olvidado la generosidad y la improvisada hospitalidad de la buena gente de la sierra, y es que aunque de todo hay en todas partes. Estos detalles de tanta humanidad son un bien cada día mas escaso y ya prácticamente inexistente en la sociedad actual.
Cartajima se encuentra enclavado en la empinada ladera donde confluyen los roquedos calizos de la Sierra del Oreganal y las pizarras que bordean la corriente del Genal. La zona rocosa al norte de la población es un complejo kárstico de enorme belleza que se conoce como “Los Riscos de Cartajima”, dignos de ser visitados con acompañamiento de paisanos que conozcan los mejores rincones y las cuevas más interesantes. Y como no, más al norte aún destaca el gran protagonista de nuestra ruta que no es otro que el monte Almola, desde cuya cumbre se puede disfrutar de una de las mejores vistas del alto Genal, también conocido como Havaral.
Una vez reagrupados todos, nos tomamos la última copa, en este caso merienda de despedida en la venta “El Rincón Taurino” donde terminamos charlando de lo humano y lo divino, en ese ambiente distendido y de gran camaradería, con ese magnífico sabor de boca que siempre te dejan jornadas de campo tan agradable como esta.
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Conozco esa ruta, es preciosa y en esta época del año aún más, saludos
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