Itinerario : Moclin - La Torrecilla - Cerro del puerto - Collado del Cuervo
- Vértice Morrón de Catena - Moclin.
Hora y punto de encuentro 1: Como en anteriores ocasiones, camino de
Granada, quedamos a las 8,15 horas en la Venta de Riofrio para desayunar, o
bien a las 8,45 horas para los que vengan desayunados.
Punto de encuentro 2 (inicio de ruta): 10,00 horas a la entrada del pueblo
de Moclin Cómo llegar: Tal y como vamos por la A-92, tomamos la salida 236, que
nos indica dirección Pinos Puente, localidad que dejaremos a nuestra derecha,
para inmediatamente después de dejarlo atrás tomar un desvío a la derecha que nos
señala dirección Moclín-Olivares. A unos 5 km de este cruce, poco antes de
llegar a Olivares, la carretera se bifurca, tomando nosotros el ramal de la
izquierda, desde donde iniciamos unos últimos kilómetros en subida que nos
llevarán primero a Tiena y finalmente a Moclín que nos recibe con una imagen de
postal, donde no exagero si os digo que nos sorprende con una de las imágenes
de postal del “Top 10” de los pueblos más bonitos de Andalucía con su Castillo
parcialmente restaurado con exquisito gusto, su iglesia ubicada dentro del
segundo recinto amurallado (historia dentro de la historia) el pueblo a los
pies y todo ello al filo de los tajos que caen hacia el cercano Cañón del río
Velillos, que a su vez nos brinda la posibilidad de realizar una de las rutas
de senderismo más espectaculares y sorprendentes de toda la mitad sur
peninsular en lo que a paisajes de cañones se refiere. Altamente recomendable
para todo aquel que nunca la haya hecho y para repetir con mucho gusto para
quienes hayan estado alguna vez, como fue nuestro caso el pasado sábado 7 de
marzo de 2015.
Recorrido: Circular en el sentido inverso a las agujas del reloj
Longitud aproximada : 15 km
Desnivel acumulado de subida : 600 m
Dificultad: Media
Tipo de camino: Veredas, sendas y campo través.
Fecha de realización y meteorología: sábado 31 de octubre de 2015, fecha en
la que estaba prevista realizar una ruta por la Sierra de Las Nieves, pero como
pronosticaban lluvia para aquel día por casi toda la provincia de Málaga; Don
Manuel Manzanares copn muy buen criterio escogió esta zona coincidiendo con una
jornada casi primaveral de cielos azules la mayor parte de la ruta.
Participantes: Como anfitrión contamos con Don Manuel Manzanares “El
Cartógrafo de su majestad” y Rey de las rutas de coleccionista, que como de
costumbre ya había explorado el recorrido previamente. También contamos con la
ayuda del Doctor Leal que durante los dos tramos de ascensión del recorrido
ejerció su especialidad de psicólogo y buen samaritano, además de capitanear el asalto al Castillo con gran rapidez y eficacia; Lena “La Amazona de
Bielorrusia” mostrando un magnífico estado de forma, al igual que María del Mar
Castellón y Ándres Alonso “El Idealista” que acudían a la ruta con “nano” el
nuevo miembro de la familia que mostró muy buenas maneras con tan sólo 4 meses
(un clón de Chuckie con su edad); Paco Castillo “El generoso” desarrollando
importantes labores de ánimo e intendencia en cola de grupo;
El Padre Carras
¡que gran sufridor! teniendo a mano el kit de extremaunción por si era
necesario; Rosa de Casarabonela que se marcó el detalle de invitar a todo el
grupo al final de la ruta; “Lo que queda de Eduardo Ortuño”; Paqui “La
Pacificadora” y Rafael “El Retorno de Elvis” en un magnífico estado de forma,
al igual que otro de nuestros maas prestigiosos guía: mariano “El Ingeniero de
Telecomunicaciones” que a sus 64 años se afianza en puestos de Champions
League;
Maria Luis “El Duendecillo de Sierra Horconera” que cuando la ven con
sus hijas la confunden con su hermana mayor; Marlen “La Perla de Venezuela” que
volvió a brillar con intensa luz en las cumbres de la sierra de Moclín al igual
que Macarena “La Ninfa de la Laguna de Capacete” que sube como un cohete tras
sus recientes aventuras por Ordesa; Mari Carmen López “La Coleccionista de
techos continentales” que sin grandes alardes es capaz de llegar a cualquier
cumbre que se proponga sin el menor esfuerzo; Silvia Meilán “Verde
Esperanza"; y José Manuel Vázquez “El Coleccionista de
vértices geodésicos” en un envidiable estado de forma que además de estar fino
como un pincel y con la tableta marcada, sube como un cohete con las dos manos
a la espalda.
