Cómo llegar al inicio de ruta y punto de encuentro:
Tal y como vamos circunvalando Granada por la Ronda
Sur, siguiendo siempre la dirección Sierra Nevada hasta que tomamos la salida
de “La Zubia”, poco antes de llegar al túnel donde comienza la
carretera de Sierra Nevada propiamente dicha. Seguiremos por la carretera hasta
llegar al pueblo de LA ZUBIA, cruzándolo por su ascendente calle
central dejaremos a nuestra derecha la iglesia y el cuartel de la policía y
poco antes de llegar al final del pueblo, tomaremos por una calle a la
izquierda siguiendo la señal de “Cumbres Verdes” siguiendo
por una pista asfaltada que discurre con perfil tendido, abriéndose paso por un
pinar. Una vez que dejamos la mencionada urbanización a la derecha, finaliza el
asfalto y comienza el carril terrizo que en escasos minutos nos lleva a una bifurcación, de manera que de
frente nos lleva a la explanada donde se encuentra situada la venta de “La
Fuente del Hervidero” (1.286 m., aprox.). Pero para ganar tiempo, podemos
avanzar unos 500 m por el ramal de la derecha que nos lleva directamente hasta
el mirador y aparcamiento de “La Espartera”.
Éste es el clásico punto de inicio y final para
ascender al Trevenque o realizar otras rutas de esta zona de la sierra
anunciadas en paneles como el: PR.A-20 cerro Huenes o PR. A-21, Canal de la
Espartera.
Distancia
aprox. 17´5
km.
Desnivel aprox. ascensión 850 m
Tiempo estimado: 8-9 horas (paradas incluidas)
Dificultad Física: Media-alta, debido a la sucesión de continuas
subidas y bajadas con un perfil en diente de sierra por donde la marcha se
puede ralentizar bastante en caso de que el terreno se encuentre nevado.
Dificultad Técnica: Baja, salvo el último tramo de ascensión al
Trevenque con algún paso escalonado donde es necesario el uso de las manos y
tramo de sendero con mucho vuelo, al filo de barranqueras muy empinadas. Al
igual que los metros finales del Pico de la Carne. En ambos casos, en el
descenso hay que tener bastante precaución en un par de pasos algo expuesto con
el suelo muy degradado por las lluvias torrenciales..
Puntos de agua: tras descender el Trevenque, en “La Fuente de La
Cortijuela”, lugar ideal por tratarse de un punto intermedio del recorrido
donde se suele almorzar. Es muy importante rellenar las botellas de agua.
Tipo desuelo: pista terriza (20 %), sendero por arenas dolomíticas y
tramos de crestería 70%, torrenteras con piedra suelta y zonas rocosas de
cumbre (10%).
Fecha y meteorología: sábado 25
de marzo de 2017. Para este día teníamos previsto hacer una ruta por
Villaluenga del Rosario, pero las predicciones en la zona de Grazalema y en
gran parte de Andalucía eran de lluvias, incluidas en algunas zonas de Granada,
si bien, en lo referente a Sierra nevada, había informaciones contradictorias
según las páginas consultadas, por lo que decidimos arriesgarnos y venir ese
día al Trevenque, el resultado fue un día genial.
10
participantes: Desde Cádiz capital vinieron Ana Dianez “La Arqueóloga” y Manuel Limón
“Premio Nóbel de Senderismo” y desde distintos puntos de la Costa del Sol: Lena
“La Amazona Bielorrusa”, Marlen “La Perla de Venezuela”, Arnaud “El Repsotero
del Rey Sol”, Eduardo Campos “El Padre Carras”, Mariano “El Ingeniero de Telecomunicaciones”, Rafael
Molina “El Artista”, Don Francisco castillo “Un Grande de España” y un servidor
Juan Ignacio Amador.
Fotógrafos
colaboradores: Arnaud, Marlen, Manuel Limón, Rafael Molina, Alex C.V. ("Por los cerros de Úbeda") y Eduardo (www.granadanatural.com)
Crónica: Juan Ignacio Amador
Bibliografía:
http://www.granadahoy.com, http://www.nevasport.com, IDEAL de Granada y Waste Magazine.
