Entorno: Sector
occidental del Parque Nacional de Sierra Nevada
Pueblos de referencia: Nigüelas, que cuenta
con una superficie de 31,05 km2 una población de 1.238 habitantes (2013) y una densidad de población a de 38,74 hab/km². Pertenece a la comarca del valle de Lecrín y es un pueblecito muy cercano a la localidad de
Dúrcal.
Desde
la autovía Granada Motril, aparece ante nosotros como un pueblecito recostada
a los pies del imponente cerro del Zahor, mas concretamente a los pies de su
ladera sur, y al borde de los tajos del arroyo Torrente. Nigüelas tiene además
la particularidad de ser el pueblo más elevada el Valle de Lecrín, situada a
931 metros de altitud, conservando también un carácter mas serrano. Su
emplazamiento constituye un espléndido mirador, desde donde se domina
prácticamente toda la comarca.
Aunque no abunden las referencias
conocidas de época musulmana sobre este lugar, las pocas existentes señalan que
Nigüelas fue una alquería. Su denominación procede de Niwalas,
término que significa atalaya o punto vigía elevado. Durante la dominación
islámica este municipio formó parte de la Taha de Padul, constituyendo uno de
los barrios que delimitaban con el Valle de Lecrín y la puerta occidental de
Sierra Nevada. Tras la reconquista mantuvo su peculiar carácter agrícola.
La población que da nombre al
Monumento Natural “Falla de Nigüelas” conserva calles y casas con encanto
morisco. Además, el visitante puede alojarse en las antiguas viviendas-cuevas
rehabilitadas como casas rurales. Este pueblo posee edificios de interés como
la Casa de los Zayas, con su portada renacentista y majestuosos jardines del
estilo romántico francés, o la iglesia mudéjar de San Juan Bautista que
contiene magníficas esculturas de la imaginería granadina. También se puede
visitar la Almazara de Las Laerillas, antiguo molino de aceite. En las afueras,
desde el mirador de Rasuela, hay unas excelentes vistas del Valle de Lecrín, de
Sierra Nevada, y del profundo barranco del río Torrente.
El imponente cerro Zahor, que ya tenemos apuntado en nuestra agenda para la próxima temporada, presenta una gran falla declarada monumento natural, es la primera de una serie de
montañas que culminan en los 3.011 metros de altitud del Cerro del Caballo, en
cuya cima coinciden los términos municipales de Lanjarón y Nigüelas. Aunque son
varios los carriles que desde este pueblo suben a Sierra Nevada, el más
conocido es el que sigue el cauce del arroyo Torrente hasta el paraje de Los
Cahorros y nos permite contemplar los restos de varios molinos de agua y
atraviesa unos frondosos bosques de pinos. Mas adelante la pista continúa y es la
que nos lleva hacia el cortijo Echevarría.
Cómo llegar a Nigüelas
Si venimos desde la costa lo suyo es tomar como referencia Motril y desde allí
dirección Granada, unos 8 km mas allá del desvío a Lanjarón, estaremos atentos
a la salida 157 de la A-44 (Granada-Motril), que tomaremos, llegando a Nigüelas
en poco mas de 5 minutos.
Si venimos por el interior, la referencia será Granada y una vez en su ronda sur de
circunvalación, tomamos la autovía de la costa dirección MOTRIL (A-44), después
de dejar atrás el puerto del Suspiro del Moro, pasamos de largo la primera salida
de Padul (salida 153) que ignoraremos y cuatro kilómetros mas allá tomamos la
salida cogemos la salida 157 a Dúrcal-Nigüelas, siendo nuestra referencia a
partir de este momento la localidad de Nigüelas, donde entraremos por la calle
García Lorca.
Tal y como nos vamos acercando
desde la autovía, hacia Nigüelas en dirección ESTE, podemos apreciar una
línea recta, transversal, que recorre las montañas poco más arriba del pueblo.
Se ve mejor porque a lo largo de esa traza cambia el color y la vegetación.
Tiene 15 kilómetros de largo. Desde el cortado del río Torrente, donde se
encuentra el inicio de ese movimiento tectónico, camina en dirección a Dúrcal y
Padul. Tiene una superficie de casi 76.000 metros cuadrados. Esta gran
acumulación rocosa, con mármoles que le aportan el color amarillo, y mineral de
hierro, señala el lugar donde la tierra se quebró y afloró el subsuelo, con un
tipo de roca muy característico que comparte gran parte del perímetro oeste de
Sierra Nevada, como vemos en las curiosas formaciones rocosas del cerro Zahor,
la Silleta de Padul, Los Alayos de Dílar, la crestería del Trevenque e incluso
en la zona de los cahorros de Monachil.