Bibliografía: http://www.ayuntamientodemoclin.com/
la Granadapedia, el abuele del bar y el blog de Don Joaquín
García Tirado: “Páginas al viento”
Otras rutas realizadas anteriormente por la zona por Comaando Preston:
Sierra de la Hoz y de Tozar mas cañón del río Velillos:
El término municipal de Moclin cuenta con varios núcleos de
población, la mayoría de ellos con más habitantes que la propia villa donde
reside el Ayuntamiento, como por ejemplo: Limones, Olivares, Puerto Lope, Tiena
y Tózar son sus principales anejos. El municipio de Moclín puede presumir de
ser uno de los más ricos en patrimonio histórico y artístico de toda la
provincia de Granada, con restos arqueológicos de diferentes épocas y culturas.
Desde el punto de vista
físico, presentan una orografía bien
delimitada en el sector Subbético, destacando especialmente el famoso cañón del
río Velillos, encajonado entre las
sierras de Moclín en su margen derecho y en su margen izquierdo por las sierras
de Tozar y de La Hoz.
La naturaleza montañosa caliza del contexto general
determina la presencia de especies emblemáticas de los ecosistemas
mediterráneos como la cabra montesa, cronológicamente dentro del piso
meso-mediterráneo considerando la baja montaña, ya que la altitud máxima es de
1307 m. (Morrón de Catena) Sierra de Moclín.
Alrededor de estas sierras nos
encontramos con un paisaje ondulado de serranías y cerros calizos de reducida
altitud, junto a pasillos montañosos y pequeños valles, formando parte de una
cordillera longitudinal en la que se encuentran integradas la Sierra del
Pozuelo, Cauro y la Parapanda mas o menos paralelas a la vertiente norte de la
A-92, a la izquierda de la autovía tal y como vamos llegando a Granada desde
Antequera o a la derecha, si vamos en dirección contraria.
El paisaje vegetal viene
representado, principalmente y tendiendo a la apariencia con el pinar (Pinus
halapensis) de repoblación, cubriendo gran parte de la Sierra de Moclín y del
Marqués, que al carecer de entidad propia al tratarse de un cultivo, aunque
bastante naturalizado, no se puede considerar como un ecosistema íntegro,
aunque indudablemente ejerce una función muy importante contra la erosión,
además de favorecer a algunas especies forestales. También algunas manchas de
quercineas, reductos de las roturaciones, el bosque de galería que bordea
barrancos y el río Velillos, el ecosistema rupícola y el medio acuático.
En el anejo de Tózar hay un vasto
conjunto arqueológico que se extiende sobre una superficie de 1.000 metros
cuadrados, con dólmenes, tumbas antropomorfas excavadas en la roca y trincheras de la Guerra Civil realizadas por el bando Nacional..
Pasajes de la Historia de Moclín: La
Prehistoria nos dejó “El Santuario Andaluz del Neolítico” (Cueva de
Malalmuerzos) a la que llegamos saliendo de Moclín en dirección Tózar,
importante asentamiento neolítico, donde se han encontrado restos importantes
de industrias líticas. Así como el abrigo natural de Corcuera con pinturas
paleolíticas de escenas de caza. También son dignas de mención las pinturas
rupestres repartidas en las cavidades de sus sierras como las realizadas al
aire libre en el tajo de la Cañada de Corchera o en el Abrigo de las Vereas,
pertenecientes ambas al estilo levantino. Los abrigos de La Solana y Las
Canteras, así como las llamadas Cuevas Bermejas, contienen también interesantes
muestras de arte rupestre. Sin embargo, en la mayoría de los casos, apenas
están señalizadas, por carecer de una infraestructura mínima de paneles o
indicadores para orientar al visitante. Tal vez para evitar actos vandálicos o
espoleo que por desgracia suelen ser frecuentes en este tipo de lugares si
carecen de una reja de protección (y aún así). Con la cultura latina surgieron
las Villas Romanas (Tiena La Alta y Olivares), así como los silos de Tózar.