El Trevenque
y su curiosa etimología:
Se la considera "La
Reina" de la Media Montaña de Sierra Nevada por su alpina silueta cual
majestuosa pirámide, fácilmente reconocible desde la distancia. Pero también se
la considera La "isla del
tesoro"... botánico por sus ecosistemas
de dolomías, acorralados por el empuje de las canteras. Pero entre sus
"arenales" y lomas aparentemente semi-desérticas se ocultan joyas botánicas
buscadas por científicos de todo el mundo.
Esta zona del Parque, está a la esperan a ser declarada micro-reserva
natural, para que se protejan endemismos en peligro de extinción. La
imagen de aridez de los territorios situados en el entorno del Trevenque y el
Dornajo, en pleno Parque Nacional de Sierra Nevada, es solo un espejismo. La
aparente ausencia de vida es una consecuencia de la necesidad de adaptación de
las especies que se ven obligadas a desarrollarse en terrenos donde se producen
enormes cambios de temperaturas, fuertes vientos y la falta de un suelo fértil
y húmedo.
Los arenales, calares y cortados donde la tierra está fragmentada,
son en realidad islas en las que se guardan tesoros botánicos, especies
apreciadas por los estudiosos de la flora en todo el mundo y que fueron
descubiertas y clasificadas por investigadores del siglo XIX, fundamentalmente
por el suizo, Carles Edmond Boissier, y el alemán, Heinrich Moritz Willkomm, que
cuando conocieron Sierra Nevada no podían dar crédito a la impresionante
riqueza de la flora del macizo nevadense, especialmente de los territorios
dolomíticos que forman parte de la baja montaña, que ascienden desde el
Hervidero y Dílar, hasta cotas de 2.000 metros de altitud.
Geológicamente, pertenece
al llamado Complejo alpujárride y,
dentro de él, al llamado Manto del Trevenque.
Este manto es fundamentalmente dolomítico, con un alto grado de tectonización,
manifestado en trituraciones con recristalización, con roca pulverulenta
(catacalasita).
El Trevenque sirve de cabecera a los siguientes a los siguientes
cursos fluviales: Por el Este, al Arroyo Aguas Blanquillas; por el Oeste, el
Barranco del Búho, que se abre paso por entre los Arenales del Trevenque, ambos
son afluentes del río Dílar; y por el Norte, al Arroyo de Huenes, tributario
del río Monachil.
En la falda Norte del Trevenque, en la cabecera del Huenes, se
encuentra el Jardín Botánico de La Cortijuela, situado frente a la Casa
Forestal y área recreativa del mismo nombre, que suele coincidir con la mitad
del recorrido y es lugar propicio para almorzar en sus mesas de madera, además
cuenta con una fuente de agua potable.
Parece ser que el nombre
de “TREVENQUE” alude a los tres grandes pináculos dolomíticos junto a los
que pasamos cuando vamos ascendiendo hasta su cumbre.
Algo parecido podría ocurrir con el nombre de TREVELEZ, famosa
localidad que está formada por tres barrios, claramente diferenciados, según su
disposición sobre la ladera de la montaña. Tre-Velez, o sea tres barrios.
Breve descripción:
Llegamos puntualmente al “Mirador de La Espartera o Collado Sevilla”
encontrándonos con la fina capa de nieve que dejaron los nubarrones del día
anterior. Y nos hacemos la tradicional foto de comienzo de ruta con el telón de
fondo de los Alayos de Dilar al sur, en cuya crestería destacan el pico del Corazón de la Sandia con sus 1.877m
a mitad de la crestería y algo más al este Los Castillejos con sus 1.979 m nos
regalan una preciosa imagen de postal. A la derecha de Los Alayos, hacia el
Oeste, mucho más próximos a nosotros tenemos el cerro de Las
Pipas y la Boca de La Pesca, con una caseta blanca de vigilancia
contraincendios en su cumbre. Estos dos cerros irán quedando a nuestra espalda
desde el inicio del recorrido.