Los geólogos aseguran que aún se mueve. Lo hace de forma
inapreciable, pero el movimiento existe y la fisonomía del lugar cambia a lo
largo de los años. Situarse bajo las grandes placas visibles de esta falla es
apreciar una parte muy significativa de la evolución geológica del sureste de
la península Ibérica, ya que la falla marca el testigo de lo que podría
considerarse como el final del afloramiento de Sierra Nevada (que en realidad
aún no ha terminado de formarse) y el nacimiento del valle de Lecrín y las
turberas de Padul. Es, además, la linde que señala el final de las montañas
nevadenses.
Según los estudios geológicos que sirvieron para la
calificación de este elemento geológico como Monumento Natural (declaración de
noviembre de 2001) en este lugar se habían depositado conglomerados y rocas de
sedimentación (como si se tratase de cascajos y residuos) procedentes del
‘levantamiento’ de la sierra y que ahora se pueden ver claramente en los
cortados que caen desde la población de Nigüelas hacia el arroyo Torrente, por
los que discurre la acequia y sendero de la Pavilla (IDEAL 3-8-2013).
Eran rocas sueltas y blandas que favorecieron el movimiento
de la gran falla. Una de las pruebas geológicas que demuestran que los
conglomerados rocosos sobre los que afloró eran los restos de la formación de
Sierra Nevada, es que se trata del mismo tipo de rocas que se encuentran en
zonas como el Albergue Universitario, junto a los Peñones de San Francisco y
también en el cauce y barrancos del Monachil, especialmente en los Cahorros.
Antes de pasar directamente a la
descripción de la ruta cortijo Echevarría-cerro del Caballo, bien merece la
pena dedicar un apartado especial a:
Cómo llegar desde
Nigüelas al cortijo Echevarría (inicio de ruta)
Antes de nada hay que tener en cuenta que el mal estado de
la pista hace prácticamente obligatorio el uso de un 4x4 o como mínimo un
“todo-camino”, de lo contrario corremos el riesgo de dañar bastante las ruedas
y los bajos de cualquier otro vehículo con el que intentemos llegar al inicio
de ruta.
Cruzamos la
travesía principal del pueblo, saliendo por la plaza de la iglesia en dirección
este, saliendo por la calle del Canalón, y después bajando por una calle
estrecha hasta la orilla del arroyo Torrente, que atravesaremos por un
rudimentario puentecillo de cemento, poco mas ancho que nuestro vehículo. Aquí
empieza la pista que nos va a lleva hasta nuestro destino, para disipar
cualquier duda nos encontramos de vez en cuando con algún que otro cartel que
nos indica la dirección de la Senda Sulayr (Gran Senda perimetral de Sierra
Nevada); que nos servirá de referencia a seguir durante los siguientes 12
kilómetros hasta las proximidades del cortijo Echevarría, donde los aficionados
a la fotografía encontrarán numerosos motivos para detenerse a hacer una
magnífica foto paisajística, preferentemente ventanilla izquierda o lugar del
copiloto, llevad la cámara a mano porque bien merece la pena capturar tan
imponente tan magnífico espectáculo visual.
Al poco de cruzar
el puente nos llamará la atención la impresionante falla que tenemos a nuestra
izquierda, catalogada como “Monumento Natural, Falla de Nigüelas”, por donde
también intuimos un curioso senderillo, flanqueado por una larga barandilla. Se
trata del sendero de “La Pavilla” denominación local con la que se conoce este
lugar donde antaño los jóvenes del pueblo venían a “pelar la pava”. Sin duda
alguna, bien merece la pena anotar este sendero en la agenda, perfectamente
compatible para complementarse con una futura ruta acuática por el cercano
cañón del río Dúrcal.
El sendero de La Pavilla, de apenas un par de kilómetros, discurre
paralelo a una acequia 1,5 kilómetros de longitud, desde el distribuidor hasta su aljibe en el
pueblo, pero si se realiza completo, circular, desde el núcleo urbano o desde
el río, es de poco más de tres kilómetros.
Desde el interior Nigüelas hay que buscar la bajada hacia el río Torrente. Tras
descender por una calle en la que se encuentran algunos de los ancestrales
molinos de la localidad, las aguas rápidas y cantarinas del arroyo se hacen
visibles. Hay un puente de hormigón que permite el paso de vehículos.
A la
izquierda comienza el carril que asciende hacia la sierra y nos lleva entre
otros destinos al cortijo Echevarría. Hay que caminar por la margen
derecha, aguas arriba, hasta llegar a un grupo de grandes cortijos de curiosas
formas. Es ahí donde parte, al otro lado del cauce, el camino de la Pavilla.
Hay que cruzar el río saltando sobre las piedras. Estamos en el pago de los
Cahorros, el distribuidor de las acequias es la construcción que abre el
sendero que, de inmediato, comienza a bordear el tajo que cae desde el núcleo
urbano.