La historia
de Moclín como núcleo de población comienza con la construcción de la fortaleza
(castillo que hoy podemos visitar), fortaleza cuya historia discurre paralela
al periodo del Reino Nazarí de Granada. Su nombre procede del árabe Hisn
Al-Muqlin ("fortaleza de las pupilas") en alusión a su clara
condición de vigía permanente. El castillo se construyó en el siglo XIII sobre
un elevado escarpe para proteger el camino que conducía a la Vega de Granada.
Tierra de frontera en muchas etapas, para los nazaríes se convirtió en el
"escudo de Granada", sobre todo a partir de la conquista por las
tropas castellanas de Alfonso XI de Alcalá la Real en 1341 y de Castillo
de Locubín. Entre esta fecha y 1486 las escaramuzas fueron frecuentes en ambos
sentidos, alternando con periodos de entendimiento, hasta que los Reyes
Católicos consideraron necesaria su toma definitiva. Como testigos mudos de
aquella etapa bélica aun podemos contemplar en los alrededores de Moclín
numerosas torres vigías o atalayas en lugares estratégicos que completaban el
sistema de control y defensa del territorio: torre de la Porqueriza, torre de
Mingoandrés, de la Solana, y de la Gallina, al sur de la sierra El Puerto por
donde pasa nuestra ruta de hoy. Precisamente, la fundación de Moclín se remonta
a los albores de la época nazarí, con la construcción de su castillo a mediados
del siglo XIII para control y defensa del Reino de Granada.
Finalmente
los Reyes Católicos, en su guerra total contra Granada, vieron necesaria la
toma del lugar. En Septiembre de 1485, el Conde de Cabra dirigió una hueste de
cien caballeros y tres mil peones contra la localidad y El Zagal, enterado de
los planes del cristiano, apostó en la fortaleza a mil jinetes y más de mil
infantes. El resultado fue un estruendoso fracaso de los castellanos en los
Campos de la Matanza. La conquista definitiva de la fortaleza se llevó a cabo
el año siguiente, después de la caída de Loja. La población capituló el 26 de
Julio de 1486, tras tres días de asedio. Como recuerdo de ese suceso, se hizo
la réplica de una lombarda, cañón de gran calibre que posibilitó la conquista
de esta villa, dejando el camino expedito para la de Granada, convirtiéndose en
una de las siete villas obligadas al mantenimiento de Granada.
Los Reyes
Católicos, en el periodo comprendido entre 1486 y 1492, junto con la Corte de
Castilla, pasaron largas temporadas en la fortaleza. La repoblación del lugar
se llevó a cabo por personas procedentes del norte peninsular con gran rapidez,
convirtiéndose en una población eminentemente agrícola y ganadera donde la
mayoría eran campesinos asalariados.
Breve descripción del
recorrido:
Una vez que aparcamos los coches en la misma calle de entrada del pueblo de
Moclín, donde nos reunimos con el resto de compañeros que habían llegado allí
por su cuenta, nos pusimos en marcha tomando la primera calle que sale a la
izquierda justo después de pasar por delante de su pequeña parada de autobús.
Se trata de una pista donde comenzamos a caminar en pronunciada
pendiente pasando junto a un llano que queda a la derecha y que queda al pie de
unos tajos calizos, por donde nos desviamos, dejando una preciosa estampa de
Moclín a nuestra espalda iluminada por los primeros rayos de sol de la mañana,
al tiempo que comenzábamos a rodear los mencionados tajos, que a lo largo de
unos 300 m llevaríamos a nuestra izquierda, hasta enlazar con una pista
secundaria, dejando a nuestra derecha un gran caserón de reciente construcción,
nuestra vista se pierde sobre un mar de olivos que se extiende por delante
nuestra hacia el oeste y a la derecha
norte, donde nos llamará la atención la torre atalaya de La Solana, torre vigía de época nazarí, datada en el siglo
XIV, situada al N-O de Moclín, relativamente cerca de la
carretera que se dirige a la localidad de Puerto Lope y que formó parte del
cinturón de torres vigías alrededor de Moclín.
