miércoles, septiembre 07, 2016

Ardales-Castillo de Turón- Ardales, regresando por el río


Pueblo de referencia: Ardales

Punto de encuentro recomendado: a las 9.30 (ya desayunados en la venta El Cruce de Ardales)
Distancia aprox. 10.2 km.
Desnivel aprox. 220 m
Punto de partida: Puente romano de la Molina, muy próximo al inicio de la carretera Ardales-El Burgo, en el camino que baja de Ardales al río.
Punto mas elevado: ruinas del castillo de Turón, 580 m.
Tiempo aprox. Unas 5-6 horas
Nivel dificultad: Media/baja
Tipo suelo: camino de ida: pista terriza (45%), sendero de ascenso y descenso al castillo(10%), piedra suelta y cardizales (pinchosos): Regreso por el mismo cauce del río Turón hasta poco antes del punto de inicio (45%), con opción de pista terriza, paralela a la margen izquierda del río para quien no quiera hacerlo por el agua.
Tipo de recorrido: Circular, en sentido inverso a las agujas del reloj.
Mapa: Serrato (1.037 IV, sector Teba)
Material recomendado: Bañador, botas o zapatillas de trekking, camiseta de batalla, bote estanco, gorra, gafas de sol, crema protectora solar.
Se recomienda dejar muda cómoda de ropa y calzado en el coche para la vuelta o/y visita a la cueva. 
Alicientes principales: Además de tratarse de una ruta muy poco frecuentada, es una perfecta combinación entre historia y naturaleza. Las vistas de las que podemos disfrutar desde las ruinas del castillo de Turón sobre Sierra Alcaparaín, y el valle que las separa son privilegiadas y a buen seguro hará las delicias de los amantes de la fotografía, así como el divertido y refrescante retorno hasta Ardales por el mismo cauce del río donde podremos disfrutar de magníficas pozas y algún que otro tramo de nado.
Si conseguimos un cupo superior a 12 personas para visitar la Cueva de Ardales al final de la ruta, contaremos con un magnífico colofón para rematar la jornada al final del itinerario.
A tener en cuenta:
1º) DE cara a esta ruta anfibia contactamos con el Museo Arqueológico de Ardales para visitar la Cueva de Ardales o de Doña Trinidad, por lo que el tramo de ida hasta el castillo, casi todo por pista, salvo la atalaya propiamente dicha se hizo a buen ritmo.
Precio Fijo por grupo: 150€ para un grupo de 15 personas como máximo. Por lo que nos saldría a 10€ cada uno, si conseguimos formar un grupo de 15 personas. (O un poco más si no se llega a la cifra de 15 personas).
2º) En esta época del año el tramo de regreso por el mismo cauce del río Turón se puede hacer en bañador y camiseta de manga corta sin problemas. Si bien hay que advertir que nos encontraremos con algunos tramos de vegetación algo cerrada y algunas pozas profundas donde hay que nadar.
Hay que llevar bote estanco o similar (tipo bote grande de Colacao) para proteger del agua, la comida, llaves, cámara, llaves del coche y cualquier otro objeto que no se deba mojar.
3º) El río Turón a partir del castillo hasta Ardales suele ser muy dócil para descender, a excepción de algunos tramos algo cerrados de vegetación. Pero lo peor para personas no acostumbradas a rutas acuáticas o/y demasiado delicadas es que este río tiene un lecho muy fangoso de manera que los primeros en pasar van enturbiando el agua que aadqquiere un color marrón con facilidad, cuando está bajo de caudal, como suele ocurrir en verano.
Participantes: Eduardo "El Último Samurai", Rosa de Casarabonela, Mirta "La Vida en colores", Antonio Pareja Ortíz, Maria José Fernández Lara, Alena Martynova, Manuel González Luna, Carmen Beltrán González, Pepe Pateador, Rosa de Málaga, Malole V.R., Brida, Rosa de Casarabonela, Amaya, Marlis, Miguel Ángel Dueña, Cristina Sa To y un amplio número de amigos de socios que superaron un total de 40 personas, junto con el grupo de 15 que habíamos reservado previamente la opción ruta + cueva en la que participamos: Lena "La Amazona Bielorrusa", Rafa Castillo "El Rey de las Panorámicas", Paqui Bravo "la Pacificadora", Fali Molina "El Retorno de Elvis", Clotilde (Torremolinos), Eduardo "El Padre Carras", Juan Ignacio Amador, Manuel Maeso Granada, Emilia Franco "La de los labios rojo pasión", Doctor Leal, Fran de la Jungla, Alicia en el país de las Maravillas, Isabel Morilla, Martín Cardoso y Gundhil Lund (que no se presentó en el punto de encuentro para la visita a la cueva).