En los días de verano, el calor queda rápidamente mitigado por la
humedad que produce la continua presencia del agua de la acequia, siendo una
auténtica delicia este paseo.
En el primer kilómetro de pista nos encontramos con algunas
casas de piedra muy bonitas, concebidas como alojamientos rurales, que con su
proximidad al arroyo Torrente y el telón de fondo de la imponente “Falla de Nigüelas”
junto a la cual empezamos a subir nos traslada a un paisaje de fantasía,
llevando a nuestra izquierda un paisaje de espectacular belleza telúrica, con
gigantescos bloques de mármoles fracturados.
Tal y como nos iba explicando el
Maestro Geobotánico Don José Guerrero, conforme ascendíamos por el serpenteante
carril, balanceándonos con los vaivenes de los baches, pero sin dejar de
maravillarnos ante la gran belleza paisajística que teníamos delante en cada
recodo del accidentado carril: El Monumento Natural Falla de
Nigüelas presenta un espectacular accidente tectónico que separa
el macizo de Sierra Nevada, bloque levantado, de la Depresión de Padul, bloque
hundido. En esta última provocó una gran humedal pantanoso que durante décadas
fue desecado por el hombre (Laguna del Padul). En la laguna se
han llegado a encontrar importantes restos fósiles de dos mamut del Pleistoceno.
A los pies de la población de
Nigüelas, se levanta este colosal accidente geológico, que es el cerro
Zahor. Se trata de un enorme bloque de terreno que, por su composición en
mármoles, posee un llamativo color claro. Su origen es relativamente reciente,
puesto que tiene menos de 1 millón de años (podríamos decir que en términos
geológicos, es una “montaña recién nacida”), y se ha activado en varios
episodios aunque, en la actualidad, se considera que está fosilizada o
inactiva, mientras que algunos profesores de la facultad de geología de Granada
afirman que esta montaña está tan viva que su cumbre se eleva un metro cada
pocos años. Su origen son las tensiones de la corteza terrestre que quebró y desplazó
los grandes bloques rocosos que forman la falla.
Como bien nos recuerda nuestro
catedrático geobotánico Don José Guerrero: estos movimientos geológicos se
producen por la liberación de cantidades de energía inimaginables en el
interior de la tierra, siendo capaces de originar la rotura y el movimiento de
pesados bloques de mármol como si fueran plastilina. En concreto, el interés de
esta falla estriba en que, al ser de formación relativamente reciente, se
pueden observar en ella las estrías y fisuras provocadas por el rozamiento de
los bloques. Estos aspectos no son generalmente tan evidentes, por lo tanto,
este enclave se convierte en un recurso didáctico de elevado potencial para
comprender los diversos y complicados fenómenos geológicos.
Esta falla es sin duda alguna, uno
de los rasgos geológicos más llamativos del Valle de Lecrín en
Granada. Discurre por la base de las Sierras de Dúrcal, al Este, y del Manar, al Oeste, bien visible entre los
pueblos de Nigüelas y Padul. Esta falla, junto con otras más
pequeñas, también próximas, es responsable de la existencia de zonas
elevadas (Sierras
del Manar y de Dúrcal, Cerros de la Solana,
etc.) y de zonas deprimidas, como la Depresión de Padul o la
de la Rambla
de Cijancos. Precisamente,
la sucesión de bloques levantados (sierras) y hundidos (valles) conforma la
fisonomía típica del paisaje del Valle de Lecrín. Un rasgo característico de estas fallas, muy apreciable en
la falla
de Nigüelas – Padul,
es el desarrollo de lo que los geólogos denominan facetas triangulares,
causadas por la erosión del plano de falla. Desde la barriada de Marchena y
zonas cercanas, mirando hacia el norte, se ve una serie de grandes triángulos
de color rojizo con un borde blanco, sobre el fondo gris de las dolomías de
la Sierra
de El Manar.
Desde el inicio de
pista será visible en muchos momentos la redondeada cumbre del cerro del
Caballo (3.011 m), pero de momento, lo que nos sigue llamando poderosamente la
atención, son los impresionantes pináculos que llevamos a nuestra izquierda en
el caótico maremágnum de bloques marmóreos de la vertiente sur del cerro Zahor,
después de cruzar por segunda vez el cauce del arroyo Torrente, pasaremos junto
a una gigantesca aguja rocosa de 1.229 m de altitud, conocida localmente como
“Pinganucho” o “Cucurucho”, que coincide aproximadamente con el kilómetro dos
de carril.