Echamos a andar por un sendero,
dirección S-E, por un sendero que discurre paralelo en sus primeros metros al
soterrado canal de La Espartera, que va quedando a nuestra derecha, mientras
que a nuestra izquierda dejamos la pista por donde discurre el PR.A-20 cerro
Huenes, que coincide en gran medida con nuestro regreso en esta versión
circular. Pronto llegamos a un carril secundario por el que vamos a ir ganando
altura, a menos de diez minutos del inicio, vamos a abandonar este carril, para
continuar ascendiendo por una rambla arenosa que sale a nuestra
izquierda, con una pendiente cada vez más acusada conforme vamos ascendiendo
por ella. No tardaremos en encontrarnos con curiosas formaciones rocosas cual
pináculos desdentados, tan característicos de las dolomías de esta zona de
Sierra Nevada, que coinciden con la crestería paralela de Los Alayos, el cordal
de la Silleta de Padul, la cerrada del río Dúrcal, el cerro Zahor o incluso
Sierra Almijara. Pues como comprobaremos más adelante, tanto en su forma como
en su composición geológica el cerro Trevenque nos va a recordar al Lucero o
Raspón de Los Moriscos.
Tal y como íbamos diciendo,
conforme vamos avanzando por esta rambla arenosa tan característica de este
entorno lunar en el que nos vamos adentrando, la pendiente se presenta cada vez
más pronunciada, siendo muy útiles los bastones para ayudarnos a progresar,
hasta el punto de tener que ayudarnos de las manos al llegar alguna zona
escalonada. Un sendero que sale a la derecha, nos hará dudar, se trata del
sendero tradicional para acceder al Trevenque, pero nosotros continuaremos
remontando la empinada rambla, hasta situarnos en la misma cuerda que nos va a
conducir hasta el Trevenque.
Una vez que nos situamos en la
cuerda del Trevenque, el sendero de cabras, aunque algo difuminado se hace más
que evidente, pues el camino a seguir es siempre sobre la sucesión de jorobas
que nos conduce hasta los pies de la gran pirámide que es nuestro objetivo,
hacia el que nos aproximamos de forma directa. Aunque desde la distancia Sierra
Nevada siempre ha destacado por sus majestuosas cumbres nevadas, podemos
afirmar sin temor a equivocarnos que el Trevenque, no es sólo la Reina de la
Media Montaña de Sierra Nevada, sino una de las montañas más bonitas de la mita
d sur Peninsular.
El Trevenque y la crestería de Los Alayos de Dílar son pequeñas cadenas montañosas que
rozando o sobrepasando los 2.000 m serían todo un referente orográfico en la
mayoría de provincias, no sólo de Andalucía, sino de casi toda la mitad sur
penínsular, incluyendo todo Portugal. Sin embargo, formando parte del perímetro
occidental de Sierra Nevada han quedado históricamente eclipsados por el cordal
de los tresmiles.
No obstante, estas pequeñas cadenas montañosas con aspecto de
paisaje lunar encierran unos enormes
valores ecológicos. Se trata de montañas formadas por rocas ricas en carbonato
de calcio (calizas) o de calcio y magnesio (dolomías) que contrastan con las
rocas metamórficas, compuestas principalmente por micaesquistos y cuarcitas, que
ocupan gran parte de Sierra Nevada en su zona central, sur, norte y este.
No obstante, el
Trevenque, junto con la crestería de Los Alayos de Dílar es uno de los
elementos más representativos y singulares de la zona Occidental del parque
nacional de Sierra Nevada. Formando una especie de submacizo calcáreo y
dolomítico con sus características ramblas arenosas y sus agrestes pináculos
dolómiticos, cual gigantescos colmillos de seres mitológicos.
Las rocas calizas y más
concretamente las calizo-dolomíticas son fácilmente erosionables. Debido a los
procesos erosivos que durante años ha causado la escorrentía del agua de
lluvia, los paisajes que se forman tienen grandes contrastes con rocas abruptas
y agujas de piedra que coexisten con barrancos profundos rellenos de sedimentos
que se deshacen prácticamente sólo con pisarlos, tal y como podemos comprobar
caminando en algunos tramos de sendero con mucho vuelo cerca de la zona de
cumbre, donde a veces da la sensación que el suelo va a ceder a nuestro paso al
filo de escarpadas barranqueras arenosas.