Breve descripción del recorrido: Para llegar al inicio de ruta debemos entrar en Ardales, y desde la plaza principal del pueblo, tomamos la calle de Los Carros que nos va a servir para iniciar el descenso hacia el río Turón. Tenemos que estar atentos porque unos 80 m después de haber dejado atrás la plaza, abandonaremos la calle de los Carros por la primera calle que nos sale a nuestra izquierda donde la bajada ya es más pronunciada desembocando en una pista terriza que pasa bajo la carretera que se dirige al Burgo, inmediatamente después dejamos a nuestra izquierda una pequeña nave dedicada a destilar aceite, unos 100 m mas allá atravesamos el río Turón por el puente de la Molina, punto más bajo de todo el itinerario, situado a unos 280 msnm.
El puente de la Molina fue construido en tiempos del Imperio Romano, concretamente bajo el gobierno de Augusto, con sillares de arenisca con la principal función de vado para cruzar el río, uniendo las sierras situadas al este y las campiñas situadas al norte y el oeste. Aunque en la actualidad conserva tres ojos, según los expertos existen razones para pensar que fueron cinco las arcadas que se construyeron originalmente por los ingenieros romanos. El más lejano al casco urbano fue arrasado y posteriormente reconstruido tras una gran tormenta  y riada en tiempos de Isabel II. Se apoya en cuatro grandes pilares de los que parten tres arcos de sillares rectangulares que cortan la corriente del río por medio de unos tajamares de mampostería y hormigón. La calzada horizontal permitía la comunicación entre las antiguas ciudades de Malaca (Málaga) y Acinipo (Ronda) y Singilia Barba, Anticaria (Antequera) o Corduba (Córdoba). Que después de veintiún siglos, se siga conservando es un gran triunfo de la ingeniería romana para trascender en el tiempo. ¡Qué lo que hagáis en vida tenga su eco en la Eternidad!.
Nada más cruzar el puente tomamos el camino de la izquierda, dirección oeste, desde donde ya podemos observar fácilmente la rocosa atalaya donde se encuentran las ruinas del castillo en dirección suroeste. A penas 100 m más allá del puente, mientras vamos caminando paralelos la cauce del río, llegamos a una primera bifurcación: a la derecha donde enlazaríamos con el tramo del "GR.E-7" y "G.R. 249 Gran Senda de Málaga" que nos indica Serrato 4 horas, pero nosotros tomamos el ramal de la izquierda que es el que se mantiene más cerca del río y que durante los próximos 400 m vamos a seguir llevando a nuestra izquierda hasta que llegamos a un pequeño prado a orillas del Turón donde nos encontramos con un grupo de eucaliptos centenarios, fácilmente visibles desde gran distancia. Al llegar a la altura de los eucaliptos la pista describe un giro a la derecha que nos orienta hacia el noroeste a través de una pendiente por la que rápidamente comenzamos a ganar altura y perdemos el contacto visual con el río, que ya no volveremos a ver hasta coronar la atalaya del castillo de Turón.
A partir de ahora nos adentramos en un paisaje de campos de labranza a ambos márgenes del camino que en algunos tramos está asfaltado, olivares y almendros son los grandes protagonistas del paisaje que nos rodea, junto con algún rebaño de caabras, algún burrito o caballo que nos ve con curiosidad al pasar, así como algún perrillo de alguna finca cercana que nos ladrará anuestro paso, por suerte sólo había perros pequeños o medianos, algunos ladraban mas que otros, pero nobles y huidizos en general. 
Mientras vamos ascendiendo por la pista, ya en dirección suroeste, dejaremos a nuestra derecha un parque de placas solares, por detrás de un cortijo en ruinas, pasado y futuro se fusionan en una misma imagen. Unos 1.500 m mas allá del puente de La Molina, llegaremos a una segunda bifurcación que deja en medio una parcela rodeada por una valla metálica. Nosotros tomaremos el ramal de la derecha, que en esta ocasión es el que más se aleja del río y según la opción que escojamos para regresar, podríamos volver por el ramal que ahora dejamos a la izquierda. 