Después de dejar
atrás la imponente aguja del Pinganucho, el siguiente hito, aproximadamente en
el kilómetro tres de carril, es una sucesión de zigzags que pasa junto a un
tremendo derrumbaero, procedente del tajo Bernal (1.332 m), que a buen seguro
ha provocado la interrupción del tráfico rodado por este carril, debido a los
tremendos bloques que habrán caído sobre el camino en más de una ocasión. De hecho
es de esos sitios por donde uno pasa cruzando los dedos, para que no sea este
preciso instante, cuando echen a rodar ladera abajo esos tremendos bloques que
amenazan con caer sobre el camino de un momento a otro. A todo esto iremos
adelantando en más de una ocasión a algún que otro ciclista aguerrido en su
bicicleta de mountain-bike, ya que esta es una ascensión muy atractiva para
hacer en bicicleta donde existe una gran tradición en toda la provincia de
Granada, tal y como podemos comprobar en cualquiera de sus carreteras de
montaña o en las pistas que atraviesan las sierras más recónditas.
Podríamos decir que
los cinco primeros kilómetros de pista son los peores, especialmente debido a
la abundantes piedras sueltas en algunas curvas y enormes cárcavas en algunos
puntos difíciles de sortear. La dirección del carril es predominantemente N-E,
pero en un momento dado, giraremos a la izquierda y durante los dos próximos
kilómetros avanzamos dirección OESTE, hasta que llegamos a una bifurcación de
pistas, a unos 1.700 m, siendo nuestro ramal, el de la derecha, que continúa de
frente, al principio llaneando entre un pinar, desde el que reanudamos la
pendiente ascendente, pero a partir de aquí de forma mas gradual y con el piso
del carril mucho mas asentado sobre terreno terrizo, bien compactado, llevando
a nuestra izquierda la loma del Perro y a nuestra derecha, la caída hacia el
barranco del Espinar, tributario del Torrente, con la cumbre del Caballo (3.011
m) al fondo. Poco después de dejar a nuestra izquierda el peñón de Muñoz (1.934
m), que a penas destaca como una tachuela a nuestra izquierda, llegamos a otra
bifurcación de senderos, volviendo a ser nuestra opción el ramal de la derecha,
que ya nos lleva directamente hasta el pequeño rellano que hay junto a las
ruinas del cortijo Echevarría, donde dejamos nuestros vehículos para iniciar la
ruta a pie.
Ficha de la ruta circular del cortijo Echevarría
(1.970 m) al cerro del Caballo (3.011 m)
Tipo de ruta: versión
circular en sentido inverso a las agujas del reloj.
Distancia aprox.
14 km
Desnivel aprox.
1.045 m
Punto de partida:
Cortijo Echevarría (1.970 m)
Punto mas elevado:
cerro del Caballo (3.011 m)
Tiempo aprox. 7 horas
Nivel dificultad:
Alto por el desnivel a superar.
Tipo suelo: pista
terriza 20%, sendero pedregoso 60%, zona de cumbre: lascas sueltas, 20%. Todo
el terreno puede estar total o parcialmente nevado según la época o sin nada de
nieve si se realiza en verano (no recomendable por su alta exposición al sol y
altas temperaturas si no hace viento).
Previsión meteorológica: http://www.eltiempo.es/niguelas.html
Fecha de realización y meteorología: sábado 19 de abril de 2014, día extramo donde se cumplieron las previsiones de sol y nubes. Si bien la mayor parte de la ruta a pie fué bajo amenazantes nubarrones oscuros, llegando a caer unostímidos copos de nieves en el descenso. La subida y bajada en 4x4 por el carril, la hicimos bajo cielos azules, tan sólo alterados por finas capas de neblina formada por nubes finas. Afortunadamente no se llegaron a cumplir las rachas de viento de 50 km/h que daban para ese día en zona de cumbre. En cualquier caso, poca cosa, para los mas de 100 km/h que suelen darse algunos días de invierno en las altas cumbres de Sierra Nevada.
Desde Huelva vino Teresa “Arwen
de Rivendel”.
Desde Cádiz. Reinaldo y Manuela
“Los Senescales de la bahía”
Desde Sevilla: Ilde “El Vendaval
del Moncayo”
Desde distintos puntos de la
Costa del Sol: Ilse “La gacela de la Selva Negra”, Pepe Guerrero nuestro
catedrático Geobotánico; maría “La Fisioterapeuta”, Paco Bastida “Terminator
2”, Eduardo “El Último Samurai”, Fidel “El senderista romántico”, Javi “El
Hombre precavido”, José Cano “Camel Tropic”, Juani “El Comandante”.
Desde Granada: Yoli …“como
corre”.