Las dolomías del conjunto
superior son rocas que presentan un aspecto muy triturado ya que han sufrido
multitud de fracturas que las han roto, haciéndolas fácilmente erosionables y
deleznables. El resultado de este proceso es una grava dolomítica,
(popularmente denominadas arenas), que son arrastradas por el agua de las
lluvias torrenciales y tiende a acumularse en los barrancos o ramblas. En
algunos sectores estas dolomías fueron sometidas a una gran tectonización que
las fracturó y que, junto a la posterior meteorización, produjo los típicos
'arenales'. A este tipo especial de dolomías se les conoce como kakiritas.
Una de las formas de
relieve típica de los materiales que forman la 'orla carbonatada' de Sierra
Nevada es el relieve 'ruiniforme', llamado así por asemejarse a la forma de
antiguas construcciones en ruinas, formando crestas con muchas aristas, en este
sentido la crestería de Los Alayos de Dílar, que llevamos a nuestra derecha
(sur) a lo largo del primer tramo del recorrido sería el ejemplo perfecto. El
desarrollo de esta forma de relieve se debe a que existen zonas en las que la
dolomía es más compacta y resiste diferencialmente más a la erosión, dando
resaltes rocosos entre otras dolomías más trituradas. El motivo de la
existencia de zonas más resistentes a la erosión es que en ellas, el agua que
circula por las fracturas ha precipitado un cemento de calcita (carbonato
cálcico) que endurece la roca. Otro efecto de estas diferencias de erosionabilidad
en las dolomías, es que en este sector no se forman grandes paredes, sino
pequeños resaltes rocosos entre zonas más fracturadas, dando así lugar a
profundos barrancos, pero no a grandes desfiladeros o cañones de paredes
verticales, tal y como podemos comprobar a lo largo de nuestro recorrido.
Otra de las señas de identidad de este paisaje lunar son los denominados
Arenales o Blanquizales: ramblas formadas por acumulaciones de
gravas resultantes de la trituración de los carbonatos, por los que circulan
las aguas torrenciales de la lluvia, que al no encontrar oposición debido a la
ausencia de bosques o matorrales abundantes en amplios sectores de laderas
desérticas, adquieren un gran poder erosivo, dejándonos dibujado en el paisaje
una sucesión de “ríos secos” en el fondo de todas las cañadas secundarias,
llegándonos a recordar en algunas zonas al Desierto de Taberna.
Volviendo a la
descripción del recorrido, a lo largo de la cuerda del Trevenque, progresamos
subiendo y bajando por una sucesión de toboganes, aunque las rampas de subida
son mucho más prolongadas que los cortos descensos, a nuestra derecha (sur)
tenemos el valle del río Dílar y la crestería de Los Alayos. A la
izquierda (norte) el valle del Huenes, flanqueado por una
pequeña cadena montañosa donde se encuentran los cerros de La Carne y del Sol,
por donde discurre la segunda parte del recorrido y de frente (hacia el este),
el emblemático cerro Trevenque, nuestro objetivo. Al final de cada bajada,
solemos situarnos cerca del sendero tradicional que siempre llevamos a la
derecha en todo momento, llegando a caminar por el mismo en algunos puntos.
Especialmente en una curva, del sendero, situada ya a los pies del Trevenque
propiamente dicho, desde donde comenzamos a encarar la ascensión, siguiendo el
difuminado sendero que discurre por la arista de la loma, pasando junto a unos
pináculos dolomíticos, que irán aumentando de tamaño, conforme vamos ganando
altura.
Una vez más los bastones
volverán a ser de gran ayuda en este tramo de ascensión con bastante grava
suelta y caída a ambos lados, no verticales, pero sí lo suficientemente
empinadas como para rodar muchos metros ladera abajo según cayéramos a
izquierda o derecha.