Entre campos de cereales, olivos, almendros, alguna que otra finca ganadera y maquinaria agrícola seguimos ascendiendo en dirección oeste la mayor parte del camino hasta que nos aproximamos a una loma por encima de la cual ya se ve en lo alto de una peña el castillo de Turón y en el margen izquierdo del camino un panel informativo donde podemos leer: Fortaleza militar mediaveal situada sobre unos riscos calizos que caen en precipicio sobre la margen izquierda del río Turón. Construida durante la guerra de Frontera entre Granada y Sevilla. La fortaleza de Turón fue el principal apoyo militar de la peña de Ardales en su lucha contra el empuje castellano organizado desde el castillo de Teba. Se fortificó con grandes murallas y numerosas torres en la parte más alta de la montaña, aunque en su cara este y sur, las que caen a pico sobre el río, no se hicieron por innecesarias. Conserva la barbacana, las murallas principales, las torres y un aljibe. En su cara norte, la que vigila Ardales, se construyó un alcázar con una gran torre que era la que servía a los jefes militares.
Mientras que el origen de Ardales, como asentamiento urbano, se remonta a la Edad del Cobre, como así lo atestiguan los vestigios hallados en la cueva de Doña Trinidad Grund (o de Ardales), procedentes del Paleolítico. Los romanos, más tarde, fortificaron el núcleo construyendo un castillo, en la llamada Peña de Ardales, en torno al cual se fue creando el pueblo, hasta que en el año 716 fue conquistada por el emir Alhur al Tagafi, dándole le  la categoría de villa y el nombre de Ard-Allam, que significa "Jardín o tierra de Dios". Los antiguos sucesos acaecidos en este pueblo ya eran narrados por Plinio. El castillo de la Peña de Ardales o de la Estrella, romano y árabe, fue, como decíamos, el que promovió y expandió las edificaciones del pueblo hasta los pies de la iglesia, edificio mudéjar de gran interés.
En el siglo noveno, Ardales cobró un gran protagonismo que le hizo entrar en todos los tratados históricos. El caudillo Omar Ibn Hafsun se enfrentó al poder de Córdoba estableciendo su cuartel general en Bobastro. La fortaleza de Ardales y Turón por el oeste, el castillo de Teba por el este y el de Álora por el sur formaban el arco defensivo de Bobastro y la zona de influencia al unirse los vecinos a la causa de Omar ben Hafsun. El castillo de Ardáles, situado en plena frontera, era, por tanto, una plaza codiciada por árabes y cristianos.
Se puede decir que la estructura básica de su núcleo urbano, tal y como lo conocemos hoy, se crearon, tras la conquista del castillo por las tropas cristianas en el año 1389, cuando durante el reinado de Juan I se firmó el Pacto de Ardales dando origen a un término municipal de más de 10000 hectáreas.
Pero volviendo a la ruta, conforme nos vamos aproximando a la loma, la primera pregunta que surge es cómo acceder al castillo sin caminar por encima de las tierras de labranza que lo rodean. Para ello, seguimos avanzando por la misma pista que traemos hasta ponernos a la altura del castillo, que de momento, va quedando a nuestra izquierda, mientras que a la derecha contemplamos una cortijo y una casa recientemente reformados presidiendo un olivar, con el fondo de una bonita cañada formada por suaves cerros salpicados de pinos, tras los cuales ya se intuye la cercanía de sierra de Ortegícar. Rebasada la parte más alta de la loma por la que veníamos, iniciamos un suave descenso encontrándonos inmediatamente después con una bifurcación, donde es más que evidente, que el camino a seguir es el de la izquierda que nos aproxima al castillo, unos 200 m después llegamos a otra bifurcación y volvemos a hacer lo mismo tomando el de la izquierda, que ya se trata de un tenue sendero secundario que comienza a ascender decididamente entre los almendros que ahora quedan a nuestra izquierda y los farallones rocosos sobre los que se asienta el castillo que ahora tenemos a nuestra derecha casi encima de nosotros. 