A tener en cuenta:
1º) Es imprescindible disponer de
un vehículo todo terreno para llegar al inicio de ruta, pero ¿cómo realizar
esta ruta si no disponemos de este tipo de vehículos?. En nuestro caso, al
menos 8 compañeros que no disponían de 4x4 y pudieron llegar al inicio de ruta, gracias a
que Ilde “El Vendaval del Moncayo” contacto con el vecino de Nigüelas: Antonio,
cuyo móvil es: 69671.07.69. Y que por llevarnos y traernos en su carismático
LAND ROVER, nos cobró 80€, saliendo a 10€ por persona, que pagamos muy a gusto,
por ser una pista indómita en varios tramos no apto para cualquier tipo de
vehículos y que requiere de mano experta en la conducción, siendo además un
perfecto conocedor de la zona, que además nos asesoró muy bien de los hitos que
debíamos seguir. Estando perfectamente al tanto del estado de la sierra y
demostrando gran profesionalidad por su puntualidad y buen hacer.
2º)Si vamos a realizar esta
ascensión en su versión invernal o tras una fuerte nevada: Antes de venir
conviene informarse sobre el estado de la pista, tipo de nieve: dura, blanda,
profundidad, placas de hielo en zona de cumbre, etc… Y por supuesto
imprescindible llevar crampones, piolet y si hay placas de hielo casco. Pues a
pesar de que el Caballo presenta un perfil muy alomado, una caída de espaldas
dando con la cabeza en el suelo, en una zona llana donde resbalemos sobre una
placa de hielo, puede dejarnos en el sitio. ¿Algún enlace recomendado para
principiantes?:
3º) Esta ruta en su versión
línea, puede resultar muy aburrida, siendo el único aliciente las preciosas
vistas desde la cumbre hacia el pequeño glaciar donde se encuentran la laguna y
refugio del Caballo, pero en la versión circular que hicimos nosotros, el
regreso por la ladera noroeste y la acequia tiene mucho encanto y bien merece la pena realizar el
itinerario que describimos a continuación.
Una vez junto a las ruinas del
cortijo Echevarría (1.970 msnm), el camino a seguir es la prolongación de la
pista que pasa por allí y continúa ascendiendo en prolongados zigzags, que
apenas podremos atrochar debido a la abundancia del piornal de alta montaña que
cubre las laderas, por los márgenes de este kilómetro y medio de pista que nos permiten
calentar de forma relajada, pues la ladera es muy tendida, a modo de agradable
paseo, hasta que llegamos al Mirador de Nigüelas, con su correspondiente panel
paisajístico que nos identifica los principales hitos que tenemos delante, a
saber: la Loma de los Tres Mojones a la izquierda por donde realizaremos
nuestra ascensión hasta el Caballo (3.011 m) cuya redondeada cumbre preside la
parte central del paisaje que tenemos ante nosotros, bajo la cumbre del
Caballo, los barrancos que forman la cabecera del arroyo Torrente, llamada: “Rinconada
de Nigüelas” y a la derecha la “Loma de Lecrín” tras la cual discurre el valle
del río Lanjarón, que nace en la laguna del Caballo, que no veremos hasta
llegar a su cumbre.
En el texto del panel nos hablan de algunos aspectos generales de la geología y la flora, que nos vamos encontrando desde Nigüelas hasta este paisaje de alta montaña en el que ya nos encontramos donde predominan los arbustos tapizantes como el piornal de alta montaña, el enebro y la sabina rastrera. También se hace mención del incendió devastador que tuvo lugar en esta zona en septiembre de 2005 y que acabó con las manchas de bosque que existían en esta zona.
En el texto del panel nos hablan de algunos aspectos generales de la geología y la flora, que nos vamos encontrando desde Nigüelas hasta este paisaje de alta montaña en el que ya nos encontramos donde predominan los arbustos tapizantes como el piornal de alta montaña, el enebro y la sabina rastrera. También se hace mención del incendió devastador que tuvo lugar en esta zona en septiembre de 2005 y que acabó con las manchas de bosque que existían en esta zona.
De hecho, una vez
que finalizó la sesión de fotos en este mirador, ¡por fin! abandonamos la pista
que desde aquí continúa dirección ESTE, hacia la Rinconada de Nigüelas
(cabecera del arroyo Torrente). Y continuamos la ascensión que se adentra por
un pequeño bosquete de pinos, justo a la izquierda del mirador, además no tiene
pérdida, pues por desgracia es de las pocas manchas de arboleda existente en varios
kilómetros a la redonda.
La compañía de los pinos, a penas caminaremos poco mas de 150 m hasta que sale un ramal de sendero a la derecha (N-E) afrontando ahora, posiblemente, la pendiente con mas desnivel de toda la ascensión, un tramo de aproximadamente un kilómetro sin tregua con una pendiente superior al 25-30 % en algunos puntos que conviene tomarse con calma.