Este tramo resulta un espectáculo tanto por la agreste
belleza de los crestones junto a los que vamos pasando, como por el paisaje que
vamos dejando a nuestra espalda. En mi caso, al ir en cabeza, abriendo el
grupo, resultaba espectacular ver la serpiente de color que formaban los
compañeros cada uno a su ritmo y el sinuoso recorrido que nos había llevado
hasta allí.
La pendiente es
muy empinada la mayor parte de la ascensión, sin a penas un tramo de tregua que nos de un respiro, pero la belleza del entorno, hace que
se nos olvide el esfuerzo que estamos realizando. Poco después de dejar a
nuestra izquierda un espectacular pináculo, cuya base rodeamos, encaramos un
nuevo tramo de ascensión que nos lleva a una zona de matorral bajo y algunos
pinos dispersos, quedando a nuestra izquierda las paredes que flanquean su
cumbre, el paso por un embudo rocoso corrobora que vamos por el buen camino,
poco después pasamos sobre un pequeño caos de bloques con la ayuda de las manos
y tras un giro de 90º a la izquierda, seguimos el sendero, que en apenas 50 m
lineales y unos 25 m finales ascensión ya nos deja en la misma cumbre, donde a
falta de ningún senderista que nos encontramos en todo el recorrido, nos
acompañaron dos cabras montesas (Capra pyrenaica) que parecían ser madre e hija, a una distancia
sorprendentemente cerca, especialmente cuando nuestra amiga Ana, le estuvo
dando comida, recreándonos con las magníficas vistas del entorno y las fotos de
grupo, destacando las del telón de fondo del cordal de los tresmiles desde El
Caballo hasta El Veleta, pasando por el Tozal del Cartujo.
Para iniciar el
descenso, regresamos sobre nuestros pasos unos 50 m hasta retornar al collado con unos pináculos que
hacen de mirador, donde localizamos un sendero que en pronunciado descenso nos
lleva en dirección S-E, discurre por el filo de empinadas torrenteras que en un
principio llevamos a nuestra izquierda y tras un giro de 90º a la izquierda
quedan a nuestra derecha.
En este tramo las personas con vértigo lo pasarán regular. Pero lo cierto y verdad es que sólo
hay un par de pasos algo precarios de escasos metros, el resto es muy fácil e
incluso agradecido para las rodillas, porque al ser terreno con mucha grava y
arenilla, aunque pude resultar resbaladizo, cuando le vamos cogiendo el
tranquillo vamos frenando las zancadas de forma mucho mas controlada y cuando
nos damos cuenta, en poco mas de diez minutos ya estaremos abajo, caminando por
los senderos que discurren sobre la arista de pequeñas lo mas desérticas que
desde la cumbre se antojaban lejanas y que sin margen de error nos permite
enlazar con la pista, que se abre paso
por un bosque de pinos carrasco, resinero y albar que es una reliquia de los
bosques originarios de Sierra Nevada.
En poco más de kilómetro y medio en
dirección noreste y con un perfil casi llano, nos lleva hasta la Casa forestal y área recreativa de la
Cortijuela, en cuyas mesas y bancos de madera estuvimos disfrutando de
un almuerzo espectacular, donde una vez mas Arnaud “Nono” y Paco “El Generoso”
pusieron tal cantidad y variedad de delicatesen sobre la mesa, que casi no
hubiera sido necesario que el resto de compañeros llevásemos nuestra comida.