Situados ya bajo los antiguos torreones y siempre subiendo, el camino se convierte en sendero y el sendero en caminillo de cabras, abriéndonos paso como mejor podamos entre los arbustos, hasta que hacemos entrada en la plataforma cimera sobre la que se asientan las ruinas del antiguo castillo al que accedemos pasando junto a la torre situada más al norte, que era la torre de los oficiales.
Una vez en el castillo merece la pena recrearse con los restos de murallas de la cara norte, algunas muy bien conservadas, las torres en ruina, sus privilegiadas vistas hacia sierra Alcaparaín al sur, sin olvidarnos de las vistas sobre el río Turón, más lejanas al suroeste, las sierras Prieta y Cabrilla, al oeste la sierra de las Nieves. Al este Ardales, al noreste el Huma, tajos y sierras colindantes, parte alta del Castillón de Teba al norte. Y por supuesto ese magnetismo especial que siempre se puede palpar en estos lugares repletos de historia donde se libraron cruentas batallas y asedios, cuyos ecos parecen llegar a poco que dejemos volar nuestra imaginación. Restos de torreones y lienzos de murallas en alarmante estado de abandono progresivo son testigos mudos de importantes acontecimientos históricos que en tiempos de ocupación musulmana y posterior reconquista tuvieron lugar en la estratégica atalaya donde ahora nos encontramos. 
Esta fortaleza fue ordenada construir por Muhammad V en 1362, como fortaleza de frontera, desde ella se defendió el empuje castellano que se organizaba desde el Castillo de la Estrella en Teba. Siendo en una de las incursiones granadinas que partían de Turón, cuando mataron al escocés Sir James Douglas, que junto con siete caballeros y 20 escuderos, portaban el corazón del rey de Escocia Robert Bruce. Pretendiendo, con sus armaduras refulgentes y sus métodos tradicionales, hacer su propia cruzada contra el infiel. Aparte de esta anécdota, el castillo de Turón fue una fortificación extraordinaria, con dos puertas y un alcázar donde una torre de homenaje controlaba todo el valle. Más de diez torreones y una segunda muralla o barbacana, defendían un espolón calizo casi inexpugnable. La fortaleza mantuvo su relación militar con los granadinos hasta 1433 cuando Gómez de Ribera “el Adelantado” toma Turón para los castellanos. A partir de este cambio definitivo, el lugar se despuebla y rápidamente entra en decadencia, absorbida sus tierras y beneficios por la fortaleza de la Peña de Ardales, forma parte definitiva de su término municipal y de su escudo heráldico desde finales del siglo XV.
El descenso lo iniciamos a través de un derruido lienzo de muralla, situado en el extremo suroeste de la atalaya, justo en el extremo opuesto al lugar por el que accedimos. Y que identificaremos fácilmente, porque a nuestra izquierda, veremos una especie de puerta-ventana que da vistas al valle del Turón a modo de gran ventana. La bajada se realiza por una empinada ladera en zig zags con abundancia de palmitos y con vistas al valle del Turón a nuestros pies, además del imponente tajo de la Canana de sierra Alcaparaín frente a nosotros, manteniendo dirección predominantemente sur. 
Pero tan pronto como alcanzamos los últimos retazos de una desgastada pista asentada sobre un terreno con menor pendiente, giraremos a la izquierda, concretamente vamos a acercarnos a la base de un gran farallón rocoso con manchas rojizas propias de las rocas metamórficas. Caminaremos bajo estas paredes muy cerca de su base, llevando de momento el castillo a nuestra izquierda, cada vez más por encima de nosotros.
Llegará un momento, que parece que el sendero se detiene al borde de un pequeño tajo, sin embargo, manteniéndonos pegados a la pared, encontraremos un precioso sendero escalonado entre las rocas y los grandes ejemplares de palmito que han proliferado en esta zona. Ya sólo queda descender al río abriéndonos paso entre el matorral de retama, a través de intermitentes sendas de cabras. Al llegar a una pequeña cañada es recomendable cruzarla para mantenernos en su margen derecho, es decir, la cañada debe quedar a nuestra izquierda, en todo caso nuestra mejor referencia será una casa de nueva construcción, piscina incluida a la que llegaremos sin dificultad rodeándola por la derecha. 
Esta casa sin nombre, a la que bautizamos como el oasís del Turón, se encuentra al pié de una pista que poco después se desdobla para orientarse hacia Ardales a la izquierda o descender al cercano cauce del río a la derecha.