Una
alambrada a nuestra derecha, que marca el límite de la finca donde se encuentra
el mencionado caserón nos confirman que vamos por el buen camino, al igual que
unas pequeñas torretas de electricidad, pronto la pista terriza se transforma
en sendero, mientras vamos caminando por un bancal del almendros. Echando la
vista a la derecha, por encima de los tajos que marcan el inicio del cañón del
río Velillos, podemos contemplar la localidad de Tózar y echando la vista atrás
aún podemos contemplar relativamente cercana la silueta del Castillo que
preside la localidad de Moclín, cuyo cementerio vamos a contemplar a unos 2 km
del inicio de la ruta a nuestra derecha, en la parte baja de la ladera por la
que vamos caminando. Precisamente cuando
sale a nuestra derecha la pista que baja directamente hacia el cementerio,
debemos abandonar el camino por el que vamos y seguimos faldeando la ladera en dirección OESTE,
adentrándonos ahora en un campo de olivos, a través del cual debemos ir avanzando
de forma mas o menos intuitiva, llevando la parte alta de la ladera a nuestra
izquierda y la parte baja a nuestra derecha, hacia donde poco a poco vamos
descendiendo perpendicularmente, hasta enlazar con una pista que nos va a
situar a tiro de piedra de la localidad de Puerto López. Pero justo cuando la
pista se encamina de forma directa hacia esta localidad, tomamos un sendero a
nuestra izquierda por donde vamos a comenzar a faldear N, O y S-O de la sierra
del Puerto, entre pequeños bosquetes de pinos y monte bajo donde predomina la retama y el esparto, hasta que llegamos a una caseta de agua donde estuvimos haciendo
una parada técnica.
Retomada
la marcha, con la carretera Córdoba-Granada N-432, que pasa por Puerto Lope,
siempre a nuestra derecha, entre un mar de olivos y relativamente cercana a
nosotros. LLegamos a una rampa que desciende hacia un antiguo basurero por
donde tuvimos que descender, girando inmediatamente a nuestra izquierda para
situarnos frente a la entrada de la cantera, donde se encontraba la ubicación
de la antigua torre vigía de La Gallina. Es este un lugar que se puede prestar
a confusión porque el camino principal se aleja de nuestro objetivo que no es
otro que pasar de largo y comenzar a rodear la cantera, de tal manera que ésta
vaya quedando siempre a nuestra izquierda, adentrándonos en una finca donde se
alternan olivos con encinas hasta llegar al cauce seco del barranco del Cuervo.
Hasta aquí la mayor parte del trayecto ha sido llaneando o en bajada, salvo
algún pequeño tobogán de subida con un paisaje de campiña algo monótono, pero
cargado de historia. Se puede decir, que aquí finaliza la fase de aproximación
y empieza la ruta montañera propiamente dicha.
2ª parte, desde el
barranco del Cuervo hasta Moclín por las cumbres de su sierra
Una vez en el barranco del Cuervo, que en realidad es el cauce seco de un
torrente, comenzamos a ascender, ya sin el menor rastro de sendero, bien por el
mismo cauce seco bien por sus márgenes, una vaya metálica a nuestra izquierda
que marca el perímetro ESTE de la cantera (que de momento, no vemos), nos sirve
de referencia para confirmar que vamos por el buen camino, la pendiente
comienza a hacerse cada vez más pronunciadas y los bloques rocosos sobre los
que vamos caminando cada vez más grandes y a veces incluso inseguros, pues da
la impresión de estar caminando sobre un derrumbe recién producido, donde
cualquiera de las rocas que pisamos puede ceder de un momento a otro. Una gran
roca en medio del cauce que se salva más fácilmente por la izquierda, marca el
inicio del último tercio de este duro y agrio tramo de ascensión que conviene
tomárselo con calma.
A partir de esta gran roca en medio del cauce, lo más
recomendable es caminar por su margen derecho (en el sentido de nuestra
marcha), es decir cerca de la primera línea del bosquete de pinos que queda a
ese lado, hasta que por fin llegamos a un rellano donde volvimos a
reagruparnos, antes de iniciar el último tramo de ascensión por una loma muy
rocosa pero de perfil mas escalonado y despejado sin apenas, prácticamente
campo través pero por terreno muy despejado entre algunos espartos y retamas
dispersas que nos permitieron llegar a la cumbre de forma muy directa, subiendo
un tanto perpendicularmente a nuestra izquierda, respecto al último punto de
reagrupamiento y así fuimos llegando al rudimentario montículo de piedras que
marca el punto mas alto de la sierra del Puerto (1.198 m).