La compañía de los pinos, a penas caminaremos poco mas de 150 m hasta que sale un ramal de sendero a la derecha (N-E) afrontando ahora, posiblemente, la pendiente con mas desnivel de toda la ascensión, un tramo de aproximadamente un kilómetro sin tregua con una pendiente superior al 25-30 % en algunos puntos que conviene tomarse con calma.
Hasta que por fin
llegamos a un collado, donde volvemos a girar, ligeramente a la derecha, para
definitivamente afrontar una ascensión muy directa, casi en línea recta,
dirección ESTE, a lo largo de unos 3,5 km remontando la Loma de los Tres
Mojones, o lo que es lo mismo, el cordal occidental del cerro del Caballo.
Se trata de una ascensión de pendiente muy dócil, que combina rampas de un 20%, que tan sólo se hace ligeramente mas empinado en los últimos 200 m, intercalando cortos tramos llanitos e incluso suaves toboganes en descenso, cada 300 o 400 m de ascensión continua que nos da varias treguas para recuperar e incluso nos invita a llevar un ritmo relativamente rápido que podemos pagar en el último tramo de ascensión, pues para quienes no hacemos con mucha frecuencia ascensiones a tresmiles, podemos notar bastante el efecto de la altitud y a veces nos da la impresión de que vamos a cámara lenta, tal y como le paso a nuestros compañeros: Pepe Guerrero nuestro catedrático Geobotánico” y José Cano “Camel Tropic”, si bien una vez en la cumbre recuperaron bastante bien e incluso hicieron un descenso magnífico.
Se trata de una ascensión de pendiente muy dócil, que combina rampas de un 20%, que tan sólo se hace ligeramente mas empinado en los últimos 200 m, intercalando cortos tramos llanitos e incluso suaves toboganes en descenso, cada 300 o 400 m de ascensión continua que nos da varias treguas para recuperar e incluso nos invita a llevar un ritmo relativamente rápido que podemos pagar en el último tramo de ascensión, pues para quienes no hacemos con mucha frecuencia ascensiones a tresmiles, podemos notar bastante el efecto de la altitud y a veces nos da la impresión de que vamos a cámara lenta, tal y como le paso a nuestros compañeros: Pepe Guerrero nuestro catedrático Geobotánico” y José Cano “Camel Tropic”, si bien una vez en la cumbre recuperaron bastante bien e incluso hicieron un descenso magnífico.
A lo largo de la ascensión hicimos varias paradas de
reagrupamiento, en los dos últimos kilómetros incluso tuvimos que atravesar
algunas palas de nieve de mas de 150 m de longitud, aunque afortunadamente la
nieve dura, hacía llevadero el caminar. Siendo muy útil caminar sobre las
huellas de los compañeros que iban por delante.
Una vez en la ante cumbre, volvimos a reagruparnos para llegar todos juntos al vértice geodésico, donde nos quedamos maravillados con las inesperada panorámica alpina que desde allí tenemos hacia el noreste, donde se abre ante nosotros un pequeño valle glaciar donde nace el río Lanjarón, con la laguna y refugio de piedra del Caballo unos 100 m bajo nuestros pies flanqueados por el pico Tajo de Los Machos (3.085 m) a la derecha, y a la izquierda los tajos Altos (3.014 m) y Tozal del Cartujo (3.143 m), ocultando el Veleta (3.392 m) del que tan sólo vemos un poco y en el centro al fondo el Mulhacén (3.479 m).
La verdad es que tras una ascensión, que por ser tan directa, y siempre sobre la Loma de los Tres Mojones resulta muy monótona, al llegar al vértice geodésico del Caballo, la belleza del paisaje que contemplamos por la vertiente contraria a nuestra subida, compensa con creces el esfuerzo realizado hasta alcanzar esta cumbre, que marca el tresmil mas occidental de Sierra Nevada.
Bajo un cielo de oscuros nubarrones que amenazaba con empezar a nevar y antes de que se cumplieran las previsiones de vientos de 50 km/h anunciados para ese día en zonas de alta montaña, que por suerte, no llegaron a cumplirse.
Abandonamos la cumbre, encaminando nuestros pasos hacia el collado cercano a la Laguna del Caballo, que a pesar de su proximidad, decidimos descartar, ya que la corta ladera que nos conduce hasta ella, estaba parcialmente congelada y al haber renunciado la mayoría de nosotros a cargar con los crampones y el piolet, por la aparente falta de nieve que presentaba el Caballo y toda la Loma de los Tres Mojones aquella jornada, nos hizo decantarnos por buscar un acomodo sobre la terraza rocosa que hay junto al collado, disfrutando de unas vistas preciosas con el refugio y la laguna congelada a nuestros pies, así como del idílico entorno en el que se encuentra, rodeado de un paisaje digno de los Alpes, Pirineos o Picos de Europa.