Una vez finalizado el almuerzo
continuamos por el mismo carril del valle del Huenes en dirección oeste , hasta
que a penas 100 m mas allá de la Cortijuela, el carril se bifurca, tomando
nosotros el ramal que sale a la derecha en subida, donde nos encontramos con
una cadena que corta el paso para vehículos a motor no autorizados, pero no a
ciclistas y senderistas. A nuestra espalda van quedando los farallones rocosos que protegen a la casa forestal de La Cortijuela (a sus pies) de los vientos del norte y casi siempre a nuestra izquierda iremos disfrutando de estupendas vistas hacia la cara norte y oeste del Trevenque y todo su cordal, en este segundo tramo del itinerario, mucho menos conocido, pero igualmente interesante. Desde el paso con cadena (inicio de este ramal de carril secundario), en apenas un kilómetro de tendido ascenso llegamos al Collado Ruquino, donde enlazamos con otra pista que tomaremos a la izquierda llegando en poco más de 600 m, a otro collado donde vuelve a bifurcarse, que nos sitúa frente a dos cumbres de similar altura: la de la izquierda (oeste) tiene 1.858 msnm, mientras que la de la derecha (este) tiene 1.855 msnm, ambos cerros aparecen en los mapas topográficos como Cerro Cocón. La de la izquierda parece más alta por la sencilla razón de que está más cerca de nosotros, sin embargo, la de la derecha, se antoja más atractiva si la queremos coronar, por los escarpes rocosos de su cumbre y su pequeño bosquete de pinos.
Y hasta ella ascendimos en poco más de diez minutos desde el mencionado collado, para disfrutar de espectaculares vistas sobre el Trevenque, el cordal de los tres miles Occidentales y Prado LLano a una distancia relativamente cercana, que en aquella jornada se encontraba por debajo del nivel de la nieve. Aunque no forme parte del recorrido, se puede añadir como un extra a modo de entrenamiento, sumando una cumbre mas en nuestro zurrón.
De regreso al mencionado collado
abandonamos el carril de arenas blanquecinas y tomamos el angosto sendero, que
en dirección S y posteriormente S-O, nos va a llevar por lo alto de una
sucesión de lomas, coronando en primer lugar un cerro sin nombre, coronado por
lo que parece un antiguo mojón de carretera. Desde aquí, el siguiente objetivo
que es el cerro Gordo (1.891 msnm) se antoja un tanto duro, por el
desnivel a superar, por lo acumulado que llevamos en las piernas y porque hace
un rato que acabamos de almorzar; pero sin embargo, a un ritmo tranquilo, sin
perder el buen ánimo y el buen humor y con un poco de paciencia, poco a poco se
van superando las redondeadas lomas que tenemos por delante y cuando nos damos
cuenta ya nos encontramos en la redondeada y dócil cumbre del cerro Gordo.
Desde su cumbre podemos distinguir fácilmente la silueta de las dos cumbres del
cerro
Cocón al N-E, el cerro de las Minas y el Valle del río
Monachil al N, el cerro Tamboril al N-O, el Trevenque
y el cordal de los tresmiles Occidentales, siempre omnipresentes al S-E
y al S-O, con una silueta muy alpina que nos recuerda al cerro Atalaya de Sierra Almijara, nuestro siguiente objetivo: el Pico
de La Carne.
El descenso del cerro Gordo, lo podemos
encarar, casi por donde queramos, pues sus laderas son muy tendidas y dócil el
caminar, si bien, lo lógico es continuar progresando por el cordal montañosos
en dirección S-O, hacia el desafiante Pico de La Carne (1.810 msnm), que
tal y como nos vamos acercando impone más respeto, por lo afilada de su cumbre
y su angosto sendero que en el tramo final presenta mucho vuelo a nuestra
izquierda, resultando menos expuesto, atrochar recto, por encima del roquedo
que nos sitúa en lo más alto de esta auténtica atalaya natural, donde apenas
teníamos espacio para los diez compañeros, que tuvimos que colocarnos con
precaución para hacer la foto de grupo sin rodar ladera abajo por sus escarpes
orientales.
Tras un osado intento de Paco
"El Generoso" que ya estaba a punto de descender de forma directa
dirección S, por un embudo de 2 m de caída vertical y acusada pendiente a la
salida. Nos dimos cuenta a tiempo, de que el track que llevábamos para
descender, regresaba unos 25 m sobre nuestros pasos, para a renglón seguido,
rodear la cumbre por su vertiente oeste, llevando las paredes de la cumbre a nuestra izquierda, hasta enlazar con el
cordal que sin margen de error y en dirección S, S-O, nos lleva hasta la última
elevación, a penas una tachuela conocida como Cerro del Sol (1.730 msnm),
una modesta elevación que, sin embargo, nos sorprendió tanto a Arnaud como a
mí, por el intenso tono verde de unos matorrales rastreros que cubrían gran
parte de la ladera, justo al lado del sendero. ¡Lástima ser un analfabeto de la
botánica!.