Después de disfrutar de una parada de unos 15 minutos en esta solitaria
atalaya, donde destaca el perfil oriental de la sierra Parapanda al Oeste y la Sierra Elvira al S-O, ocultándonos la mayor parte de Granada capital, con las cumbres de Sierra Nevada asomando por encima donde brillaban las primeras nieves otoñales (aún escasas), reanudamos la marcha por el cordal N-O, por donde algunos compañeros
prolongaron su trayectoria para alcanzar una segunda cumbre algo más baja pero
igualmente interesante, mientras el resto del grupo descendíamos
perpendicularmente a la derecha, dirección S-E, hacia el prado donde se
encuentra la zona de unión entre la Sierra del Puerto que dejábamos a nuestra
espalda y la sierra de Moclín frente a nosotros, hacia la cual iniciábamos una
segunda ascensión entre gamones y encinas, accediendo a su cordal desde su
extremo oeste.
Un cordal formado por un desarrollado lapiaz parcialmente
colonizado por un pinar qque tuvimos que ir esquivando sin sendero ni mas
referencia que mantenernos sobre la misma loma, o lo mas cerca posible de la
misma cuando algunas ramas bajas de pino nos cerraban el paso hasta alcanzar la
interesante y muy poco visitada cumbre del Morrón de Catena (1.304 m), punto
más alto de la sierra de Moclín, donde estuvimos disfrutando de un plácido
almuerzo con una temperatura prácticamente primaveral sin apenas viento.
Tras
la sesión de fotos de grupo e individuales junto a este vértice geodésico de
coleccionistas, iniciamos el pronunciado descenso por un terreno bastante
escalonado a través del denso pinar y una ladera plagada de grandes rocas
tapizadas de musgo, hasta alcanzar el olivar que ya nos devolvía al primer
tramo de ruta, regresando sobre nuestros pasos, por lo que fueron los dos
primeros kilómetros de ruta, cuyo paisaje volvíamos a contemplar, ahora en
sentido contrario. Excepto el comienzo propiamente dicho, que lo cambiamos por
un final, que volvía a dejar a nuestra izquierda el tajo cercano a Moclín a
nuestra izquierda, cuyo castillo aparecía momentáneamente por encima del mismo,
hasta llegar a un mirador natural, frente al mismo pueblo de Moclín
coincidiendo con un era sobre la que se ha improvisado un helipuerto y en el
bancal superior un viejo cañón bastante gordo que fue el lugar que escogimos
para hacer la última foto de grupo disfrutando de una bellísima estampa de
Moclín con la insuperable luz de la tarde.
3ª parte, ascensión al
Castillo de Moclín (la guinda del pastel)
Una vez de regreso al pueblo donde teóricamente finalizaba la ruta, algunos
compañeros que ya habían estado anteriormente allí o bien que a daban por bueno
todo lo visto hasta el momento, se despedían momentáneamente, citándonos en el
bar LA PLAZA, situado en la Plaza del Ayuntamiento. Mientras el resto del grupo
iniciábamos un último tramo de exploración alrededor del escarpado cerro donde
se encuentra ubicado su precioso castillo, al principio comenzamos a rodearlo
por su vertiente O, N-O por una ancha vereda, que finaliza repentinamente, para
continuar circunvalándolo por un angosto sendero, situado en el bancal superior,
sin embargo, se nos seguía antojando demasiado lejano, como para saborear lo
suficiente las bellas murallas del Castillo, por lo que el Doctor Leal, decidió
atacarlo recto en busca de un sendero más cercano a la base de las murallas y
subiendo, subiendo nos plantamos dentro del castillo, remontando la
empinadísima ladera de su vertiente norte, mientras más de uno/a iba resoplando
al tiempo que pensaba: “¿cómo coño se podría haber conquistado este castillo al
asalto con armaduras y toda la parafernalia, si con cómoda ropa y calzado de
senderismo una rápida ascensión resulta por momentos extenuantes?.
Una vez en
su interior y recuperado el resuello, nos encontramos con un grupo de chavales del pueblo que se quedaron sorprendidos de vernos aparecer por allí, comenzando la improvisada visita con el máximo respeto y
admiración, cual expertos restauradores, mientras el Padre Carras (hombre culto
donde los haya), nos iba explicando los pormenores de su historia y sus
características arquitectónicas, recordándonos que el castillo
de Moclín (“Escudo de Granada”) fue una de las mejores piezas defensivas de la época
Nazarí, y el único que conserva el cinturón de murallas al completo. Consta de
un recinto militar en la parte más alta y de cinturón amurallado en la parte
más baja.