Una vez en la ante cumbre, volvimos a reagruparnos para llegar todos juntos al vértice geodésico, donde nos quedamos maravillados con las inesperada panorámica alpina que desde allí tenemos hacia el noreste, donde se abre ante nosotros un pequeño valle glaciar donde nace el río Lanjarón, con la laguna y refugio de piedra del Caballo unos 100 m bajo nuestros pies flanqueados por el pico Tajo de Los Machos (3.085 m) a la derecha, y a la izquierda los tajos Altos (3.014 m) y Tozal del Cartujo (3.143 m), ocultando el Veleta (3.392 m) del que tan sólo vemos un poco y en el centro al fondo el Mulhacén (3.479 m).
La verdad es que tras una ascensión, que por ser tan directa, y siempre sobre la Loma de los Tres Mojones resulta muy monótona, al llegar al vértice geodésico del Caballo, la belleza del paisaje que contemplamos por la vertiente contraria a nuestra subida, compensa con creces el esfuerzo realizado hasta alcanzar esta cumbre, que marca el tresmil mas occidental de Sierra Nevada.
Bajo un cielo de oscuros nubarrones que amenazaba con empezar a nevar y antes de que se cumplieran las previsiones de vientos de 50 km/h anunciados para ese día en zonas de alta montaña, que por suerte, no llegaron a cumplirse.
Abandonamos la cumbre, encaminando nuestros pasos hacia el collado cercano a la Laguna del Caballo, que a pesar de su proximidad, decidimos descartar, ya que la corta ladera que nos conduce hasta ella, estaba parcialmente congelada y al haber renunciado la mayoría de nosotros a cargar con los crampones y el piolet, por la aparente falta de nieve que presentaba el Caballo y toda la Loma de los Tres Mojones aquella jornada, nos hizo decantarnos por buscar un acomodo sobre la terraza rocosa que hay junto al collado, disfrutando de unas vistas preciosas con el refugio y la laguna congelada a nuestros pies, así como del idílico entorno en el que se encuentra, rodeado de un paisaje digno de los Alpes, Pirineos o Picos de Europa.
Finalizado el almuerzo disfrutando de tan magníficas vistas, iniciamos el descenso propiamente dicho, pero no sobre nuestros pasos, que consistiría en descender por la Loma de Los Tres Mojones por la que habíamos subido y que ahora sería en dirección OESTE, sino en dirección NOROESTE. Es decir dejando la Loma de Los Tres Mojones a nuestra izquierda, separándonos de ella poco a poco, en perpendicular. Siempre con la crestería de Los Alayos de Dílar frente a nosotros, al norte de nuestra posición, y a su derecha la inconfundible pirámide del Trevenque, que durante gran parte de nuestra ascensión fuimos llevando a nuestra izquierda y definitivamente a nuestra espalda.
Al descender por la
vertiente noroeste, nos encontramos con bastante más nieve que en la ascensión.
De hecho hubo tramos de casi un kilómetro caminando sobre nieve de forma
ininterrumpida, salvo pequeños tramos rocosos a la hora de afrontar algún tramo
escalonado.
La mayor parte del recorrido sobre nieve fue por nieve todavía dura, muy cómoda para caminar, donde se agradecía caminar sobre la huella de los compañeros que iban por delante. Tampoco faltaron algunos tramos cortos de descenso con algunos metros congelados, donde Fidel y Javier, crampones y piolet en ristre, tuvieron la generosidad de improvisar unos escalones piolet en mano, para quienes a peas conseguíamos guardar el equilibrio con la ayuda de los bastones, que apenas conseguíamos clavar sobre la nieve, incluso talonando con fuerza, buscando el comodín de caminar sobre algunas piedras sueltas, como quien está participando en una jinkana. Pero lo dicho, tan solo fueron tres o cuatro ramplas a modo de cortos pero muy resbaladizos toboganes donde el suelo estaba congelado. El resto nieve dura, donde algunos compañeros como Reinaldo incluso se permitieron el lujo de descender como si estuvieran esquiando, simplemente aprovechando la pendiente de la ladera, con el grado de dureza ideal de la nieve y magnífica coordinación de caderas, rodillas y bastones, descendiendo a veces tramos de casi 20 m de longitud sin apenas mover los pies, simplemente conservando el equilibrio.