La primera toma de contacto que tenemos con el río Turón será en la poza de la Olla, a los pies del castillo, una poza muy característica por el tono rojizo de los taludes que nos encontramos en su orilla, donde rápidamente tendremos que acostumbrarnos al fondo fangoso de su lecho arcilloso.
A lo largo del descenso por el río Turón disfrutaremos de sus pequeños tramos de bosque de galería y sus magníficas pozas algunas de ellas de más de 20 m de largo con zonas profundas que nos obligan a realizar algunos tramos de nado, con cierta profundidad que deben ser tenidos en cuenta. 
Disfrutando de unas bonitas estampas de ribera con la fortaleza al fondo, que cada vez iremos dejando más atrás. 
Como en toda ruta acuática tampoco faltan los momentos de risas y diversión quee en nuestro caso fueron casi una constante.
Sin embargo, hay que advertir, que los idílicos tramos de pozas se intercalan con otros tramos donde la vegetación es más cerrada y caminar puede hacerse más dificultoso para personas no acostumbradas a descenso de ríos. Son abundantes los juncos, madreselvas, adelfas o las siempre incordiantes zarzas junto a varios tipos de anfibios y reptiles, como ranas, tortugas y culebras. También suelen verse peces, como barbos o cachuelos. 
Los tramos de bosque de ribera se alternan con fincas a ambos lados del río principalmente cultivadas de almendros, olivos, campos de cereales, en los últimos años aguacates. Tampoco falta en las orillas plantas aromáticas y matorral típicamente mediterráneo.
 Una de las peculiaridades con las que nos sorprende este río entre finales de primavera y comienzos de otoño son algunas de sus pozas parcialmentee cubierta de nenúfares, que fuimos recorriendo cual soldados americanos en la guerra de Vietnam.
A lo largo del descenso podremos observar el vuelo raudo el martín pescador cual flecha azul surcando el cielo a ras de agua, el mirlo acuático, la lavandera cascadeña, el canto del ruiseñor, el mirlo común. El vuelo pausado del buitre a mayor altura o el de alguna rapaz como el halcón peregrino en busca a de alguna presa. El tramo que va desde el puente de La Molina hasta el embalse del Chorro está catalogada como Reserva Ecológica.
Tal y como estaba previsto, al finalizar la rutaa el grupo de 15 nos desplazamoss hasta el cercano Museo Arqueológico de Ardales donde llegamos puntualmente, sobre las 16.15 donde yaa nos espeerabaa Don Pedro cantalejo, historia viva de la Cueva de Ardales y el mejor conocedor que existe de la misma, por lo que era imposible contar con mejor anfitrión para visitar la Cueva de Ardales o de Trinidad Grund (su segunda casa), que fue descubierta en 1821 gracias a un terremoto que dejó libre la actual puerta de entrada. Trinidad Grund la adquirió y condicionó para su visita a mediados del siglo XIX, como complemento de su negocio termal instalado en la vecina Carratraca. Citada en el Diccionario de Madoz de 1850, en 1918 recibe una visita por dos ocasiones del Abate Breuil quien publica estudios de varias de las figuras pintadas y grabadas destacando su relevancia. 
A pesar de los estudios, la cueva cae en el olvido hasta 1985, fecha a partir de la cual se abre al público. Si bien, Don Pedro cantalejo, ya estaba explorando la cueva con un grupo de arqqueólogos desde varios años antes, tal y como podemos observar en una de laas fotos históricas en el interior de la cueva, como unas barbas muy de la época. Tanto la charla de bienvenida en la escalera de acceso (foto de arriba), como a lo largo del recorrido fue absolutameente memorable, no sólo sobre la historia y el arte rupestre o las distintas técnicas de investigación, sino también sobre lo humano y lo divino, amén de numerosas anécdotas y curiosidades qque hicieron de la visita una auténtica delicia. Y es que cuando das con una persona que atesoraa tantos conocimientos y los transmite con tanta pasión, las horas pasan como si fueran minutos. Tuvo además la amabilidad de hacer varias fotos siempre y cuanddo fueran de grupo o individuales, pero siempre junto al grupo, sólo en los lugares que él lo permitiera y jamás a ningún grabado o pintura rupestre (así lo hicimos).