Las
vistas que podemos contemplar desde allí arriba son sencillamente
espectaculares, lástima que a última hora de la tarde el cielo comenzó a
llenarse de nubes y las vistas hacia Sierra Nevada o la Sierra de Huétor quedaban
muy difuminadas, pero aún así teníamos
magníficas vistas sobre los pueblos de Tózar, donde se conservan en muy buen
estado unas trincheras de la Guerra Civil del bando nacional, el castillo de
Alcalá la Real, la torre vigía de la Solana y los tajos de la Sierra de La Hoz
o del marqués cayendo en vertical hacia el Cañón del río Velillos que intuimos
unos 400 m por debajo de nuestros pies.
El recinto
superior, al que accedimos remontando la escarpada ladera norte, campo a
través, es de forma ovalada. Su perímetro amurallado, reforzado en su flanco
norte y sur por otra línea de muralla, está compuesto por numerosas torres
macizas, tanto de planta rectangular como semicircular. En la parte occidental
cabe destacar dos elementos arquitectónicos: la torre del Homenaje, de planta rectangular en estado ruinoso.y el aljibe,
que nos llamó
la atención por su buen estado de conservación, sobresale una parte del nivel natural del terreno, con una capacidad de 506
metros cúbicos, es una de las pocas cisternas hispanas con bóveda de medio
cañón hecha con el mismo hormigón que los muros, que tienen un grosor de casi
dos metros. Aún almacena agua tras
los días de lluvia, en una de sus
paredes de piedra podemos observar que hay impactos de bala, cuando finalizamos
la visita al castillo unas señoras que se encontraban allí nos comentaron que
durante la guerra civil tuvieron lugar muchos fusilamientos en el Castillo. De hecho, el castillo fue
bombardeado durante la Guerra Civil por la aviación del bando nacional, como
escarmiento y ante la dificultad y la fuerte defensa que al igual que cinco
siglos antes había supuesto la toma de Moclín. Hasta entonces este castillo era
uno de los mejor conservados de Andalucía. Afortunadamente el cinturón de
murallas se conserva casi completo y la restauración de las mismas que se llevó
a cabo entre los años 2012 y 2013 por parte de la Junta de Andalucía se hizo con
muy buen criterio.
En lo que fuera mezquita hoy se levanta la iglesia del Cristo del
Paño, cuyo perímetro rodeamos por su pared norte y este con mucho cuidado de no
caer al talud, hasta poder descender por el muro que da a la fuente que se encuentra
en el rellano de entrada a esta ubicada en perfecta armonía con el castillo, se trata de la antigua parroquia de Santa Maria de
la Encarnación, fundada por los Reyes Católicos, que fue restaurada en la
segunda mitad del siglo XX, tras los desperfectos causados durante la Guerra
Civil.
La construcción de la Capilla Mayor
es de mediados del siglo XVI, siguiendo el diseño de Martín Bolívar, a la que
se sumó, posteriormente, el resto de la nave. Hasta hace pocos años conservaba
el antiguo cementerio de Moclín, tras el santuario, en el camino de subida
hacia el castillo.
Es de planta cuadrada, muros de
sillares con contrafuertes en las esquinas y bóveda estrellada de cantería con
una profusa decoración. Por una portada toscana, con venera y aletas
geométricas, se pasa a la sacristía que muestra armadura de vigas con artesones
exagonales y rosetas renacentistas en sus calles. La portada de los pies es
sencilla, pero de buen gusto, con pilastras cajeadas de orden corintio, arco
con rosca decorada con mensulitas y guirnaldas, y escudo del arzobispo
Guerrero; encima lleva un óculo abocinado con angelito en su parte superior; en
el friso, sobre las pilastras, lleva esta inscripción: Año 1560.
En su interior el lienzo, el
"Cristo del Paño" cuenta con una fuerte tradición en Moclín; el
pueblo saca en procesión un gran cuadro del Nazareno por el que se frota un
paño para solicitar favores. Cuenta la leyenda que, habiendo sacado el lienzo
para limpiarlo, por no recibir el culto debido, un sacristán que estaba ciego
quedó curado. Se cree, a su vez, que esta romería popular pudo inspirar a
Federico García Lorca algunos pasajes de
su obra "Yerma".