La mayor parte del recorrido sobre nieve fue por nieve todavía dura, muy cómoda para caminar, donde se agradecía caminar sobre la huella de los compañeros que iban por delante. Tampoco faltaron algunos tramos cortos de descenso con algunos metros congelados, donde Fidel y Javier, crampones y piolet en ristre, tuvieron la generosidad de improvisar unos escalones piolet en mano, para quienes a peas conseguíamos guardar el equilibrio con la ayuda de los bastones, que apenas conseguíamos clavar sobre la nieve, incluso talonando con fuerza, buscando el comodín de caminar sobre algunas piedras sueltas, como quien está participando en una jinkana. Pero lo dicho, tan solo fueron tres o cuatro ramplas a modo de cortos pero muy resbaladizos toboganes donde el suelo estaba congelado. El resto nieve dura, donde algunos compañeros como Reinaldo incluso se permitieron el lujo de descender como si estuvieran esquiando, simplemente aprovechando la pendiente de la ladera, con el grado de dureza ideal de la nieve y magnífica coordinación de caderas, rodillas y bastones, descendiendo a veces tramos de casi 20 m de longitud sin apenas mover los pies, simplemente conservando el equilibrio.
Conviene estar
atentos en el descenso, porque al menos con la ladera noroeste, tan cubierta de
nieve, apenas había ningún indicio de sendero, siendo nuestra referencia a
seguir el inicio del denominado barranco del Caballo, apenas perceptible en su
cabecera, ya que la ladera es muy redondeado y el incipiente barranquillo, que
nos sirve de referencia, apenas tiene profundidad, hasta que comienza a hacerse
más evidente su forma de “V” conforme vamos descendiendo.
De manera que el barranco debe ir quedando a nuestra derecha, separándonos poco a poco del mismo, conforme vamos descendiendo, hasta llegar a una idílica zona de prados por donde discurre la “Acequia de los Hechos”, a la que vinimos a salir a la altura de un pluviómetro tal y como nos adelantó Antonio de Nigüelas.
De manera que el barranco debe ir quedando a nuestra derecha, separándonos poco a poco del mismo, conforme vamos descendiendo, hasta llegar a una idílica zona de prados por donde discurre la “Acequia de los Hechos”, a la que vinimos a salir a la altura de un pluviómetro tal y como nos adelantó Antonio de Nigüelas.
Una vez en la
acequia, canalizada en un principio a cielo abierto nos recordaba muchísimo a
la parte baja de Los lavaderos de la Reina, favoreciendo la existencia de
pequeños prados circundantes, denominados en Sierra Nevada como borreguiles,
donde suelen acudir el ganado, caballos o cabras montesas como pudimos
comprobar más adelante.
Una escalonada
cascada más adelante nos sorprendió por su belleza, así como un tramo de sendero
que discurría faldeando la empinada ladera de la Raya de la Dehesa y los tajos
de la Raya a nuestra izquierda y a nuestra derecha la caída hacia la Loma de
Los Castaños.
A partir de la cascada, la acequia discurre soterrada en paralelo al sendero por el que vamos caminando y que en sus dos últimos kilómetros se transforma en la pista, que después de pasar junto a varias fincas, alguna que otra casa de piedra e incluso algunos ejemplares de almendro de gran porte que se encontraban en el esplendor de la Primavera, terminando de cerrar el trazado circular hasta regresar al cortijo Echevarría, al que llegamos a las 18.36, es decir, seis minutos más tarde de la hora a la que habíamos quedado con Antonio, que ya nos esperaba puntualmente con gran profesionalidad.
A partir de la cascada, la acequia discurre soterrada en paralelo al sendero por el que vamos caminando y que en sus dos últimos kilómetros se transforma en la pista, que después de pasar junto a varias fincas, alguna que otra casa de piedra e incluso algunos ejemplares de almendro de gran porte que se encontraban en el esplendor de la Primavera, terminando de cerrar el trazado circular hasta regresar al cortijo Echevarría, al que llegamos a las 18.36, es decir, seis minutos más tarde de la hora a la que habíamos quedado con Antonio, que ya nos esperaba puntualmente con gran profesionalidad.
Una vez finalizados
los ejercicios de estiramiento y habiéndonos puesto calzado y ropa mas cómoda.
Iniciamos el descenso hasta Nigüelas por los 12 km de pista, que recorrimos en
unos 40 minutos, hasta llegar a la salida de Nigüelas, concretamente en el inicio
o final de la calle García Lorca, donde se encuentra una plaza, que hace las
veces de aparcamiento, donde habíamos quedado con Antonio, al inicio de la
jornada y por lo tanto, donde habíamos dejado nuestros vehículos. Además
resultó ideal para tomarnos unas merecidas cervezas de despedida, con generosas
tapas de tortillas de atún, que sentaron de maravilla, en aquella plácida
terracita del Bar Rincón de Miguel, donde a mas de un paisano se llevo las
manos a la cabeza al escuchar algún que otro comentario de carácter científico
del “Vendaval del Moncayo”…¿qué sería de la vida sin sentido del humor?.
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