Y es que tal y como nos comentó el Maestro Geobotánico, Don José
Guerrero en su día: "Los terrenos dolomíticos del Trevenque y el Dornajo,
albergan unas 40 especies de plantas, que se consideran de tal importancia
biológica que compañeros suyos de la Universidad de Almería, han realizado un
trabajo de investigación en el que exponen los datos por los que consideran
imprescindible la creación de micro-reservas para conservar de forma eficaz
estas zonas que califican como «archipiélago de islas dolomíticas», en el que
algunas especies se ciñen a territorios tan pequeños que solo ocupan minúsculas
partes de una sierra determinada, sin pasar a otros espacios a pesar de
tenerlos a escasa distancia.
Entre las especies más representativas que crecen
en esos terrenos grises, de arenas sueltas, destacan la Rothmaleria granatensis,
que con forma de margarita de color amarillo, aparece entre las piedras blancas
y sueltas. Es un endemismo nevadense en peligro de extinción.
Igual que la Santolina elegans, y plantas que
parecen pequeños geranios: el Erodium boissieri, a la que llaman
alfiler del Trevenque, un apellido que comparte con otra especie exclusiva, Helianthemum
pannosum, conocida como perdiguera del Trevenque, también endémica y
vulnerable a la extinción, igual que la Armeria filicaulis trevenqueana, una
subespecie que tiene esta zona como hábitat exclusivo.
Esta cumbrecilla secundaria
conocida como cerro del Sol (1.730 msnm), eclipsada por las cumbres del
entorno, marca el inicio de un descenso muy acusado que pronto a través de un
denso bosque de pinos resineros, algunos de ellos de porte centenario, durante
un buen trecho iremos descendiendo e dirección S-O, casi en línea recta hacia
la confluencia del Valle del Huenes y el barranco de Las Majadillas que lo
tenemos ladera abajo, a nuestra derecha.
No tardamos en pasar junto a una Cruz
de Hierro, conocida como "Cruz de los Adictos", curiosa cruz de forja
con flores artificiales que nos lleva a cuestionar la conveniencia de esta
proliferación de símbolos religiosos en una naturaleza que se supone que
debemos preservar intacta y a salvo de ningún tipo de elemento ajeno al propio
medio y a la subsistencia en el mismo.
En apenas cinco minutos desde esta Cruz, llegamos a un cruce de senderos donde nos encontramos con las
señalizaciones: “cerro Huenes: 2,5 km",
a la derecha” y “pico de la Carne, 1 km” (desde donde venimos). Siendo nuestro
camino a seguir el sendero que continúa en permanente descenso, hacia la
izquierda, cambiando ahora el rumbo S-O, por rumbo S-E, de manera que vamos a
girar 90º a nuestra izquierda, continuando con el pronunciado descenso, que
afortunadamente se mitiga con la grava del sendero y las abundantes acículas de
pino, que hacen más cómodo, el machaque de tan prolongado descenso, hasta que
por fin venimos a salir al monumental puente de Los Siete Ojos, sobre el
río Huenes;
Donde ya enlazamos con el carril que une Casa Forestal y Jardín
Botánico de la Cortijuela con el Mirador de la Espartera hacia el que ya
regresamos atravesando el puente y tomando la pista a la derecha, todavía
manteniendo un perfil descendente, por una zona de umbría que todavía se
encontraba nevada a nuestro paso. Hasta que unos 400 m mas allá del puente de
los Siete Ojos, que vamos dejando a nuestra espalda, la pista comienza a
ascender, disfrutando de las tonalidades rojizas del atardecer que justifican
el nombre de los tajos que llevábamos a nuestra derecha (Tajo Colorao), y que
después de dejar atrás retornamos al Mirador de La Espartera, donde llegamos
con las últimas luces del día, horas antes del nuevo cambio horario de verano
2017.