El recinto inferior se conserva en su mayor parte y en él destaca la torre
puerta de acceso al conjunto, en el cual se combinan elementos defensivos,
entrada en doble recodo, y simbólicos, como el escudo de la dinastía nazarí y
la llave, ubicados en las claves de ambos arcos. La primera cinta amurallada es
de mampostería, en hiladas enripiadas, reforzada en sus ángulos por sillares de
arenisca, rematada por un hormigón de cal, que forma el almenado. Junto a
la salida (entrada del castillo), nos encontramos con unas cuevas que en épocas
de paz sirvieron de granero y en épocas
de guerra como calabozo.
Al finalizar la visita
al castillo nos unimos al resto de compañeros que se encontraban en el bar LA
PLAZA, donde un grupo de abueletes me preguntó que dónde habíamos estado y
después de hacerle un resumen del recorrido, como intuyendo mi afición por la historia
uno de ellos me contó que: Moclín era un pueblo “muy sindicalista”,
con “muchos sindicatos obreros”, y sufrió la represión franquista no sólo
durante la Guerra, de 1936 a 1939, sino también muchos años después, durante la
posguerra, y llegó a quedar dividido “en dos” y “lleno de trincheras”, donde
sus hermanos mayores estuvieron combatiendo en el bando nacional, porque les
tocó allí. Mientras lo escuchaba podía ver en sus ojos como se transportaba en
el tiempo mientras detallaba minuciosamente como tras el levantamiento militar, en julio de 1936, la
línea del frente bélico se estabiliza en el municipio de Moclín, durante los
tres años de contienda, fragmentándolo en dos. Para afianzar estas posiciones,
que se mantuvieron prácticamente inalterables, y proteger un amplio perímetro
de territorio, se construyeron con hormigón ciclópeo, un conjunto de
fortificaciones, búnkeres y nidos de ametralladoras, pertenecientes, en este
caso, al denominado "bando nacional".
Estas
trincheras, a veces denominadas puestos de escuadra, podían albergar una
treintena de fusileros y dos nidos de ametralladoras. Estaban rodeadas por un
conjunto de ramales que desembocan en el pozo de tirador, así era la defensa
exterior de estos fortines, que se completaban con sacos terreros. En el nido
de ametralladoras del oeste se pueden observar que existía un rebaje oblicuo en
la pared. Éste servía para colocar una de las patas del trípode con el que contaba,
generalmente de un modelo francés de la 1ª G.M. concretamente el “Hotchkiss 1914 de 7 mm”. Arma sencilla
y de fácil mantenimiento, pesaba 52 kg. En el exterior se puede observar
casquillos percutidos de proyectiles e inscripciones de la época, realizadas
por los miembros de la unidad que fueron los encargados de construir estos
elementos arquitectónicos de protección.
Año 1938, un día cualquiera
del mes de abril.
Plena Guerra Civil española
en Granada. Frente de Moclín-Tózar-Colomera.
Despuntaba el alba y una leve neblina copaba el monte bajo. Parecía que la vegetación
expiraba vaho al respirar. Hacía frío.
Las dos laderas de la Sierra de Moclín se enfrentaban, entre Moclín y el pueblo
de Tózar, con sus cuevas y su frondosa y verde flora. El silencio reinante a
esas horas de la mañana hacía un escenario muy ajeno a lo que allí
verdaderamente ocurría. Era una bonita estampa –pensaba Juan Tirado desde su
parapeto en la ladera ocupada por el ejército nacional-.
Juan
Tirado Rodríguez era de Motril, el mayor de cinco hermanos. Su madre, Mercedes
Rodríguez, había enviudado hacía poco tiempo quedándose con la única ayuda de
su suegro, el abuelo Fernando, y con la que el propio Juan y su hermano José
–como los hombres de la casa- podían aportar dentro de la situación tan difícil
que albergaba una guerra civil.
Más pronto que tarde llegó su alistamiento y allí se encontraba, a sus
diecinueve años, en la Sierra de Moclín, en su puesto avanzado de escucha y a
esa hora temprana del amanecer. A pesar de las horas que llevaba vigilando solo
entre sus líneas y las líneas enemigas, alerta con la misión de descubrir
cualquier movimiento o avanzadilla madrugadora del Ejército Republicano, seguía
despierto, muy despierto; pertrechado con su fusil, varios cargadores de
munición y dos bombas de mano por si, como decía su Teniente, “la
situación se ponía joía”.