Dos años mas tarde, concretameente en 1987, se crea el Parque de Ardales, replanteandose el turismo local de la zona de forma globalizada con particular interés hacia las modalidades de turismo cultural y de la naturaleza. En este contexto se creó el Museo de Ardales que alberga y conserva de manera adecuada los restos arqueológicos provenientes de los yacimientos de la zona, facilitando la comprensión de las organizaciones geológicas, espectaculares en muchos casos, explicando la gran variedad de los recursos naturales, y sirviendo de punto centralizador de las actividades que se organizan en el entorno de Ardales y gran parte de la Comarca del Guadalteba. En el Museo municipal, donde comienza o termina la visita según el horario elegido, se pueden ver muchos de los elementos hallados en la cueva, como la mandíbula de la mujer epipaleolítica denominada “la abuela”.
El Enclave Arqueológico de la Cueva de Ardales, está considerado como uno de los grandes conjuntos de grabados Paleolíticos de la Península Ibérica, se puede visitar a lo largo de la semana de martes a domingo, en un itinerario que comprende el Museo Municipal de la Historia y Tradiciones del municipio y la citada cueva, situada entre las localidades de Ardales y Carratraca, en un pequeño macizo karstico aislado denominado “La Serrezuela”, en la comarca de Guadalteba, a donde se llega en carabana por una pista parcialmente asfaaltada o terriza, pero en muy buen estado, para facilitar el aacceso de cualquier tipo de vehículos. 
Este enclave tiene un recorrido interior superior a 1,5 Kms., del que los visitantes recorren unos 800 metros en los que podemos conocer algunas de las más de 50 figuras y otros símbolos pertenecientes al Paleolítico Superior (Solutrense y Magdaleniense, 18.000-14.000 a. de C.); son figuras de animales, ciervas, caballos, cabras, algunas mujeres (casi siempre embarazadas) y un pez, grabadas en su mayoría con punzones o buriles de sílex. La mayoría se encuentran en la empinada Sala del Calvario, donde existen pinturas con mas de 11.000 años de diferencia y que sin embargo siempre fueran respeetadas. Es decir, quienes llegaban para pintar detrás de sus antecesores jamás lo hicieron encima, pintaban al lado, arriba o abajo, pero jamás por encima. Una auténtica lección de civismo a lo largo de mas de 11.000 años, quee ya quisiéeramos para nuestra sociedad actual. la era digital donde todo es mucho mas efímero y en general todo se valora mucho menos.
Otras figuras están pintadas en negro, rojo y ocre-amarillo. También conocerán la Gran Sala, la Galería del Arquero, la Sala del Lago, la Galería del Espolón, la Galería de los Grabados y la Sala de las Manos, donde se pueden contemplar las manos en negativo con más de 27.000 años de antigüedad. La visita se complementa con los dos depósitos funerarios incluidos en el recorrido, además de con el disfrute de las vistas de los laberintos de columnas, los lagos permanentes y las bellas formaciones de estalagmitas.
La foto de arriba, está tomada a la salida de la cueva, sobre las rudimentariaas gradas que conforman el acceso a la misma y que curiosameente jaamás fué visitada por el arquitecto que las diseño.
Justo en frente se encuentra un panel informativo sobre laa Cueva de Ardales, desde cuya eentrada podemos contemplar la inconfundible silueta del Huma al norte. 

1 comentario :

  1. Anónimo10:23 a. m.

    Bonito sitio, cuantos paseos por el río me habré dado con los niños y sigo dando cogiendo tortugas, ranas, culebras,... con cuidado, respeto y solo para que los peques sepan algo de la naturaleza que nos rodea. Aunque tengo que deciros que es mucho mejor hacerla a finales de Junio o primeros de Julio que el rio lleva algo más de agua y no está tan estancada y lleno de algas como en Septiembre y Agosto. Decir también que justo en el tramo pegado a las huertas habría que limpiar el cauce porque el ser humano suelta todo lo que le sobra sin pensarlo. Justo encima de la huerta y el castillo he llegado a contabilizar más de 30 buitres volando en esas mismas fechas. También impresiona ver la poza de la Olla en temporada de lluvias como no se puede ni cruzar el pequeño puente peatonal entre el camino y las huertas con el rio totalmente desbocado. Saludos y gracias por compartir vuestra experiencia.

    ResponderEliminar