Entre aquel silencioso y lento amanecer, Juan Tirado, fantaseaba con la ilusión
de volver a casa, abrazar a su madre, a su hermano José y a sus hermanas Pepa y
María, mientras que a la pequeña, Encarna, a la que había dejado con apenas
algo más de dos años de edad, le reservaba el poder cogerla y lanzarla en alto,
besarla y morderla mientras ésta reía feliz como lo que era, una niña inocente
ajena a la reciente pérdida de un padre y a una candente guerra civil.
Exhorto en esos pensamientos estaba Juan, al que se le dibujaba una sonrisa
inconsciente, cuando inesperadamente, arrollando el silencio y ese mágico
momento, oyó una voz relativamente próxima a él proveniente de la ladera contraria
ocupada por el frente enemigo, que gritó:
–
¡Facistaaaa! -Juan Tirado permaneció inmóvil, casi sin respirar. Pensó que, por
la cercanía, se tenía que tratar del soldado republicano conocedor de que, al
igual que él, se encontraba de escucha más avanzado a sus propias líneas. Oteó
con prudencia pero no vio nada que no fuese monte, piedras y vegetación.
–
¡Facistaaaaa! –en esta ocasión fue mucho más fuerte; haciendo que varios
pájaros remontaran el vuelo torpemente recién despertados de su descanso. Juan,
dándose por aludido de esa llamada y sin pensarlo, respondió a voz en grito:
–
¿Qué quieres? –la contestación del soldado republicano no se hizo esperar y,
nuevamente gritando preguntó:
-¿Quieres que te cante una cancioncilla? –Juan tardó unos momentos en
contestar. La estampa del amanecer se había roto sólo por el vuelo de los
pájaros asustados por las voces, pero la neblina sobre los árboles y las
primeras claras de la mañana, aún hacían bonito aquel escenario.
–
¡Cántalaaa! –gritó Juan Tirado, sorprendido por el impulso inconsciente de su
propia respuesta. Sin hacerse esperar, el anónimo soldado republicano se hizo
oír ayudado por el eco que proporcionaba el lugar de la Sierra donde se
encontraban, y cantó:
-¡Ya viene el día, ya viene madre… Ya viene el día, ya viene madre… Alumbrando
su clara, los olivares…!
Cuando
finalizó la canción se hizo el silencio. Un silencio idéntico al que existía
momentos antes. No hubo más gritos, ni más contactos, ni por supuesto ningún
aplauso. El día levantó y fue un día más de aquella guerra con sus disparos,
heridos y muertos. Nadie comentó nada sobre la canción aunque, en la mente del
soldado republicano y en la del propio Juan Tirado, existía la certeza de que
le había gustado a todos los que la pudieron oír, independientemente del bando
al que pertenecieran.
Hoy, 24 de diciembre de 2011, Juan Tirado tiene 92 años, y cada vez que tengo
la suerte de escuchar de su boca esta historia, cuando finaliza, se queda
reflexivo con la mirada perdida en algún punto lejano, como si se transportara
a aquel día y al mismo lugar donde se encontraba parapetado al amanecer y,
desnudando sin querer en ese momento su pensamiento, se le oye decir en voz
baja: “qué bien entonaba esa cancioncilla aquel soldado”.
Con las últimas luces de la
tarde, salimos de Moclín que nos regalaba una última imagen de postal y al poco
Olivares allí abajo a los pies de los imponentes tajos de la Sierra de la Hoz,
disfrutando del paisaje hasta las últimas claras del día.
Relato de Don Joaquín
García Tirado titulado “Breve relato cierto” de su blog “Páginas al viento”.
Y empapados de historia, paisajes de campiña, de sierras calizas con bosques de pinos, vistas priviolñegiadas sobre La Parapanda al poniente, Sierra de Huétor al Levante por encima de los tajos de la sierra de La Hoz, Sierra Elvira ul S-O y Sierra Nevada asomando por encima, nos despedimos de Moclín con las últimas luces del atardecer en ujna jornada muy completa.
Ingenioso lo del collage de las fotos de carnet. La foto del cañón y el castillo es chula a tope.
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